El 13 de marzo de 1962 (III)

Edgar Ruano Najarro | Política y sociedad / LA RAZÓN DE LA HISTORIA

Con la crisis política en pleno desarrollo, rápidamente se fueron sumando más y más sectores populares al movimiento de protesta, el cual, al filo de la segunda semana de marzo, ya había dejado atrás la cuestión del fraude electoral y ahora la demanda principal era la renuncia del presidente Ydígoras. Los habitantes de la entonces popular y mayoritariamente poblada zona 5 de la ciudad capital declararon su zona como «territorio libre», a la cual le era muy difícil para la Policía Nacional penetrar en ella sin que sus vehículos y tripulantes salieran sumamente dañados por efecto de las pedradas que recibían.

Los sectores sindicales no tardaron en agregarse y, como lo recuerda Víctor Manuel Gutiérrez, en la tercera semana del mes constituyeron el Frente Obrero Nacional (FON), en el que participan la Federación Autónoma Sindical de Guatemala (FASGUA), el entonces poderoso Sindicato de Acción y Mejoramiento Ferrocarrilero (SAMF) y el sindicato de la Empresa Eléctrica.

Los partidos políticos de la oposición legal permitida, es decir, el Movimiento Nacional de Liberación, la Democracia Cristiana Guatemalteca y el Partido Revolucionario quedaron completamente rebasados y fue la izquierda clandestina (el Partido Guatemalteco del Trabajo –PGT–) conjuntamente con la izquierda que pretendía participar legalmente (Partido de Unidad Revolucionaria –PUR– y Unidad Revolucionaria Democrática –URD–) la que tomó la iniciativa, aunque fueran las organizaciones estudiantiles las que aparecían públicamente. Otra izquierda, más inclinada a la derecha, estaba en plena actividad de organización, ya que planeaba postular como candidato presidencial a Juan José Arévalo Bermejo y por ello percibía los acontecimientos de marzo y abril como un contratiempo.

En plena crisis, con rumores de golpe de Estado (la directiva de la AEU en pleno estuvo toda una noche esperando el golpe de un sector militar que les avisó que era inminente), esta organización estudiantil lanzó públicamente un programa de varios puntos que darían soporte a un eventual nuevo Gobierno en caso de la caída de Ydígoras. La plataforma de AEU contemplaba los siguientes puntos: renuncia de Ydígoras; disolución del Congreso Nacional; derogatoria de la Constitución de 1956 y vuelta a la Constitución de 1945; libre organización y participación política; reforma agraria y reforma urbana, entre otros.

Con ello la AEU llegó muy lejos, más allá de las expectativas de muchos sectores no revolucionarios que apoyaban el movimiento contra el presidente Ydígoras. Imperceptiblemente, el movimiento se fue desgranando y la tormenta fue amainando. Llegó la víspera de la Semana Santa y los estudiantes declararon otra huelga, la Huelga de Dolores y en ello estaban cuando una patrulla militar comandada por el capitán Erick Mendizábal disparó a mansalva contra los estudiantes de Derecho que adornaban su Facultad (que funcionaba en lo que ahora es el MUSAC) con carteles de la Huelga De Dolores. Murieron ametrallados los jóvenes Armando Funes, Jorge Gálvez y Noé López Toledo. El día siguiente, el 13 de abril, era el viernes de dolores y en lugar del tradicional desfile bufo, lo que salió a las calles fue el cortejo fúnebre de los tres estudiantes inmolados.

Como consecuencia de este crimen, el movimiento tuvo un nuevo aliento, pero ya no por medio de los enfrentamientos callejeros, sino a través de instituciones que exigían la renuncia de Ydígoras. Esta petición la encabezó el Consejo Superior Universitario al que se unió el Concejo Municipal y luego se vino la prueba máxima de una rebelión: la huelga general, antesala de la revolución. La huelga general se fue extendiendo al ayuntamiento capitalino, los trabajadores del seguro social, los ferrocarrileros de Puerto Barrios, etcétera. Ydígoras llevó a cabo su jugada maestra: destituyó a todo su gabinete (con excepción del ministro de Relaciones Exteriores) y nombró un gabinete constituido exclusivamente por oficiales del Ejército. ¿Fue un golpe de Estado técnico que dejó al presidente aprisionado por el Ejército o el presidente usó al Ejército para sobrevivir a la crisis?

Lo cierto es que con estado de sitio, toque de queda incluido, persecuciones, detenciones y destierros, las cosas regresaron a la calma e Ydígoras se mantuvo en la Presidencia, pero ya nada sería igual. Fue la segunda gran crisis política en un lapso de dieciocho meses, primero la rebelión militar del 13 de noviembre de 1960 y ahora la rebelión estudiantil-popular de marzo y abril de 1962. Ambas crisis no lograron confluir en el tiempo y así lograr una sinergia que quizá hubiera derrocado a Ydígoras, pero en su conjunto, las dos ayudaron decisivamente a arribar a una convicción en el seno de los sectores revolucionarios: no hay otra salida en el país más que la lucha armada. Por supuesto, en esa certeza actuaron otros factores, como la influencia de la Revolución cubana y especialmente el derrocamiento del régimen revolucionario en 1954, pero después de aquel marzo de 1962 las maneras de pensar el país habían cambiado. Había surgido la primera generación de guerrilleros guatemaltecos.

Ydígoras fue finalmente derrocado, pero por el ala de extrema derecha del Ejército, encabezada por el ministro de la Defensa, coronel Enrique Peralta Azurdia, quien llevó al poder, cual partido político, a la institución armada. Quedaron frente a frente el naciente movimiento guerrillero y el Ejército de Guatemala representando al Estado nacional. Fue en otro marzo, esta vez de 1963.


Edgar Ruano Najarro

Guatemalteco sociólogo e historiador. Se ha desempeñado en la docencia universitaria. Ha publicado diversos títulos cuya temática ha estado relacionada con la historia política de Guatemala del siglo XX.

La razón de la historia

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