Queremos que nuestro país esté en las mejores posiciones de índices de desarrollo. Que no se diga que somos un país tercermundista, que no se nos diga República bananera y que se nos respete como Estado independiente. Queremos que se nos aprecie por nuestra cultura, por nuestros paisajes, por nuestras tradiciones, por una serie de situaciones positivas que son válidas en una sociedad. ¿Pero qué hacemos por lograr alcanzar estándares nivelados de vida?Para hacer una comparación con países que ha superado muchas vicisitudes sociales que nosotros estamos con el entusiasmo de superarlas, pero que no se han concretado aún. Como decía un gran filósofo, lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer.
Escuchamos mucha información sobre el Corredor Seco, y la tomamos como una noticia más, que ni nos gusta, ni nos enfada. Pero, a pesar de su significado tan nefasto, nadie logra disminuir los daños que ocasiona, especialmente la desnutrición en la población infantil. El Corredor Seco es una región de Guatemala que cubre parte de los departamentos de Baja Verapaz, Zacapa, El Progreso, Jalapa, Chiquimula, Jutiapa y Santa Rosa. Es muy vulnerable a las sequías, y en algunas partes no cuenta con seguridad alimentaria, además de tener un alto grado de pobreza extrema. Esa área incluye 3 236 poblados de ocho departamentos, donde se calcula que viven 1 251 324 personas.
Este año, estas áreas se encuentran nuevamente en riesgo, en lo que a desnutrición aguda se refiere. Y son los niños menores de 5 años los más vulnerables para padecer este daño. Según el informe del Ministerio de Salud de enero al 24 de febrero del 2018, son seis niños murieron por desnutrición aguda (cuatro varones y dos niñas).
Es devastador pensar que todas las familias que viven en el Corredor Seco presentan riesgo de inseguridad alimentaria. Es aquí donde el Estado, mediante su Ministerio de Agricultura y los diversos programas de seguridad alimentaria, debe centrar esfuerzos para combatir la hambruna sufrida por la población. Pero en lugar de esto se gastan los esfuerzos en publicidad, socialización y posibles capacitaciones a funcionarios, según indica el mismo Ministerio, pero no se lleva a la práctica acciones que disminuyan los porcentajes de desnutrición de la población.
Se prevé para este año una desnutrición aguda moderada en los departamentos de Sacatepéquez, Alta Verapaz y Retalhuleu. Mientras que niños que pueden padecer desnutrición severa se encuentran en Guatemala, Escuintla, Chiquimula e Izabal. Tomando siempre la fuente del Ministerio de Agricultura. Estos datos son alarmantes, debido a que se estima los daños que causarán, pero los diferentes entes no toman acciones para terminar definitivamente con este flagelo.
Pero, ¿qué impide disminuir los índices de desnutrición del país? Los factores son varios, sin embargo, el principal es decisión política de hacer cambios en la estructura del país. No basta con crear una serie de políticas públicas que en un papel quedan muy bien, pero cuando se confrontan en la práctica no se pueden implementar por la falta de condiciones esenciales, entre las cuales están la poca o ninguna asignación de recursos económicos, falta de personal capacitado en las zonas afectadas (médicos, salubristas y demás) y, lo no menos importante, la voluntad política.
Guatemala es un país dependiente económicamente de mercados internacionales, la inversión en estos poblados que padecen de desnutrición no es atrayente para el capital económico, por lo que el único recurso que queda es la seguridad alimentaria que los gobiernos impulsen en este sectores, y no existe voluntad política de hacerlo, pues a los políticos partidistas no les interesan esas regiones pues no solo no les garantizan llegar a ocupar un puesto electoral, sino que económicamente no les representan ganancias.
Lamentablemente los partidos políticos guatemaltecos no incluyen dentro de sus planes de trabajo la erradicación de la pobreza y la pobreza extrema, que trae como consecuencia una serie de problemas, entre ellos el que estamos tratando.
Unos datos importantes para comprender la desnutrición infantil:
Cuatro de cada diez niños y niñas (43.4 %) menores de cinco años presenta desnutrición crónica (la que mide la altura en relación a la edad), condición que provoca menos retención escolar, menor productividad, propensión a padecer enfermedades y hasta pérdida del coeficiente intelectual, efectos irreversibles durante toda la vida. La desnutrición crónica afecta a ocho de cada diez (80 %) de los niños y las niñas indígenas.
Cerca de tres millones de guatemaltecos carecen de acceso al agua potable y aproximadamente seis millones no tienen acceso a servicios de saneamiento mejorado.
La matriculación en la enseñanza primaria se ha incrementado notablemente los últimos años, llegando hasta 96 %. Sin embargo, la permanencia en la escuela sigue siendo un problema esencial, ya que solo cuatro de cada diez niños y niñas que comienzan este ciclo lo culminan. Las niñas mayas asisten, en promedio, solo tres años.
Nuestra insistencia en estos temas, que no son del agrado de muchos, lo escribimos y recalcamos para tomar conciencia que lo primero que hay que hacer es un proyecto de nación o programa nacional de desarrollo, o como se le quiera llamar, pero que incluya la lucha contra este flagelo de la sociedad.
La corrupción y la transparencia han tomado una relevancia en nuestro país que es importante, pero que se queda en denuncia y no en aplicación de una política efectiva para desarrollar Guatemala. No es difícil, pero nos topamos con una falta de voluntad política, debido a que los gobernantes piensan que aplicando verdaderamente una auditoría social e impulsando programas de desarrollo van a perder privilegios, a los cuales ni siquiera tienen derecho, sino que se los arrebatan al pueblo de Guatemala. Cuando vemos diputados embarrados de oro por todos lados, presidentes con gafas de costo exorbitante, no damos cuenta que estos no ejercen su función para administrar, sino para enriquecerse.
Tenemos que cambiar la forma de elegir nuestros funcionarios públicos, ya que son ellos los que pueden crear las políticas públicas para verdaderamente terminar con los problemas sociales, económicos y políticos.
La desnutrición es el mayor de los males que padecemos, pues asesinamos el futuro de Guatemala. Digamos sí a la vida, pero con programas que terminen con la desnutrición infantil.
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