Dura lex, sed lex

-Vinicio Barrientos Carles / PARADOXA

En las redes sociales se hace evidente la preocupación de muchos guatemaltecos en torno a los procesos de corrupción. Aquí y allá se habla de los procesados por esta causa. Al margen de lo que cada uno entiende por «corrupción», todos suelen enarbolar la bandera en favor de Guatemala, dando así la impresión de la persecución de una misma causa.

Sin embargo, también es frecuente observar la intolerancia y las faltas de respeto que se dan entre aquellos que no comparten una misma opinión, y en particular cuando los comentarios se refieren a alguna persona conocida o al respecto de una acción específica que atañe en lo personal. Afloran las burlas, aparecen los insultos, y la gran mayoría, asumiendo una actitud maniqueísta, entre «izquierdas y derechas», terminan transformando un posible diálogo en una irreconciliable disputa con fuertes dosis de violencia.

Esta aparente paradoja, de acuerdos y desacuerdos, encuentra su explicación en los diferentes conceptos que pueden surgir a partir de la palabra «democracia». En el artículo 140 de nuestra Carta Magna se establece que el sistema de Gobierno del Estado de Guatemala es democrático. Un análisis más profundo apunta a que esta es una aseveración meramente nominal, puesto que el sistema de representación democrática de nuestro país no ha funcionado adecuadamente. Tal disfunción está fuertemente correlacionada con la crisis actual que nos tiene sumergidos en una desesperanza sin par.

En esta línea de pensamiento, el subsiguiente artículo 141 establece que «La soberanía (del Estado) radica en el pueblo». De esta guisa, la participación ciudadana está siendo revalorizada, y gracias al ejercicio que los medios de comunicación han estado realizando con especial ahínco, la conciencia social pareciera florecer.

Fundamento para el orden social en todas sus dimensiones es la aceptación del régimen de la ley, viabilizando el pacto social establecido en forma visible en la Constitución. Sin la participación ciudadana efectiva no puede haber democracia, y sin esta, no será nunca posible ejercer la soberanía del pueblo que da vida al Estado de derecho.

Recientemente se han cuestionado algunos aspectos del sistema de justicia, y en particular, se habla de faltas al principio de presunción de inocencia de los ciudadanos, cuestionamientos inspirados por la detención asociada a determinados exfuncionarios señalados de posibles actos de corrupción.

Llama la atención que esta presunción de inocencia poco ha importado en la generalidad de los casos previos, cuando las personas señaladas no se encuentran vinculadas con los opinantes. Ahora, cuando alguna persona se ve afectada de una manera directa, o quizá indirecta, se argumenta con insistencia y perspicacia que el sector justicia irrespeta y actúa de manera no legal. Pareciera así que la ley debería ser elástica, adaptándose según sea el caso de quien se esté tratando.

Es acá donde resulta imperativo comprender el rol de la ley misma. Es aquí donde vale citar la antigua locución latina dura lex, sed lex, proveniente de los orígenes del Derecho romano escrito. «La ley es dura, pero es la ley», máxima que hace referencia al hecho fundamental de que la aplicación de la ley debe ser, por principio, igual para todos los casos, incluso cuando resulte desfavorable para uno en particular. La ley existe en cuanto beneficio para la comunidad y para la rectoría de toda acción futura… nunca para individuos específicos o para su aplicación en circunstancias especiales. De ahí la conocida imagen de la Justicia, que sostiene una balanza, pero con los ojos vendados. De ahí el ejemplar proceder de Sócrates, el filósofo griego por antonomasia, en cumplimiento de la ley, aún bajo circunstancias personalmente adversas.

Por otro lado, considero imperativamente valiosa la comprensión de las dificultades inherentes a la sociedad guatemalteca, fuertemente acostumbrada a la discriminación y a los tratos preferenciales. Sin embargo, esta comprensión de nuestra historia no puede, ni debe, ser impedimento de ningún tipo para los ineludibles y requeridos procesos de cambio que la sociedad guatemalteca pide a gritos. Estamos viendo a militares de alto rango, expresidentes, poderosos empresarios, académicos, ciudadanos de prestigio, todos por igual, sometidos a procesos de justicia. Algunos quizá deberán pagar por los errores cometidos. El mensaje es claro: seremos más cuidadosos sobre el conocimiento de la ley, seremos más cuidadosos en el ejercicio del poder, y seremos más cuidadosos en participar activamente cuando así nos corresponda. La expresión del mea culpa a nivel de sociedad me parece igualmente necesaria, y esperamos avancemos hacia este siguiente proceso.

Aunque los cambios radicales no se dan de la noche a la mañana, pueden realizarse gradualmente, paso a paso, peldaño a peldaño, permitiendo la evolución de nuestro estatus ciudadano. La meta, un genuino Estado de derecho, cuyo fin supremo sea la realización del bien común, como bien dicta el primer artículo de nuestra Constitución. Resultará crucial velar por todo lo que a la legitimización de la ley se refiera.

Muchos creemos fehacientemente que la reconstrucción del tejido social guatemalteco es posible, pero para ello debemos enfrentar los primeros pasos con valentía, sabiendo que algunos nos representarán mucho esfuerzo, y otros posiblemente algo de dolor. La sanación, el desarrollo y la madurez vendrán indefectiblemente después. ¡Adelante Guatemala!


Imagen principal editada por Vinicio Barrientos Carles.

Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multi-rumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

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