Efemérides sombría: 27 de junio 1954 – 27 junio 2019

Jorge Solares | Política y sociedad / PIDO LA PALABRA …

A sesenta y cinco años del derrocamiento del presidente Árbenz, el 27 de junio 1954.

Hace 65 años, el 17 de junio de 1954, Estados Unidos, mediante la Operación PBSUCCSESS, invadió Guatemala desde Honduras, amedrentando con incursiones aéreas piloteadas por estadounidenses como Jerry Fred de L’Arm, William A. Beall, etcétera, desde la Nicaragua del dictador Anastasio Somoza: vuelos rasantes sobre la capital, la base militar de Jutiapa, La Aurora, Zacapa, Cobán, la radio oficial de Guatemala (TGW), nuevamente Zacapa, Chiquimula, el cuartel de Matamoros de la capital. Las fuerzas invasoras de tierra, entrenadas en Honduras, constaban de unos doscientos cincuenta a cuatrocientos hombres desaliñados. Ese 17 de junio se dirigió a Zacapa el Ejército guatemalteco aunque no combatió. Pero tres días después, en Gualán, un pequeño destacamento de tan solo treinta hombres, por su cuenta e independientemente del alto mando militar, derrotó a los invasores. Lo mismo logró un pequeño grupo de civiles en Puerto Barrios. Organizaciones campesinas y sindicatos pedían armas, pero el presidente Árbenz temía enemistarse con «su» ejército, de cuya lealtad no dudaba.

Entretanto, los aviones invasores causaban daños mínimos, pues su intención era más bien psicológica. Monitoreaba el recién llegado embajador de Estados Unidos, John E. Peurifoy, el «embajador del Gran Garrote» (famosa fue una foto de él, publicada en la revista Life, con pistola al cinto), y habló sin ningún recato sobre un golpe de Estado e, incluso, de una invasión estadounidense a Guatemala. La autollamada «Radio Liberación» ya emitía mensajes en pro de la invasión, desde «algún lugar secreto de Guatemala», aunque se reveló que era desde Honduras o Nicaragua e inicialmente, tal vez desde Miami. El coronel Carlos Castillo Armas, con su pequeña horda, invadió Chiquimula, estableciendo el 23 de junio un gobierno provisional en Esquipulas. ¿Y el Ejército guatemalteco?

Esta invasión se convirtió en primicia mundial. En las Naciones Unidas, Estados Unidos enfrentó al Reino Unido y Francia logrando que el Consejo de Seguridad de ONU desistiera de tratar el problema, dándose dos abstenciones: la de Francia y la del Reino Unido. A favor de Guatemala solamente la Unión Soviética, Dinamarca, Líbano y Nueva Zelanda. Ese mismo día, 25 de junio, el presidente Árbenz convocó a su gabinete y líderes sociales para informarles que el Ejército eludía combatir y que, por lo tanto, la única solución era armar al pueblo. Pero las armas las tenía confiscadas el Ejército ya en rebeldía (según el informe de Nicholas Cullather, historiador estadounidense incorporado de 1992 a 1993 al Equipo de Historia de la CIA). Enviados personales le confirmaron a Árbenz que los destacamentos de Oriente, en vez de combatir al invasor, le exigirían renunciar a la Presidencia a cambio de no ser derrocado.

El 27 de junio, ante el embajador estadounidense John Peurifoy, acudieron militares y civiles en busca del beneplácito de Estados Unidos para ocupar la Presidencia. La orden del embajador Peurifoy fue tajante: destituir a Árbenz. Entonces, se trasladaron al Palacio Nacional para darle el ultimátum al presidente. Acorralado por la soledad, Árbenz se encontraba literalmente aislado en el Palacio Nacional. Así, imposibilitado de combatir desde «la llanura», tuvo que abandonar toda idea de resistencia armada. Ese mismo día, 27 de junio (el jueves recién pasado hace exactamente 65 años), renunció a la Presidencia. Entonces, un enjambre de militares acudió a la embajada, afanándose por recibir el permiso de Estados Unidos para substituirlo. Lo que no sabían es que el Gobierno de Estados Unidos, la CIA y el embajador Peurifoy ya habían elegido para tal cargo y desde tiempo atrás, al obediente coronel Carlos Castillo Armas. Porque, en efecto, decidido ya en Washington el derrocamiento de Árbenz, se había descartado como opción al general Miguel Ydígoras Fuentes, exfuncionario del dictador Ubico, y según la CIA, impredecible, manipulador, corrupto y de aspecto criollo, «chocante en un país de indígenas». A favor del coronel Carlos Castillo Armas jugaba el ser totalmente complaciente a Washington y a la CIA, tener aliados en el Ejército, no ser muy capaz y por su «prototipo indígena».

