-Daniel Camacho Monge | PUERTAS ABIERTAS–
El amor entre Edelberto Torres Rivas y Costa Rica comenzó en un restaurante de la Ciudad de México, sin que algún costarricense estuviera presente.
El Consejo de Rectores de la Confederación de Universidades de Centro América (CSUCA), entonces con sede en la Universidad de Costa Rica, decidió, no más iniciada la década de los años setenta del siglo XX, constituir el Programa Centroamericano de Ciencias Sociales, con el fin de impulsar el avance de esas ciencias en la región centroamericana.
Entre las opciones consideradas para el cargo de director de ese programa se encontraba Edelberto, quien, a la sazón, capeaba en México las durezas del exilio, al principio ejerciendo diversas ocupaciones, incluida la venta de enciclopedias, y más tarde ejerciendo la investigación y la docencia en la Universidad Nacional Autónoma de México –UNAM–, institución que lo valoró altamente, pero donde su condición laboral era precaria a causa de condicionantes administrativos, reglamentarios y burocráticos.
Lo que tuvo lugar en ese restaurante mexicano, cuyo nombre ignoro, fue una cena-entrevista dentro del proceso para elegir director del mencionado Programa de Ciencias Sociales. Además de Edelberto, participaron en la reunión dos singulares centroamericanos, el entonces secretario general del CSUCA, Sergio Ramírez Mercado, hoy premio Cervantes de Literatura, quien fue vicepresidente de la Nicaragua heroica y esperanzadora del primer gobierno revolucionario, el cual hoy añoramos. El otro comensal era Ítalo López Vallecillos, a la sazón, director de EDUCA, la editorial del CSUCA, reconocidísmo poeta salvadoreño, uno de los cercanos consejeros del humilde arzobispo, hoy ungido como san Romero de América. De Edelberto ellos solo conocían sus atestados, pero Ítalo me contaba que después de un rato de conversación, un cambio de señales entre él y Sergio significó que en ese instante daban por cerrado el proceso de entrevistas y ahí mismo le ofrecieron en firme el cargo a su interlocutor, quien de inmediato aceptó. Eso muestra el carisma que acompañó a Edelberto toda su vida, su lucidez que tampoco lo abandonó hasta el último instante y su respetuosa mirada de las ciencias sociales.
Unas semanas después, aterrizó en San José y de inmediato acudí a conocerlo a su primera residencia en Costa Rica, un pequeño apartamento en el barrio Francisco Peralta, porque, en mi condición de director del Departamento de Ciencias del Hombre y luego decano de la recién creada Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica, yo formaba parte del Consejo Académico del Programa Centroamericano de Ciencias Sociales que él venía a organizar. En ese momento se inició un febril y prolífero trabajo conjunto que se prolongó por varias décadas y atravesó diversas instituciones nacionales e internacionales de ciencias sociales.
Con su perspicacia, Edelberto comprendió desde el primer momento la importancia de aprovechar la masa crítica de la Universidad de Costa Rica para cumplir la misión que el CSUCA le encomendó: contribuir a impulsar el desarrollo de las ciencias sociales en Centroamérica. A la época, la Universidad de Costa Rica había logrado un importante desarrollo de las ciencias sociales; existía una prestigiosa Facultad de Ciencias Económicas en la cual se respiraba la influencia de Rodrigo Facio, nada menos; igualmente sucedía en las Escuelas de Historia y Geografía con Carlos Monge Alfaro, Rafael Obregón Loría y Carlos Meléndez; de Psicología con Gonzalo Adis; de Antropología y Arqueología con Carlos Humberto Aguilar Piedra y María Eugenia Bozzoli; de Comunicación con José Marín Cañas y Alberto Cañas Escalante; de Trabajo Social con Francisco Herrera. Se ejecutaban numerosos proyectos de investigación y se editaban libros y revistas. La Escuela de Sociología, fundada por el mentor Eugenio Fonseca Tortós, contaba con un elenco de profesores con maestrías y doctorados, algunos que la propia universidad envió a cursar estudios de posgrado en el exterior, entre los que me cuento.
Las otras universidades centroamericanas habían realizado esfuerzos similares con parecidos positivos resultados, pero debe recordarse que la guerra mundial de baja intensidad, en Centroamérica se combatió con alta intensidad, lo cual tuvo efectos desastrosos en la sociedad, incluidas las universidades. No es posible en este espacio entrar en detalles, pero baste recordar que hubo en Guatemala épocas en las cuales se asesinaba a un profesor universitario cada día, la Universidad de El Salvador fue varias veces ocupada y saqueada por el ejército, en Nicaragua Somoza no tenía piedad con los estudiantes que osaban manifestarse en las calles, en Honduras, sin que haya sido posible encontrarlos hasta hoy, desaparecieron estudiantes, profesores y dirigentes de sindicatos universitarios.
