La represión violenta e indiscriminada en la pretendida consulta independentista de Catalunya y la masacre, también indiscriminada, en Las Vegas son sucesos para reflexionar sobre el mundo que estamos dejando a la nuevas generaciones y el lugar que nuestros insignificantes países tienen en ese juego de supuestas potencias.
Los hechos catalanes evidencian la sordera y prepotencia política a la que pueden llegar las élites concentradas en extraer del Estado los mayores y más rápidos beneficios privados. La gran prensa internacional, aliada a los más importantes medios comerciales españoles, ha dejado de lado y hasta escondida la podredumbre que corroe a la clase política española y, en particular, al Partido Popular (PP) en el Gobierno, en nada diferente a la que se descubrió en Guatemala, el Salvador y Costa Rica. Y, aunque no ha salpicado directamente al jefe de Gobierno Rajoy, hay evidencias de que estuvo enterado de los robos y ha brindado su solidaridad y protección a los detenidos. Al estilo Jimmy Morales, Mariano Rajoy dice luchar contra la corrupción, pero de manera efectiva no hace nada para que sus correligionarios sean llevados ante los tribunales. Al estilo chapín hace de mártir y se dice perseguido por los jueces.
El caso catalán era una crisis anunciada, dada la cerrazón de los gobiernos nacionales y locales sobre el asunto. La demanda soberanista, legítima como todas las demandas de ese tipo, fue potenciada por los distintos gobiernos mientras fue provechosa a las derechas locales y nacionales. El catalán Jordi Pujol, hoy enjuiciado por evasión millonaria de impuestos junto a sus hijos, fue presidente de Catalunya durante veintitrés años, tiempo durante el cual fue sostén importante de los gobiernos centrales, mientras demagógicamente estimulaba el independentismo conservador.
Si en la desmembración de la antigua Yugoslavia (república federal) toda la Europa “occidental” (capitalista) apostó grandes cantidades de dinero, armamento y propaganda para favorecer la fragmentación, promoviendo regímenes neoliberales nacionalistas en cada uno de los miembros de aquella federación, en el caso español, durante décadas, se ha hecho caso omiso a esa diversidad, queriendo castellanizar cultural y políticamente a toda la sociedad, durante y después del franquismo. La declaración unilateral de independencia de Kosovo, en detrimento político de Serbia, fue apoyada por casi toda Europa y Estados Unidos. Con Catalunya, sin embargo, se actúa totalmente en contrario, cerrando a los catalanes el derecho a obtener mayor autonomía, aun dentro de una posible federación española más moderna en su organización política.
Ciegos ante las diferencias, los regímenes conservadores españoles de los últimos cuarenta años han querido negar las centenarias diferencias culturales y sociales, concentrados en fortalecer a una élite económica que ha demostrado no solo estar vinculada a la corrupción nacional y extranjera, tal el caso de TCQ en Guatemala, sino tender a depauperar a la mayoría de trabajadores españoles.
La masacre de Las Vegas, por su lado, es clara evidencia de que la venta indiscriminada de armas de fuego puede, no solo estimular sino posibilitar delirios asesinos en supuestos ciudadanos comunes. El falso liberalismo estadounidense ha hecho que un individuo anodino como Stephen Paddock, apostador empedernido, realizara la mayor masacre de la que se tenga idea en los últimos tiempos. No era un “bad hombre”, como califica el prepotente presidente estadounidenses a los inmigrantes latinoamericanos. Era un blanco, elector republicano y asiduo visitante de los casinos, centros de negocios lícitos e ilícitos que, sin inmutarse ante tanto dolor y espanto, han continuado abiertos a la diversión y las apuestas pues, en la lógica y ética del mercado, lo que importa son las ganancias y no las personas.
La libertad no consiste en vender lo que se quiera a quien quiera, sino, sobre todo, en el derecho a ir y venir, pensar y decir sin tener que ser vigilado. Pero la libertad de los mercados termina exactamente donde la mercancía puede convertirse en riesgo para otros ciudadanos. El mercado de las apuestas es un caldo de cultivo para la euforia efímera y la agresión. El dinero, como fetiche, causa de violencia y criminalidad. Y la venta indiscriminada y masiva de armas y municiones, estímulo para hipócritas masacradores.
España enfrenta posiblemente el mayor desafío de nuestra época: asumir que, a estas alturas de la historia, la reunión de distintas naciones que conviven pacíficamente bajo una misma organización puede lograrse solamente si dichas naciones gozan de mucha más autonomía.
Estados Unidos debe, por su parte, recuperar el sentido profundo de la libertad, que no es el liberalismo de los mercados sino la libertad individual en hacer y pensar.
En nuestros pequeños países periféricos, en particular en Guatemala, debemos comenzar a considerar con seriedad la cuestión plurinacional, fortaleciendo nuestras diferencias para consolidar nuestra unidad, exigiendo además un férreo control al comercio y tráfico de armas y municiones, en particular a lo que silenciosamente se esfuma de los arsenales del Ejército.
Un Commentario
Muy buen editorail con temas puntuales y conexiones sugerentes con nuestra realidad. Felicitaciones.
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