Operación PBSUCCSESS fue la primera acción en América Latina de la recién creada CIA (Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos) por el presidente demócrata Harry S. Truman en 1947, y quien, por cierto, ya mantenía relaciones difíciles con el insumiso presidente Arévalo. La primera acción encubierta en el mundo de la CIA había sido un año antes contra Irán, para deponer al mandatario socialdemócrata Mohammad Mosadegh. La acción de la CIA contra la Guatemala de Árbenz fue operada desde su base en Opa Locka, Florida, bajo la presidencia republicana del general Dwight Eisenhower, con un presupuesto inicial de tres millones de dólares. Para aislar a Guatemala, se apoyó en un collar de dictadores como Anastasio Somoza en Nicaragua, Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y el presidente hondureño Juan Manuel Gálvez, antaño representante legal de la United Fruit Company (UFCO). Las operaciones para la invasión se iniciaron con una polifacética guerra psicológica para desgastar, aterrorizar, aislar al presidente Árbenz, estrategia a repetirse posteriormente (1960 y 1990) en los para entonces insumisos Cuba (1960), Brasil (1964), República Dominicana (1965), Chile (1973), Granada (1983) y Panamá (1989). La compañía frutera (la estadounidense United Fruit Company –UFCO-, el terrateniente más grande de Guatemala y afectado por las medidas nacionalistas del gobierno de Árbenz) había amenazado abiertamente al Gobierno guatemalteco. Con el gobierno de Eisenhower sus intereses coincidían: el secretario de Estado, John Foster Dulles; su hermano, Allan, jefe de la CIA; su suplente John Walter Bedell Smith; los hermanos Cabot (uno, secretario adjunto para América Latina y el otro, embajador ante las Naciones Unidas) tenían todos íntimos nexos con la UFCO.