Visionario fue el Consejo de Rectores del CSUCA, al crear el Programa de Ciencias Sociales con carácter centroamericano, a fin de paliar el gran vacío provocado por la muerte o el exilio de los científicos sociales de esos pueblos mártires. Y fue también visionario el CSUCA al escoger a la persona apropiada.
Edelberto comenzó sus tareas organizando en el CSUCA un programa de investigación sobre Centroamérica, al cual, además de algunos académicos de la UCR, se incorporaron profesores del exilio centroamericano y, más tarde, del exilio chileno y de otros países latinoamericanos sometidos a dictaduras. Fundó Edelberto la Revista Estudios Sociales Centroamericanos de altísima calidad y orientada hacia el pensamiento crítico; propuso a la Universidad de Costa Rica la creación de la Licenciatura Centroamericana de Sociología, iniciativa que apoyamos sin reservas quienes ocupábamos cargos de dirección en nuestra institución. Además de contar con la infraestructura material y académica de la Universidad de Costa Rica, Edelberto se propuso recuperar para Centroamérica, ofreciéndoles docencia e investigación en el Programa, a distinguidos científicos sociales centroamericanos que se encontraban en universidades europeas y estadounideneses. Esa estrecha colaboración del Programa de Ciencias Sociales con la Universidad de Costa Rica dio como resultado una Licenciatura en Sociología que ostentaba muy alto nivel, al punto de que muchas veces se nos reprochó llamarla Licenciatura cuando en realidad tenía el carácter de una rigurosa maestría académica.
El efecto buscado se produjo. Luego de los acuerdos de paz de Centroamérica, cuando nuestra región recuperó alguna normalidad, los graduados de la Licenciatura Centroamericana en Sociología desempeñaron y siguen desempeñando altas responsabilidades en el desarrollo de las ciencias sociales de sus respectivos países. Me consta en lo personal, porque en mis desplazamientos por la región ahí he encontrado a mis alumnos de entonces. La misma influencia tuvieron los resultados de las investigaciones del Programa y sus publicaciones.
Es también invaluable la contribución de Edelberto a la internacionalización de las ciencias sociales centroamericanas. Fuimos varios los que impulsamos y fundamos la Asociación Centroamericana de Sociología –ACAS–, pero debo reconocer, como testigo directo, que la idea inicial fue de Edelberto. ACAS ha transitado una larga historia en medio de épocas a veces de paz y otras veces de guerras civiles y sigue vigente; ha realizado dieciséis congresos y es primordial como punto de encuentro no solo de la sociología sino, en general, de las ciencias sociales centroamericanas, sobre todo en su vertiente crítica.
Fue también muy importante la contribución de Edelberto en las intrernacionalización de las ciencias sociales a escala latinoamericana. Costa Rica consiguió la sede del XI Congreso Latinoamericano de Sociología en el X Congreso celebrado en Santiago de Chile en 1972, al cual asistí como decano de nuestra Facultad de Ciencias Sociales. Acepté esa enorme responsabilidad porque en conversación telefónica desde Chile, nuestro querido rector de entonces, Eugenio Rodríguez Vega, prometió su apoyo y, sobre todo, porque sabía que contaría con la colaboración de Edelberto.
Cuando regresé de Chile constituimos la Comisión Organizadora conmigo como presidente, Edelberto como secretario general e Isabel Wing Ching, como secretaria general adjunta. Fuimos un trío de fuste que combinamos el arduo trabajo con el gran afecto personal. Dolorosamente, con menos de un mes de diferencia, acaban de fallecer ellos dos.
En la presentación de la reedición del libro que recoge las memorias del mencionado XI Congreso, en el año 2015 y en vida de Isabel escribí:
«El trabajo de la doctora Wing Ching fue absolutamente determinante, por su capacidad organizativa, su entrega sin reparos a las actividades que asume y su impresionante erudición y rigor científico en su oficio de socióloga». A lo que agrego ahora que ha sido una profesional ejemplar de la sociología, con sinceros compromisos en las luchas sociales en favor de explotados y oprimidos y, a la vez, de insuperable rigurosidad, objetividad y honestidad en su tarea de investigadora científica, lo cual merece destacarse e imitarse. Isabel fue en sí misma la superación de la falsa contradicción weberiana entre el científico y el político porque ella mostró la compatibilidad entre el rigor metodológico y el compromiso social. Valdría la pena revivir sus aportes en este momento de tantas confusiones al respecto.
