Denisse Anzueto | gAZeta joven / CROMOINTERFERENCIA
En Guatemala habita una obvia ausencia, casi total, de artistas mujeres. El Museo de Arte Moderno Carlos Mérida posee un triste 12.8 % de obras de artistas; una de las galerías locales más prestigiosas, en su colección permanente, cuenta con el escaso 2.8 % de mujeres artistas; la subasta de arte contemporáneo más conocida en nuestro país cuenta con el tan decepcionante 6.8 % de mujeres artistas. A nivel mundial, grandes museos poseen un 87 % de artistas hombres, el 13 % restante se pelea entre artistas mujeres y artistas negros (hombres). Estos números son solo el reflejo del patriarcado en el que todavía vivimos dentro del mundo del arte.
Hace poco visité una galería de arte contemporáneo, encantada con la exhibición colectiva, fueron minutos después que caí en cuenta que de los 10 artistas que estaban expuestos, únicamente una obra era de una mujer artista. ¿Cómo era posible que no tuvieran más? A pesar de que siempre admiré este espacio artístico, fue decepcionante ver como seguimos en un boys club dentro del mundo del arte.
Pero, en realidad, todos sabemos que las cosas han sido y siguen siendo, dentro del mundo del arte (así como en muchas otras áreas), opresivas y han desanimado a las mujeres que, como bien lo dijo Linda Nochli (historiadora y crítica de arte) en su ensayo ¿Porqué no han existido grandes mujeres artistas?: no han tenido la buena fortuna de haber nacido blancas, preferiblemente de clase media y, sobre todo, hombres. Es siguiendo la misma idea de Linda que nos damos cuenta del precedente que nos acontece al momento de formular una pregunta como tal.
Retomando un poco de historia para entrar en contexto, en París, desde los años 1700, se creó un espacio para exhibiciones de artistas, en el Louvre, conocido como el Salon de Paris, en donde se exhibían obras de artistas parisinos. Ya en el siglo XIX el Salon permitía exhibiciones de artistas de otras nacionalidades. Sin embargo, a lo largo de estas exhibiciones, la ausencia de la mujer era notoria. Perdón. La ausencia de artistas mujeres era notoria, pero la figura femenina no era escasa, en su mayoría, proyectada divinamente desnuda. Tomemos, por ejemplo, Olympia de Édouard Manet, donde se destaca una mujer blanca, desnuda, recostada en su cama, y en una esquina, su empleada, de tez oscura, sosteniendo un ramo de flores. Otro ejemplo, una obra maestra, El nacimiento de Venus, de Alexandre Cabanel: figura femenina, completamente desnuda y expuesta.
¿Dónde estaban las mujeres artistas? La gran mayoría (sino todas) escondidas, casadas y dedicadas a la vida de matrimonio y familia. Era privilegio del hombre atender a escuelas de arte, ser enseñados por grandes maestros (hombres), era privilegio ser seleccionados para el Salon de Paris. Las mujeres no contaban con este privilegio, era algo tan natural para los hombres, que pensar si quiera en exponer las obras de una mujer iba contra toda la naturaleza de la prestigiosa institución universal. Si hablamos de este orden «natural» de privilegios de hombres, es certero admitir que ellos mismos han sido reacios para renunciar dichos privilegios. Pues, verdaderamente, ¿quién los renunciaría?
Hace poco conversaba con una amiga que vive en París y me comentó que visitó la exhibición de fotografía de Dora Maar en el Centre Pompidou. Pero, ¿quién fue Dora Maar? Una indudable gran artista, quien había estado bajo la sombra de su amante, Pablo Picasso. Maar estudió fotografía y se dedicó a crear su propio estilo: cubista y surrealista. Fue la única que fotografió el proceso de la gran obra maestra de Picasso, el Guernica. Fue fuente de inspiración para Picasso y muchas veces su musa. Pero Dora Maar fue mucho más que solo la musa de Picasso. Aún antes de conocerlo, ella ya había incursionado en el mundo de la fotografía. Se encontraron dos grandes creativos juntos, se amaron, se inspiraron, pero, aún así, solo se habla del gran Picasso… y su musa. Sin embargo, ¿qué habría sido de Picasso sin Dora Maar? ¿Habría podido crear esos intrascendentes retratos sin ella? ¿Habría continuado siendo el gran Picasso, sin su gran Dora Maar? Posiblemente no.
Hemos visto como la historia nos ha mostrado que su misma narración es patriarcal. Porque es mentira admitir que no hubo mujeres artistas o mujeres críticas de arte, porque sí las hubo. Nos encontramos descubriéndolas aún actualmente, peleando por tener presencia en este mundo. El porcentaje de artistas hombres en galerías excede la mayoría, dejando a las mujeres en una muy ácida minoría; la mayoría de los críticos de arte que han ganado un premio Pulitzer son hombres. Y tal como lo dirían las Gerrilla Girls, ¿a caso hay que estar desnuda para entrar el MET Museum? O, en nuestro caso, en cualquier espacio artístico. Pero, como mujeres, debemos reconocer la realidad de nuestra historia y la realidad de nuestro presente, y, más importante aún, no utilizar la mediocridad como excusas. Más bien, utilizar nuestro intelecto y creatividad para ganar nuestro espacio en esta parte de la historia que seguimos escribiendo.
Imagen principal tomada de Tate.
Denisse Anzueto

Connoisseur y apasionada del arte. En esta columna les hablaré de temas del mundo de arte contemporáneo, de sus mercados, artistas emergentes y reseñas de exhibiciones de arte.
Correo: anzueto.denisse@gmail.com
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