Pero no todos los analistas coinciden en que los intereses de la UFCO hayan sido el factor determinante para invadir Guatemala. Conjuntamente ponen su atención en otros factores geopolíticos dentro de la llamada Guerra Fría: la hegemonía de los Estados Unidos en su «traspatio» de «repúblicas bananeras», herencias del supremacismo (ideologías del «Destino Manifiesto», «Doctrina Monroe», la política del «Gran Garrote»). En el escenario de la recién concluida II Guerra Mundial, en la Guerra Fría y luego en la guerra real, la de Corea, enarboló Guatemala desde 1945 el estandarte de una independencia política. Por ello, el gobierno de Arévalo no gozó de simpatías en el gobierno de Truman, mientras que Árbenz pasó a ser el verdadero enemigo «comunista» por atacar la entrega de la economía y la política guatemalteca a Estados Unidos. Se convirtió en un símbolo que debía morir antes de inspirar otros procesos semejantes en el «patio trasero» y más allá. Se creó una ebullición internacional en contra de una Guatemala «comunista». Ante la inminencia de una acción bélica, organismos internacionales tomaron el tratamiento del conflicto, en primer lugar, la Organización de las Naciones Unidas a quien por derecho le competía hacerlo por medio de su Consejo de Seguridad. Pero la intensa presión de Estados Unidos lo impidió. En vez de ello, se entregó el caso a la Organización de Estados Americanos –OEA– instrumento dócil a los mandatos estadounidenses, con obedientes dictaduras militares. Así, en marzo de 1954, la Organización de Estados Americanos convocó en Caracas, Venezuela, bajo la dictadura del general Pérez Jiménez, a la Décima Conferencia Continental cuya agenda giraba en torno al caso Guatemala. Allí, el emisario estadounidense, John Foster Dulles, arremetió contra la «amenaza comunista» de Guatemala. La delegación guatemalteca presidida por el ministro de Relaciones Exteriores y canciller Guillermo Toriello principió su esperado discurso en Caracas, Venezuela, resonando con la desafiante frase del también delegado Miguel Ángel Asturias: «¡Aquí estamos, Simón Bolívar!». Ante el ataque de Dulles a Guatemala por haber comprado armas a un país socialista, el canciller Toriello lo ripostó argumentando que «… aún cuando así hubiera sido, estaría haciendo uso de su legítimo derecho como país soberano para comerciar libremente con cualquier país del mundo. Guatemala no es una colonia norteamericana, ni un Estado asociado que requiera permiso de Estados Unidos para adquirir materiales indispensables a su defensa y seguridad». El historiador Piero Gleijesses anota que «Dulles había hablado de la amenaza del comunismo pero Toriello habló de la amenaza de los Estados Unidos». Y añade que en el «patio trasero» nunca antes se había atrevido alguna de las «repúblicas bananeras» a desafiar a la potencia norteamericana y menos en un foro internacional. Pero la suerte estaba echada: diecisiete países votaron a favor de Estados Unidos, hubo dos abstenciones (México y Argentina) y tan solo un voto en contra de Estados Unidos, el de la propia Guatemala. O sea, permiso para la invasión. La dignidad conquistó aplausos pero no votos. Hubo manifestaciones masivas de indignados desde la propia Venezuela y México, hasta el sur del continente. Respaldos a Guatemala fueron unánimes y planetarios: Berna, Bonn, Buenos Aires, La Habana, Praga, Varsovia, México, Montevideo, Santiago de Chile, París, Londres, Estocolmo, Washington, Tokio, Rangún, la Secretaría General de las Naciones Unidas, capitales centroamericanas, y muchas otras.

Pero internamente, en Guatemala se profundizaron antagonismos sociales. Por el lado conservador, los grandes terratenientes, las compañías estadounidenses (la UFCO a la cabeza), la cúpula del clero, sectores militares y civiles, todos en una intensa campaña de conspiración interna. El arzobispo Mariano Rosell Arellano, proclive a los dictadores Ubico y Franco en España, vinculado a la CIA por el Cardenal Francis Spellman de Nueva York, clamó combatir al «enemigo de Dios y de la Patria», erigiendo al Cristo de Esquipulas como comandante contra el «comunismo», al punto de que el propio embajador del Vaticano y nuncio apostólico, el italiano Gennaro Verolino, lo instaba a no proseguir, disuadiéndolo de su fanático extremismo y de su retórica impregnada de odio. El embajador del «Gran Garrote», John E. Peurifoy, casi desembozadamente aludía a un golpe de Estado e, incluso, a una invasión estadounidense, amedrentando y socavando a oficiales del Ejército. El gobierno de Árbenz insólitamente los dejaba hacer y decir.

En la vertiente opuesta, sectores democráticos apoyaban el programa del gobierno de Árbenz que, sobre lo ya logrado desde 1944, se basaba en cuatro ejes fundamentales: SOBERANÍA en 1) el transporte terrestre de bienes y personas (monopolio ferrocarrilero de la UFCO), mediante la ruta al Atlántico. 2) La vía marítima (monopolio de la UFCO con Puerto Barrios), mediante Santo Tomás de Castilla. 3) Generación estatal de energía eléctrica (monopolio de la empresa estadounidense Electric Bond and Share) mediante la hidroeléctrica de Jurún Marinalá para la industrialización. 4) La reforma agraria: expropiación y redistribución de las tierras improductivas en propiedades mayores a 270 hectáreas o 6 caballerías, pagaderas al valor declarado. La UFCO aceptó vender pero a un valor muy superior del que desde siempre pagaba al Fisco. Nada de lo anterior implicaba nacionalizar empresas estadounidenses, sino crearles sendas competencias para hacer de Guatemala un país capitalista desarrollado e independiente con liberación económica y política, justicia social y, en el fondo, profundo sentido de dignidad nacional. Eso para los Estados Unidos de Eisenhower era «comunismo» y debía ser extirpado. Al lograr la renuncia, en la embajada de Estados Unidos «Peurifoy no cabía en sí de gozo: Jacobo knock out! Se le preguntó: ¿Cuál fue el momento más duro?: Cuando Árbenz quiso armar a las hordas… Pero Ud. había tomado medidas. Sí, y el Ejército no me ha fallado». Árbenz debió exiliarse siendo vejado en el aeropuerto. Y empezó su peregrinaje por diversos países. Solitario en su vivienda en México, falleció el 27 de enero de 1971.