Isabel resolvía todos los temas de la organización, yo coordinaba y Edelberto no solo fue el ideólogo del Congreso, sino que proporcionó, sin mezquindad alguna, sus relaciones y contactos con los científicos sociales más connotados. Él había estudiado y trabajado en Chile, cuando Santiago constituía uno de los centros más importantes de las ciencias sociales y luego pasó a México, que era el otro gran polo del pensamiento social. Basta leer la lista de los autores de las ponencias en el libro que se editó en aquella ocasión, recientemente reeditado, para apreciar el talante excepcional de los científicos con quienes Edelberto nos comunicó. El XI Congreso de Sociología celebrado en Costa Rica, en 1974, todavía se recuerda, porque reunió a los científicos sociales en diáspora después del golpe de Chile de 1972, donde se habían concentrado huyendo de las dictaduras de sus respectivos países y porque trató, nada más y nada menos, de los primeros 25 años de la sociología latinoamericana. Repito que el inspirador de esa convocatoria fue Edelberto; de él fueron las ideas, las reflexiones y la mayor parte de la redacción de la convocatoria. Aconsejo leerla para apreciar los amplios horizontes con los que él miraba a la sociología.
Después de ese paso tan fructífero por el Programa de Ciencias Sociales del CSUCA, Edelberto se ligó profesionalmente con el Instituto Centroamericano de Administración Pública (ICAP) con sede en San José, pero esa etapa no la conozco bien. Sin embargo, conocemos estudios importantes sobre el Estado que produjo en esa época durante la cual siguió en contacto permanente con profesores y alumnos de nuestra universidad.
Algún tiempo después, por las vicisitudes derivadas de las dictaduras, sobre todo en América del Sur, Costa Rica jugó un papel importante en la recuperación y reconstrucción de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –Flacso– . Me tocó a mí, como miembro del Consejo Superior de dicha Facultad y representante del país, participar activamente en ese proceso que culminó con el traslado de la Secretaría General a Costa Rica, donde todavía se encuentra. Me encomendaron el cargo de secretario general durante ese periodo de reconstrucción. Al terminar mi segundo periodo, cavilé sobre la persona que me sucedería, porque había muchas cosas delicadas pendientes, y llegué a la conclusión de que la persona adecuada era Edelberto. Dichosamente aceptó mi propuesta, aunque existía el obstáculo de que Guatemala no era Estado miembro de la Flacso. Muestra del cariño que a Edelberto se le tiene en Costa Rica es que, ante la solicitud que la Universidad de Costa Rica hizo al Gobierno para que lo postulara e hiciera el trabajo diplomático para conseguir los votos necesarios, nadie objetó, el Gobierno aceptó y Edelberto fue electo secretario general de la Flacso postulado por Costa Rica, cargo en el que se mantuvo por más de ocho años.
En la Flacso, Edelberto cumplió brillantemente su cargo a escala latinoamericana y, además, se preocupó por ampliar la presencia de la Flacso en Centroamérica. Fortaleció la sede de El Salvador e impulsó el establecimiento de sedes en Honduras y Guatemala, y la sede académica de Costa Rica. La Sede Académica de Guatemala, fuertemente impulsada en su momento por Edelberto, aparece en un destacado lugar en los rankings internacionales de universidades.
Reconociendo la fructífera relación de Edelberto con este, que también es su país, la Universidad de Costa Rica le otorgó el Doctorado honoris causa durante el XXX Congreso Latinoamericano de Sociología celebrado en el 2015. La UCR premió así a su hijo adoptivo y él lo recibió tranquilo y emocionado, como quien disfruta un beso de su hada madrina.
Habría mucho más que decir pero no es correcto abusar del espacio disponible, por lo cual finalizo, no sin antes transcribir el mensajes que puse a amigos muy cercanos al enterarme de la desaparición física de Edelberto.
«¡Qué infausta noticia la del fallecimiento de Edelberto Torres Rivas! Hace dos meses estuve toda una tarde con él en su casa de Antigua y lloramos al despedirnos. Las Ciencias Sociales no tiene con qué pagar lo que hizo por ellas y yo en lo personal tampoco.¡Qué numerosas e importantes cosas hicimos juntos! Merece todos los reconocimientos por tantos aportes. Y también merece descansar en paz».
Fotografía por Vivian Guzmán Quiroa.
Daniel Camacho Monge

Autor de varios libros y artículos sobre movimientos sociales, cultura e ideología, derechos humanos, sociología política y sociología general. Sus obras han sido publicadas en Costa Rica, México, Argentina, España, Brasil, Italia y otros países. Licenciado en Sociología de la Universidad de Bordeaux, Francia y licenciado en Derecho de la Universidad de Costa Rica. Catedrático y profesor emérito de la Universidad de Costa Rica. Premio Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica, doctor honoris causa de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de quien fue su secretario general.
2 Commentarios
Excelente texto, que nos informa en mucho del trabajo conjunto de ambos por la sociologia centroamericana. Fuerte abrazo y a ti tambien mis condolencias.
Magnífico texto panegírico que informa y también nos emociona su lectura.
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