Integrar la diversidad

En Lima, Perú, se lleva a cabo una poco ortodoxa Cumbre de Las Américas. Entre el 13 y 14 de abril 35 jefes de Estado o sus representantes se juntan para tratar un tema central: «Gobernabilidad democrática frente a la corrupción». Las llamadas cumbres habían venido cumpliendo un papel de integración al más alto nivel de los poderes ejecutivos de los países americanos, incluyendo a los Estados Unidos y al Caribe. Sin embargo esta VIII Cumbre se diferencia por la notable influencia de los Estados Unidos y un grupo de 11 países afines que decidieron excluir al mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, e invitar en su lugar a representantes de la oposición, situación avalada por el secretario general de la Organización de Estados Americanos. Hecho, en una perspectiva amplia, insólito ya que las cumbres no son instrumentos regionales regidos por reglamentos, sino plataformas de encuentro para profundizar el llamado diálogo de las Américas. Algo comparable con la antigua exclusión de Cuba de los sistemas americanos y de la misma OEA. Se percibe que de nuevo el Big Brother que habla en inglés y nos dice qué hacer, cómo y con quién y además se dedica con ahínco a construir un muro físico y mental para excluirse a sí mismo del resto de América.

La exclusión de Maduro levanta contradicciones en el seno de los países latinoamericanos, ya que el método de exclusión por razones político/ideológicas choca con los procesos de integración económica, cultura, social y cultural. Se crean bandos a favor y en contra de las exclusiones, y en este caso concreto se excluye a Maduro por «razones democráticas» pero se invita al fraudulento presidente hondureño Hernández que desafió incluso a los observadores de la misma OEA con su fraude mayúsculo. Hernández, sin embargo, fue inmediatamente reconocido por la administración Trump. Tampoco se tocan, en el cuadro de una corrección política extrema, temas de verdadero fondo como la lucha contra la corrupción en Guatemala y las fuerzas oscuras, incrustadas en el mismo Gobierno, que se resisten a desaparecer y soltar la cooptación del Estado. México y su narcoestado no es cuestionado, ni se levanta una discusión sobre cómo el narco es una parte oculta estructural del Estado mexicano y de otros Estados en el continente. El narcotráfico como fuente de violencia, corrupción y absoluta falta de certeza democrática y justicia.

El mundo actual exige al continente latinoamericano y al Caribe niveles reales de integración, mayores y más profundos. Resulta una condición indispensable para poder participar competitivamente en una economía global que concentra capitales, tecnología y poder político en la Unión Europea, en los Estados Unidos y en regiones del Asia. De ahí que resulte un obstáculo y casi un sabotaje comenzar nuevamente con la tradición de excluir a las «ovejas negras »sin darles la oportunidad de escucharlas, defenderse y en todo caso propiciar el diálogo con la oposición.

América Latina y el Caribe presentan enormes desigualdades entre sí a pesar del predominio lingüístico concentrado mayormente en tres idiomas (castellano, inglés y francés). Las diferencias estriban en los diferentes niveles de desarrollo económico y social. Los niveles de pobreza marcan los de desarrollo. Argentina es menos pobre que Haití. Existen diferencias también en solidez o inmadurez de sus democracias. Chile, Costa Rica y Uruguay tienen un desarrollo y certeza democrática mayor que Honduras, Nicaragua, Venezuela o el mismo Perú.

Comparando con la Unión Europea y sus decenas de idiomas, debería haber un proceso de integración más fácil y rápido en nuestro continente, pero no es así debido a las diferencias mencionadas. Los procesos de integración en todo caso deben caminar con mayor visión continental, en aras de construir regiones o subregiones más fuertes y solventes en el continente y en el Caribe, y poder conjuntamente dialogar en circunstancias más igualitarias con los Estados Unidos, con Rusia y China, y con los europeos. El apoyo a la democracia en todas sus formas cabe desde luego en un modelo democrático de integración en diversos niveles donde la negociación y los acuerdos construyen los caminos en el mapa americano.

Estamos lejos todavía del gran sueño de Simón Bolívar, de su destruida Gran Colombia, o del sueño de Morazán y la despedazada Provincias Unidas de Centroamérica. Es urgente recuperar la visión de una América unida y capaz de solventar conjuntamente con el diálogo y una reglamentación negociada en diversos niveles y que sobrepase fronteras, lo que daría a nuestro continente un peso mayor en las decisiones globales de todo tipo. Se trata entonces de integrar las diferencias en la existencia de la diversidad en la unidad americana.

Un Commentario

Saul Guerra 17/04/2018

Excelente editorial, sin embargo, el regimen de Nocilas Maduro jode la democracia, y tasajea los derechos humanos inherentes a la vida democratica.
No podemos, ni debemos, exculpar en nombre de la ideologia, a quienes violan los mas elementales derechos humanos brotados desde la Revolucion Francesa.

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