Ese «peligroso y mal ejemplo guatemalteco» fue decapitado a tiempo para el interés estadounidense y destruyendo la democracia en Guatemala. Así lo reconoció, 43 años después, el propio presidente Clinton al venir en 1997 desde Estados Unidos a entregarnos documentos ignominiosos de esa historia. O en 2011 el presidente Obama enviándonos documentos desclasificados del National Security Archives, Colección Guatemala 1954- 1999. Y una pléyade de investigadores estadounidenses.

¿Qué le hubiera sucedido a Guatemala de no haber sido derrocado Jacobo Árbenz? Las respuestas se confunden con obligadas conjeturas y lo único que nos queda es la evidencia terrible desde 1954: retorno del militarismo, conflicto armado interno, persecuciones indiscriminadas y selectivas de líderes académicos, populares y políticos, asesinatos individuales, matanzas colectivas de población civil, desapariciones, un Estado paralelo y su cooptación, aumento de los índices de miseria social, corrupción y saqueo sistemático, putrefacción del sistema «democrático», servilismo a intereses de gobiernos estadounidenses. Sesenta y cinco años, desde 1954 hasta la miseria de este 2019, que podrían estar proclamando: de Opa Locka a Tropa Loca. Pero conscientes sectores de Estados Unidos lo han admitido: Nicholas Cullather, el historiador de la CIA, en cuyo libro sobre el papel de esta en el derrocamiento de Árbenz cita a un funcionario del Departamento de Estado de EE. UU., quien en 1981 reconoció el crimen contra Guatemala: «Lo que daríamos por tener un Árbenz ahora. Vamos a tener que inventar uno, pero todos los candidatos están muertos».


Ex profeso se han utilizado aquí solo fuentes de EE. UU.: Nicholas Cullather; Piero Gleijesses; Stephen Schklesinger & Stephen Kinser; Mario Overall & Dan Hagedorn. De Argentina: Gregorio Selser. De Uruguay: Roberto García Ferreira. Y Fernando Revuelta.

Imagen principal, Gloriosa victoria, mural por Diego Rivera, tomada de Wikimedia Commons.

Jorge Solares

Evocando un desarrollo humano integral con justicia social dentro de una democracia culta, participativa, equitativa, en esta sociedad étnicamente plural, económicamente desigual, políticamente golpeada. El camino, una Ciencia con Conciencia como docente, investigador y editor, integrando Humanidades, Ciencias Sociales y Ciencias de la Salud.

Pido la palabra …

Correo: jorgesolario@gmail.com

4 Commentarios

Fernando Gonzalez 01/07/2019

El 27 de junio no fue así… En una página no se puede contar hechos de junio 1954 tan memorables, aunque haya una buena intención.

    Jorge Solares 01/07/2019

    Muchas gracias, pero tendría que contar con datos que sustentan su opinión para poder comentarla. Siempre a su disposición, atentamente.
    jorge Solares

arturo Ponce 01/07/2019

100 puntos nooo!, 1000 si, muy buen artículo, digno de darlo a conocer a las generaciones actuales porque esa es nuestra verdadera historia. Muchas gracias Sr. Solares.

    Jorge Solares 01/07/2019

    Estimado Arturo: Le agradezco su atento comentario, me complace que le haya parecido bien y quedo a su disposición para lo que pueda serle útil.
    jorge Solares

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