La segunda vuelta ha terminado, Alejandro Giammattei ha sido elegido presidente de la República de Guatemala para el período 2020-2024. La llamada vieja clase política ha culminado una etapa más. Tanto el candidato ganador como la perdedora, Sandra Torres, fueron con anterioridad señalados y acusados por la Cicig. Giammattei por el caso de ejecución de presos en Pavón y Torres por financiamiento ilícito. Giammattei fue llevado a juicio, del cual salió librado. La situación de Torres, al perder ahora su inmunidad como candidata, está por verse. Esta confrontación de ambos con la Cicig llevó a que los dos sacaran el tema de la corrupción de su agenda política y lo sustituyeran con anunciamientos cosméticos.
Los partidos políticos en Guatemala han proliferado sin antes haberse consolidado, convirtiéndose en meras agrupaciones electoreras que surgen y desaparecen. La excepción ha sido la UNE, que ha logrado mantenerse como partido nacional desde el gobierno de Álvaro Colom, entre 2008 y 2011, y como el más grande partido de oposición durante los gobiernos del defenestrado por la justicia general Otto Pérez Molina y el actual mandatario Jimmy Morales.
Esta proliferación de partidos es inversamente proporcional a su calidad política y programática. Muchos se organizan para vivir solo una elección, es decir, cada cuatro años, como una empresa política sin otro interés que el pecuniario o el tráfico de influencias. Se trata de un sistema de partidos que en tres décadas no ha logrado cristalizar la organización de verdaderos canales entre la ciudadanía y el manejo del Estado.
Los partidos políticos guatemaltecos se caracterizan también por formas substitutas del caudillismo. Por ejemplo, Sandra Torres en la UNE, quien va participando por tercera vez, segunda vez efectiva. O Alejandro Giammattei en Vamos, partido creado por él en 2017, en su cuarto intento. Antes lo intentó con GANA, Centro de Acción Social –CASA– y la tercera vez con FUERZA. Lo anterior demuestra el gran peso del presidencialismo en Guatemala, lo que sin duda produce una expectativa ficticia del manejo del poder, ya que existe de todas maneras una separación de poderes, donde el Legislativo cumple un papel preponderante, sobre todo en la aprobación del presupuesto y desde luego en la misma tarea legislativa. Además, el sistema democrático contiene una estructura de pesos y contrapesos que deben llevar a la no concentración el poder. Estos pesos y contrapesos fueron afectados durante el mandato de Jimmy Morales, quien, en parte llevado por una agenda personal y en parte impulsado por los grupos que lo han sostenido, atacó a las cortes, a la oficina del Procurador de los Derechos Humanos y al mismo Tribunal Supremo Electoral, demostrando rasgos inequívocos de un autoritarismo sin substancia.
Los partidos políticos muestran enormes carencias, tanto de democracia interna como de falta de transparencia en su financiamiento. Además, cuentan con plataformas ideológicas endebles y, por lo tanto, susceptibles a que la retórica y propaganda electorera las supere, por ejemplo, la supuesta ideología socialdemócrata de la UNE. Muchos, además, están sumergidos en los entarimados del financiamiento ilícito.
Alejandro Giammattei resultó electo en una votación caracterizada por la gran abstención, que alcanzó el 57.3 por ciento. En la primera vuelta obtuvo 608 083 votos, es decir, el 12 por ciento del electorado. Estas cifras lo definen como un presidente que gana una elección sin una legitimación mayoritaria, al contrario, como producto electoral altamente minoritario. No representa ni el 20 por ciento de la ciudadanía inscrita en la segunda vuelta y tuvo apenas el 12 por ciento de la primera. Por otro lado, el mayor votante ha sido el abstencionismo: solo hubo 3 291 913 votos válidos en la segunda vuelta, que equivalen a apenas el 42 por ciento de los ciudadanos inscritos. Los votos nulos y en blanco sumaron 188 191, es decir, casi el 6 por ciento.
No cabe duda que, analizando de forma global los resultados de las elecciones generales de este año en Guatemala, el gran perdedor es el partido oficial FCN y su candidato Galdámez, que no llegaron ni al cinco por cierto de los votos, aun habiendo usado todo el aparato y recursos estatales que pudieron.
La cuestión relevante para el presidente entrante es cómo gobernará en los próximos cuatro años. Jimmy Morales nos deja un país polarizado, con una imagen internacional dañada por el alto costo político de haber sacado a la Cicig y haber hecho todo lo posible por frenar la lucha contra la corrupción. Además, con la firma de un acuerdo que nos posiciona como un tercer país seguro, acuerdo que no es del todo claro sobre cómo se llevará a cabo y con gran rechazo tanto en Guatemala como en la comunidad internacional.
En pasados días, el presidente electo tuvo un primer encuentro con el presidente saliente. Aparte de estrecharse las manos, para la foto, no se sabe qué temas trataron o cómo lo hicieron. Luego, Gammattei anunció que en su viaje a Estados Unidos pediría el acuerdo firmado por Enrique Degenhart. O sea que no le pide al presidente saliente esta copia, sino tiene que viajar a Estados Unidos a ver si se la dan una. No hace mucho se había puesto muy de moda lo de la soberanía, con estas actitudes no se contribuye a afianzar, en términos de comportamiento, la decisión de defenderla. En otras palabras, de ejercerla de verdad y no solo con expresiones retóricas.
