¿A dónde va Europa?

Entre el 23 al 26 de mayo tienen lugar las elecciones de los 751 escaños del Parlamento Europeo. Se trata de uno de los recintos legislativos más poderosos del mundo, ya que representa a 28 países europeos y cerca de 500 millones de personas. Una amalgama de culturas e idiomas. La fundación de la Unión Europea tiene raíces en el sentimiento pro paz surgido fuertemente después de la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial.

La Unión Europea ha venido expandiéndose como un bloque supraestatal integrado, que pretende en su retórica apoyar los procesos democráticos en todo el mundo. La supraestatalidad ha llevado también a una homogenización que se acerca a un proceso de limitación de las soberanías y a la competencia del Estado nacional.

La crisis migratoria de 2015, con la llegada repentina de cientos de miles de ciudadanos sirios que se sumaron a los miles de africanos que han venido tratando de alcanzar territorio de la Unión en busca de una vida mejor en lo económico, produjo un impacto social, mediático y cultural sin paralelo desde el fin de la Segunda Guerra. Los sectores nacionalistas aumentaron su influencia y los partidos de corte antiinmigrante y confesión patriótica a ultranza han crecido en las urnas, desde Vox en España a los Demócratas de Suecia, pasando por el Frente Nacional de Le Pen en Francia. Ahora, en estas elecciones legislativas europeas, la cuestión de la inmigración y su control adquiere dimensiones superlativas, pronosticándose un ascenso de los partidos populistas/nacionalistas ubicados en el espectro político en la ultraderecha.

De esta manera se prevé el rompimiento bipolar de los bloques representados por los socialdemócratas en el marco del llamado Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas y, por otro lado, los partidos burgueses y/o de derecha democrática organizados en el bloque llamado Grupo del Partido Popular Europeo, abreviado como EPP, que es por ahora el que tiene el mayor número de parlamentarios. El debate se ha centrado en el marco del avance de la ultraderecha y en la necesidad de encontrar soluciones humanas a la cuestión migratoria por el otro.

El terrorismo y criminalidad deviene como un tema inevitable y urgente con enfoques antagónicos. Los sectores conservadores demandan una especie de mano dura con mayores controles y una política de refugio menos generosa. La ultraderecha apela a mayor independencia nacional y local para combatir la migración que consideran ilegal.

En cuanto a la seguridad, se expanden los sectores en toda Europa que esperan un mayor control de las fronteras comunes y perimetrales. Los actuales instrumentos europeos para la seguridad son el Pesco, o Permanent Structured Cooperation, creado en 2017, que impulsa un crecimiento de la cooperación militar europea con objeto de consolidar la seguridad en la Unión y sus capacidades de defensa. También el llamado Frontex o la Oficina y Guardia Europea de Fronteras y Costas. Respecto a ambas instancias y desde la izquierda europea, surgen voces críticas de lo que consideran una militarización en Europa que solo llevará a aumentar los gastos militares en detrimento de los sociales, a la vez que convertirá a Europa en una potencia de agresividad militar, alejándose de la idea germinal y fundacional de trabajar por la paz.

Otro aspecto criticado por organizaciones europeas ha sido la ausencia de una política de libre locomoción de la fuerza de trabajo. Se cuestionan las restrictivas políticas europeas de migración. Ya antes de la crisis financiera global, Europa había cerrado sus puertas a los inmigrantes. El acuerdo de Dublín, por ejemplo, es una manera legalista de limitar la emigración.

Con la globalización se había creído que el traslado de capitales y la liberación del comercio crearía un mundo sin fronteras y los Estados nacionales pasarían a la historia. Pero los hechos demuestran que la movilidad es exclusiva del capital y no de la fuerza de trabajo. además, que existen ciudadanos del primer mundo y otros de segunda y hasta tercera categoría.

Se restringe no solo la migración sino la libre movilidad de personas no europeas, bajo un orden legal en el que subyace el racismo y la exclusión. Europa ha levantado un muro hecho de leyes y actitudes antiinmigrantes. Una especie de muralla invisible con una burocracia insensible. No solo en Estados Unidos se persigue a los inmigrantes y no solamente ahí hay mojados.

Por último, el prurito democrático. ¿Es la Unión Europea un proyecto realmente democrático? O constituye una integración de capital transnacional cuyas prioridades son sectoriales y por lo tanto imposibilita a la Unión y a su Parlamento para actuar de manera eficaz y pronta en las luchas democráticas de los pueblos, incluidas las mismas naciones miembros de la Unión como Hungría, Polonia y ahora Austria, donde gobiernos autoritarios han destruido gran parte de la libertad de expresión, la sociedad civil y las manifestaciones de la oposición. De nuevo el dilema de contrastar la esencias de la Unión entre pro paz y democrática o lo contrario, neoliberal y de capitalismo sectorial globalizado. En todo caso, el domingo sabremos hacia donde el espectro ideológico y político dirigen ahora a Europa en el plano legislativo.

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