¡El águila con sus feroces garras atacando a sus víctimas! Recordamos esa imagen en la universidad estatal, donde un águila devora a su presa, esa águila representa al Gobierno de Estados Unidos y su sed imperialista de expandir su terreno de control social, político, ideológico, económico y demás, mientras las víctimas son, naturalmente, los países tercermundistas de América Latina.
Los gobiernos norteamericanos siempre han considerado a América Latina como su patio trasero, una extensión de su territorio en el cual pueden intervenir a su gusto, quitando y poniendo gobiernos, haciendo experimentos en seres humanos o apoyando a los ejércitos a la hora de los conflictos armados, para que puedan hacer la guerra directa a aquellos grupos que están en contra de sus intereses. No debemos olvidar que, en Guatemala, el conflicto armado interno, durante el cual los gobiernos estadounidenses brindaron apoyo al Ejército –especialmente el de Ronald Reagan–, dejó 200 000 muertos, 45 000 desaparecidos y un millón de desplazados. Sin embargo, conforme fueron evolucionando las sociedades y los medios de comunicación, las formas de intervención han sido más sutiles, pero no por eso menos crueles.
Ahora, Estados Unidos quiere imponerle a Guatemala un acuerdo que nos obliga a ser un «tercer país seguro», lo cual, en pocas palabras, significa que Estados Unidos puede enviar a Guatemala a cualquier persona que busque residir en su territorio por cualquier motivo, desde económico hasta político, mientras evalúa si le otorga el asilo o no. Esto convertiría a Guatemala en un campo de concentración de migrantes de todas las nacionalidades que no tendrían los recursos mínimos para subsistir de forma digna. Además, el Estado de Guatemala debe proveerles a estas personas, un lugar donde vivir, alimentos, salud, entre otros. ¿Cómo lo logrará si no puede brindarle eso a su propia población? No olvidemos que más del 60 % de la población guatemalteca vive en pobreza y extrema pobreza. Por otro lado, aceptar ser el tercer país seguro nos pondría más a la merced de Estados Unidos, nuestra economía y sistema político estarían aún más en sus manos.
Es muy llamativo que el Cacif y otras cámaras empresariales estén de acuerdo con el acuerdo firmado con Estados Unidos, esto viene a corroborar que para ellos la soberanía del país no es importante, ya que lo único que les importa es mantener aplacada la ira del gobernante de Estados Unidos para no perder en sus negocios. No piensan que este acuerdo solamente significará un aumento de la conflictividad en el país, ya que las condiciones de la población sin recursos serán aún más precarias.
El Congreso de la República de Guatemala debería rechazar dicho convenio, pero todos sabemos que los intereses de la mayoría de los representantes legislativos están del lado de la corrupción y la impunidad. Por lo tanto, si existiera algún tipo de soborno, lo más seguro es que estos legisladores ratificarían el acuerdo.
Pero en toda esta coyuntura hay un elemento que debemos rescatar: la sociedad civil está despertando. Un claro ejemplo son los hechos que sucedieron la semana recién pasada. Debido a remodelaciones al hemiciclo parlamentario, los congresistas se reunirían en el Museo de la Universidad de San Carlos, con miras de conocer el acuerdo en cuestión, sin embargo, la Asociación de Estudiantes Universitarios tomó las instalaciones, evitando así que la sesión se llevara a cabo. Las sesiones debieron realizarse en un hotel, en medio de manifestaciones ciudadanas, pero por falta de cuórum no se llegó a ningún acuerdo.
Aunque pareciera que la sociedad está despertando, también está claro que el Gobierno de Estados Unidos hará todo lo posible para que el acuerdo firmado ilegalmente por el ministro de Gobernación sea ratificado, por esta razón envió a Kevin McAleenan, secretario interino de Seguridad Nacional, para avanzar en los procedimientos establecidos.
Pareciera que se está volviendo a la política del gran garrote instaurada por Theodore Rooselvet a principios del siglo pasado, en la que a cualquier gobierno que no hacía lo que Estados Unidos pedía, le daban un garrotazo (económico, político o social). Además, Donald Trump está implementando la política de la intervención directa en todos los campos, incluyendo los medios de comunicación y las redes sociales.
Mientras tanto, en Guatemala se está desencadenando una serie de conflictos sociales que puede desembocar en un conflicto de mayor intensidad. Solo para mencionar algunos, para la semana siguiente algunas organizaciones han convocado a un paro nacional, además, los estudiantes de la Universidad de San Carlos han tomado las instalaciones del campus central y exigen cambios estructurales en la universidad, así como una postura en contra del acuerdo de «tercer país seguro».
Lo que le viene a poner la guinda al pastel es la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se llevará a cabo el domingo 11 de agosto, ya que la población desconfía de las propuestas de los dos candidatos que aún están en la contienda, porque no hay una postura clara para la solución de los problemas principales de la nación, al contrario, se les ve aliados a los mismos sectores que han estado cooptado el Estado.
Estamos, entonces, frente a un país convulso, en donde los problemas brotan como los hongos en invierno. Si no se atacan las causas primordiales de estos problemas y se permite que la población tenga acceso a los servicios básicos, el resultado será un conflicto de mayor envergadura que nos hará retroceder más de lo que hemos retrocedido en estos cuatro últimos años.
Un Commentario
Compartiendo lo expuesto en el editorial, ¡El águila con sus feroces garras atacando a sus víctimas!, me permito puntualizar.
La degradante e insultante prepotencia gringa sobre Guatemala, dado el elevado beneplácito y asquerosa sumisión desde las arrastradas cupulas económicas, agro, industria, comercio, banca, de los sectores políticos, de las supuestas autoridades de las instituciones estatales, y un amplio sector de la ciudadanía, ya ha superado eso de ver al país como su patio trasero. En realidad, ahora, lo ven, lo tienen y lo usan como su bacinica. Esa bacinilla no tiene el olor de estiércol por el trato que dan, incluso a sus propios lacayos, sino que ahora lanzan a seres humanos por ellos, los racistas y supremacistas gringos, considerados desechos.
No es que “pareciera”. La Doctrina Monroe con su herramienta de la Zanahoria y el Garrote se encuentra nuevamente recorriendo las venas de Nuestra América, Afrodescendiente, Indígena y Mestiza.
A Guatemala la están llevando, por la fuerza del miedo, silencio, desorientación y desorganización político e ideológica de sus pueblos y clases trabajadores del campo y la ciudad, a los tiempos del ubiquismo cabrerista-carrerista con las modalidades del anticomunismo de la seguridad nacional gringa.
Dejar un comentario