Hernán Alvarado | Para no extinguirnos / VUELO DE ÁGUILA
Un guardameta con agilidad puede atajar hasta el viento.
Carlos Alvarado [1]
El primer artículo sobre el atajador propuso que la función primordial del guardameta es atajar o impedir que un remate se convierta en gol. Se la destacó como la misión original que perfiló el puesto de guardameta. En el segundo artículo, se profundizó en el tema de la posición del atajador, considerándolo como un jugador territorial, en el sentido de que su actuación depende de su ubicación en el área de gol tanto como en el área de meta, que es adyacente y reglamentada. Se ilustró, particularmente, la táctica del achique, que es la más importante para atajar eficientemente. En esta tercera entrega, el énfasis se pondrá en algunas características técnicas del puesto, de cara al entrenamiento, especialmente, en aquellas que parecen estar en decadencia.
El gesto técnico principal del atajador es el vuelo, que consiste en lanzarse a un costado tras un balón que amenaza meterse en el marco. Esa lanzada puede ser a ras de suelo o a media altura; no obstante, cuanto más se acerca a los ángulos superiores, más se le exalta. Estrictamente se habla de vuelo cuando es en alto, lo que supone elevarse y quedar como suspendido en el aire. Además de eficaz, es una acrobacia capaz de subir una ola de emoción a lo más alto de las tribunas [2].
Las piernas funcionan ahí como un resorte, lo que compromete el entrenamiento de la fuerza. Especial mención merece la caída, como momento crucial para evitar lesiones, recuperar la posición vertical cuanto antes y continuar el juego. A pesar de lo que parece, con la técnica adecuada y el entrenamiento regular, es una caída inocua o cuando menos tolerable. Pero, siempre se verifica que sin entrenamiento regular tiende a desaparecer, sustituida por una simple caída de costado, sin impulso; que, desde luego, tiene menos alcance y menos atractivo.
El lanzamiento o vuelo del guardameta se complementa con la técnica del blocaje o apañe que consiste en atrapar la bola con las manos. Este gesto es el más importante y característico del atajador, porque no solo representa el fin del peligro, sino que además habilita al guardameta para iniciar el trabajo ofensivo cuanto antes. Por eso, siempre que sea posible, lo mejor es atrapar la bola, al punto de que a menudo se ha creído que atajar es apañar. Un atajador que no apaña nunca será buen guardameta.
Pero no siempre se puede; a veces el esférico viene muy rápido, largo o fuerte y lo mejor sea desviarlo o rechazarlo. Desviarlo significa sacarlo de ángulo para que siga su curso fuera del marco. Rechazarlo implica usar la palma de la mano, o los puños, para enviarlo a una zona donde el peligro es menor o quede dividido o en disputa. Recursos que son especialmente efectivos en el desvío de balones centrados o que vienen de tiro de esquina. Estas técnicas no resuelven del todo la amenaza, pero a menudo constituyen la mejor gestión posible del problema. Todas ellas requieren un entrenamiento sistemático y regular para que estén disponibles de manera segura justo cuando se las necesite.
En el área de meta, merece mención especial el tema de la autodefensa, pues es una zona donde se dan múltiples contactos con el adversario, incluso con los propios defensas; como en las bolas que se disputan en lo alto o los lanzamientos a los pies de un atacante para rechazar en corto balones que de otro modo no serían atajables. Naturalmente, el miedo asociado a dichas jugadas se puede regular con entrenamiento de técnicas que protegen la integridad del atajador.
Otro tema son las barreras que pueden hacerse fuera del área de meta; la idea también es achicar el marco, el área en que el gol es posible. Para eso, se coloca una hilera de jugadores que cubre uno de los ángulos mientras el atajador se encarga del resto más pequeño, con el cuidado de no taparse la salida del balón. Esto implica un trabajo de organización que destaca el liderazgo del atajador, quien sabe que una barrera mal hecha puede ser fatal; como un jugador temeroso que deje pasar ahí el balón para su amarga sorpresa.
En suma, hay momentos en que todo lo que queda es tratar de evitar el gol, para lo cual es indispensable contar con un jugador especializado. No obstante, eso no significa que la defensa de este jugador deba limitarse a esperar el remate; por el contrario, la defensa activa es fundamental para su mayor eficacia. Al final del día, a los más grandes atajadores se les perdona todo; pero en muchos casos eso los encierra en una defensa demasiado pasiva que es la menos eficaz. Ni el goce de la libertad, siempre ilusorio, les tienta a ir más allá del área de penal. Empero, el guardameta no cabe todo en la figura del atajador; atajar no agota sus recursos y ambiciones, como se verá en próximos artículos.
[1] Uno de los grandes guardametas de la selección de Costa Rica, un chaparrito de oro.
[2] Algunas atajadas espectaculares se pueden ver en YouTube.
Hernán Alvarado

Director técnico titulado, Universidad Nacional, Costa Rica, mejor promedio de 1994. Exguardameta de tercera, segunda y primera división. Sociólogo y economista, con Maestría en Teoría Psicoanalítica de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis. Autor de varios libros y artículos; entre ellos: Alvarado y Alvarado. Guardametas de fútbol. Estrategia para el siglo XXI. Heredia: Editorial Fundación UNA, 2003.
Correo: hernanalvaradougarte@gmail.com
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