Dos trompetas mexicanas

-José Gabriel Zarzosa / UN PENIQUE POR TUS PIENSOS

Se dice que fue Emilio Azcárraga Vidaurreta quien decidió que al mariachi tradicional debían agregársele unas trompetas. El dueño y artífice de lo que eventualmente sería Televisa, y con ello, de la televisión mexicana, sabía que a sus espectadores había que hablarles en clave de la espectacularidad melodramática. La trompeta chilla, llora, pero lo hace fuerte; gritando y no sollozando, tan fuerte que después se convierte en risa. Aún existe, desde luego, mariachi sin trompetas, pero el gran poder mediatizador de la industria televisiva y musical lo ha dejado restringido a otros espacios. Las estéticas industriales no son siempre una mala noticia. La música mexicana tiene en la trompeta vida y propuesta. Van dos ejemplos:

Troker es una banda de rock que entiende mejor el público de jazz. Troker opera en el enclave de la creatividad desbordada ceñida a la profesionalización de sus procesos. Es una banda que paga una renta, tiene un estudio, se propone objetivos, viaja, graba, vuelve a casa en Guadalajara y allí logra lo imposible; que los locales paguen una entrada para verlos tocar. Es una banda que no negocia su sonido, pero sí la estrategia para enmarcarlo de modo que encuentre su lugar en el mundo, un lugar en donde se pueda comercializar con modestia pero constancia. Es una banda que sabe componer sencillos y promocionarse con ellos, pero cuya sustancia se encuentra en otro lado, en la potencia de su performance en vivo. Es una banda que sabe detectar las figuras de lo mexicano y usarlas al borde del estereotipo. Para su internacionalización toman al charro, el tequila y la bandera mexicana, los usan como ganchos para atraer a los indecisos que caminan entre los escenarios de un festival. Una vez que los tienen, lo demás es talento y diversión. Mi amiga Madela me decía que Frankie, baterista de Troker, ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba tocando. No lo hacía en forma despectiva, pero es que su trance es tal que no hay quien pueda racionalizar tanta energía.

Íbamos a hablar de trompetas. Por muchos años fue Gil Cervantes quien cargó la trompeta de Troker, en una alineación que se quedó marcada como la clásica, en un juego de protagonismos entre él y el Tibu Santillanes en el sax. La dupla funcionaba bien. Era un bromance entre un Jorge Negrete (Gil), alto, serio, flaco que a veces confrontaba y a veces jugaba con un Pedro Infante (Tibu) desenfadado, danzante, chaparro y alegre. La fórmula funcionó por varios años y fue probada en escenarios tan importantes como el West Holts del festival Glastonbury, hasta que Gil decidió que su talento estaba mejor encausado en la difusión y promoción del jazz. Tiempo después, el Tibu también dejó Troker para darle cuerda a una banda junto a su hermano. Fue una prueba importante para la banda, porque a pesar de que antes ya habían cambiado integrantes, sus dos figuras centrales habrían de ser sustituidas por músicos que no solo tuvieran el talento, la potencia, velocidad y precisión que la banda ya requería, sino que además tendrían que ser dramáticos en el escenario. A su favor tenían una base rítmica muy sólida en las manos de Samo en el bajo y Frankie en la batería, y a Cristian Jiménez, un prodigio del teclado. Creo, sin temor a equivocarme, que con Isaías (trompeta) y Diego (sax) han superado el cambio y siguen siendo la banda mexicana más propositiva del rock infiltrado de jazz.

Si este texto ya los hizo guglear a Troker, por qué no le siguen con San Juan Project, una banda imaginada y sostenida con la creatividad de Arturo La Madrid y presentada desde la imponente trompeta de Arturo de la Torre, un músico que pone todo su cuerpo al servicio del instrumento, o quizás sea más bien el ejemplo de que en la trompeta, el instrumento completo es el cuerpo.

José Gabriel Zarzosa

Habitante del tercer planeta, oriundo del país llamado México, fundador de los «viernes de José José» en Suecia.

Un penique por tus piensos

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