Morales deja un país con una economía en descenso, a causa de la caída de los principales agroproductos de exportación. Con una tasa de empleo informal muy alta. En Guatemala se estima que el 70.2 % de las personas trabaja en el sector informal. Asimismo, el gobierno saliente entregará un bache fiscal enorme, debido al fracaso total de la recaudación. Aduciendo este motivo, el gobierno de Jimmy Morales, presionado por los narcoganaderos y otros sectores obscuros, destituyó al eficiente anterior director de la SAT, Julio Solórzano.
La falta de equidad en la distribución de la riqueza, socialmente creada pero privadamente distribuida, alcanzó con Jimmy niveles inaceptables. La pobreza siguió aumentando, en contraste con la concentración de mayor riqueza. Y esto origina la violencia, la inseguridad e incluso la corrupción. Porque la pobreza tiene causas y también efectos.
Guatemala tiene actualmente un índice de desnutrición infantil y de muerte por hambre demasiado alto, después de Haití, el mayor del continente latinoamericano. Esto se suma a la mortalidad infantil en general y las altas tasas de morbilidad, teniendo un sistema de salud con enormes carencias.
En definitiva, por situación coyuntural y por las estructuras de la desigualdad acompañadas por las de la impunidad, Giammattei debería jugar ahora un papel unificador. De no actuar así, estaría contribuyendo a aumentar la peligrosa polarización, negativa en todos los ámbitos: social, económico y político. Al contrario de Jimmy, es imperativo que se incline al restablecimiento del balance entre los poderes, sobre todo por el bajo número de diputados que tiene. Por último, si el gobierno entrante retoma de una manera seria la lucha anticorrupción, daría un paso adelante para salir del atolladero, de lo contrario seguirá la ineficacia, la pobreza y el enriquecimiento ilícito.
Cuando los ciudadanos concurren a las urnas cada cuatro años, realizan un acto democrático fundamental, pero la democracia no son solo las elecciones. No es solo cuestión de cada cuatro años, de poner en funcionamiento un mecanismo vertiginoso de propaganda, de pagos ocultos, de compra de afiliados. Porque hoy la democracia es como un péndulo entre la realidad y la utopía. Entre el sueño y la pesadilla de despertar con la inseguridad y la pobreza tocando las puertas. Se requiere de una democracia que suministre bienestar y que resuelva los problemas de la sociedad.
2 Commentarios
Sabemos sobradamente EL QUE, pero no hemos encontrado el COMO. DONDE, QUIENES, CUANDO. El congreso es el que debería liderar estas reformas, pero llega cada inepto que no modo que entiendan que no entienden, que sepan que no saben. ¿Debemos plantearnos la pregunta? ¿Como lo haremos? A mi juicio hay que principiar por el principio Y convocar a una ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE Y SOBERANA para que no esta atada a la ACTUAL CONSTITUCIÓN que tiene muchos candados que hacen inviable una reforma profunda como cambiar el régimen de gobierno y pasar del sistema presidencialista a una sistema parlamentario, también una reforma profunda en el sector justicia con jueces y magistrados vitalicios. Pero esta agenda ¿quien la propondrá? Tendría que ser una propuesta de los partidos de nuevo cuño.
Muchas veces, en diferentes circunstancias, contextos y temáticas he escuchado afirmaciones como el decir que el problema de Guatemala se centra en la debilidad de sus instituciones. Es decir, la responsabilidad recae en entes vacíos, formas sin contenido. Y siempre he dicho que podemos tener la mejor institución, digamos en salud, sin el personal correspondiente en lo administrativo y lo académico, esa institución es inservible. En otras palabras, lo importante es la calidad y cualidad humana de cada institución.
Exactamente lo mismo se puede afirmar sobre los llamados partidos políticos, es decir que en la medida que las personas que se organizan alrededor de una instancia organizativa como un partido NO asuman, tengan, desarrollen calidades y cualidades político ideológicas claras, contundentes, con definidas orientaciones hacia la búsqueda e implementación de soluciones de las diversas conflictividades y carencia de Guatemala, la cosa va a seguir caminando hacia atrás.
Finalmente, el titiritero actual, el jimmy, ha estado sentado en el sillón sin contar con un mayoritario apoyo de los votantes, sin contar con equipos capaces de conducir la vida publica como corresponde, y sin embargo sigue sentando en el sillón y con toda la corruptela e impunidad ha logrado articular fraudulentamente a su sucesor que sin el menos empacho va a continuar por la misma senda de entrega de todo a los poderes facticos económicos y políticos ultraconservadores, reaccionarios con tendencias de encaminar sus métodos políticos hacia las orientaciones fascistas como ya se esta desarrollando en Brasil con todo el beneplácito y aplausos del imperialismo yanqui.
En Guatemala queda claro que la imperial triada yanqui, sionista y taiwanesa incremente su presencia y poderío económico, político, militar y territorial en Guatemala. Por lo tanto, a ese ¿y ahora qué? No podemos continuar jugando con los “tradicionales sesudos análisis”, con las “doctorales tesis” y/o elaboración de |sabiondas nuevas teorías”. Queda lo que hace bastante tiempo sabemos y no hemos tenido ni el coraje ni la capacidad de hacerlo: Organizar la Lucha Popular para la Toma del Poder con la directa y protagónica participación de todos los sectores sociales con indiscutible claridad político e ideológica desde los pueblos y desde las clases sociales.
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