Dos ovejas negras: Ítalo Calvino y Augusto Monterroso

Jaime Barrios Carrillo | Arte/cultura / TABLAS

Los dos escritores nacieron a principios de los años veinte del siglo pasado y fueron, cada uno dentro de sus circunstancias de país, una especie de ovejas negras. Ambos alguna vez en su vida cercanos al partido comunista. Y uno y otro, grandes virtuosos de la ironía y el humor como un método de transmitir conocimientos.

No eran muy altos y si tímidos. Calvino nació en Cuba en 1923 de padres italianos que trabajaban entonces en la isla, regresó a Italia a estudiar y vivir. Combatió clandestinamente al fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, afiliándose a los partisanos. Posteriormente decidió una especie de autoexilio en París en 1967, donde vivió hasta 1980 cuando vuelve a Roma. Augusto Monterroso, por su parte, nació en 1922 en Honduras, un país que no era el de sus exilados padres guatemaltecos. Volvió a Guatemala en los treinta y participó en el movimiento contra el dictador fascistoide Jorge Ubico. Salió exiliado a México en 1943 donde se quedó el resto de su vida.

Recordemos que fue Ítalo Calvino el «descubridor» europeo de Augusto Monterroso, aunque al encontrarse en una cena organizada por un amigo común no pudieron conversar mayor cosa. «Yo he estado en Guatemala» parece que le dijo un tímido Calvino. «Yo he estado en Italia» había pensado responderle el no menos tímido Monterroso. Lo Otro siempre es exótico. Calvino fue en todo caso un verdadero admirador de Monterroso.

Pero lo más coincidente es que ambos escribieron textos que intitularon La oveja negra. El de Calvino toca genial e irónicamente el proceso de corrupción y explotación humana. Tito Monterroso, por su parte, en su más corta fábula, ironiza sobre la variación de las valoraciones históricas de héroe o villano. gAZeta presenta aquí los dos textos.


La oveja negra

Ítalo Calvino

Había un pueblo donde todos eran ladrones.

A la noche cada habitante salía con la ganzúa y la linterna, e iba a desvalijar la casa de un vecino. Volvía al alba y encontraba su casa desvalijada.

Y así todos vivían en amistad y sin lastimarse, ya que uno robaba al otro, y este a otro hasta que llegaba a un último que robaba al primero. El comercio en aquel pueblo se practicaba solo bajo la forma de estafa por parte de quien vendía y por parte de quien compraba. El gobierno era una asociación para delinquir para perjuicio de sus súbditos, y los súbditos por su parte se ocupaban solo en engañar al gobierno. Así la vida se deslizaba sin dificultades y no había ni ricos ni pobres.

No se sabe cómo ocurrió pero en este pueblo se encontraba un hombre honesto. Por la noche en vez de salir con la bolsa y la linterna se quedaba en su casa a fumar y leer novelas.

Venían los ladrones, veían la luz encendida y no entraban. Esto duró poco pues hubo que hacerle entender que si él quería vivir sin hacer nada, no era una buena razón para no permitir que los demás lo hicieran. Cada noche que él pasaba en su casa era una familia que no comía al día siguiente.

Frente a estas razones el hombre honesto no pudo oponerse. Acostumbró también a salir por las noches para volver al alba, pero insistía en no robar. Era honesto y no quedaba nada por hacer. Iba al puente y miraba correr el agua. Volvía a su casa y la encontraba desvalijada.

En menos de una semana el hombre honesto se encontró sin dinero, sin comida y con la casa vacía. Pero hasta aquí nada malo ocurría porque era su culpa: el problema era que por esta forma de comportarse todo se desajustó. Como él se hacía robar y no robaba a nadie, siempre había alguien que volviendo a su casa la encontraba intacta, la casa que él hubiera debido desvalijar. El hecho es que poco tiempo después aquellos que no habían sido robados encontraron que eran más ricos, y no quisieron ser robados nuevamente. Por otra parte aquellos que venían a robar a la casa del hombre honesto la encontraban siempre vacía. Y así se volvían más pobres.

Mientras tanto aquellos que se habían vuelto ricos tomaron la costumbre también ellos, de ir al puente por las noches para mirar el agua que corría bajo el puente. Esto aumentó la confusión porque hubo muchos otros que se volvieron ricos y muchos otros que se volvieron pobres.

Los ricos mientras tanto entendieron que ir por la noche al puente los convertía en pobres y pensaron -paguemos a los pobres para que vayan a robar por nosotros-. Se hicieron contratos, se establecieron salarios y porcentajes: naturalmente siempre había ladrones que intentaban engañarse unos a otros. Pero los ricos se volvían más ricos y los pobres más pobres.

Había ricos tan ricos que no tuvieron necesidad de robar ni de hacer robar para continuar siendo ricos. Pero si dejaban de robar se volvían pobres porque los pobres los robaban. Entonces pagaron a aquellos más pobres que los pobres para defender sus posesiones de los otros pobres, y así instituyeron la policía, y constituyeron las cárceles.

De esta manera pocos años después de la aparición del hombre honesto no se hablaba más de robar o de ser robados sino de ricos y pobres. Y sin embargo eran todos ladrones.

Honesto había existido uno y había muerto enseguida, de hambre.


La oveja negra

Augusto Monterroso

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.


Fotografía tomada de RTVE.

Jaime Barrios Carrillo

Columnista, escritor, investigador, periodista nacido en 1954 y residente en Suecia desde 1981, donde trabajó como coordinador de proyectos de Forum Syd y consultor de varias municipalidades. Excatedrático de la Universidad de San Carlos, licenciado en Filosofía y en Antropología de las universidades de Costa Rica y Estocolmo.

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2 Commentarios

Luis Pedro 09/01/2021

Un artículo breve, a lo Monterroso, pero muy substativo y original.

Itzia Lorente 03/11/2018

Excelente artículo, saludos desde México.

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