José David Son Turnil | Política y sociedad / RI KAXKOL (EL SERVICIO COMUNITARIO)
El primer elemento de identidad étnica que se construye en toda persona es el de pertenencia a un grupo determinado. Este sentimiento emana de los elementos del entorno que desde niño empiezan a identificarse como propios y como diferentes a otros grupos. La percepción de los elementos físicos como la estatura media hacia baja, la tez morena clara, el pelo liso, la forma achinada de los ojos, el idioma, la vestimenta y en muchos casos la pobreza, van engendrando en la mente del niño indígena de Guatemala su pertenencia a un determinado grupo social, al cual se acostumbra y al que define como su entorno. Esta identidad es más fuerte y sólida en tanto la familia tenga menos contacto con espacios mestizos y más débil en tanto se acerque más a culturas diferentes.
Posteriormente, surge el sentimiento de adscripción, cuando ya se es adolescente y luego joven. Esa percepción se amplía y permite que el nuevo ciudadano se encuentre ante una crisis existencial con dos opciones: renegar de su grupo e identificarse con otro, o adherirse a él con convicción. Lo segundo es lo más frecuente, los jóvenes asumen su identidad y se fortalecen en ella como un acto consciente y deliberado. No es lo mismo reconocerse indígena, que reivindicarse como tal. Son dos momentos en el pensamiento individual y existencial de cada individuo. Esta adscripción genera la certeza de que se pertenece a un grupo social determinado con el que se comparten varios valores y costumbres, y que los mismos son diferentes a otros individuos adscritos a otros grupos sociales diferentes. Se genera entonces, un determinado orgullo étnico.
A partir de su adscripción voluntaria y consciente como miembro de un grupo social étnicamente definido como indígena, surgen varias tendencias. Los que asumen el mayismo como el camino para reivindicar sus derechos socioculturales y los que asumen otras tendencias como el cristianismo, el sincretismo religioso o el modernismo occidental, para mencionar solo algunas. No obstante, en cualquiera de las tendencias existen elementos que siguen siendo comunes y que son útiles para definir la identidad de una persona como indígena guatemalteco. Por esa razón, un indígena de Nahualá que viste un traje indígena tradicional, tiene algo en común con el indígena de la capital que acostumbra andar con traje completo y corbata. Más aún, la mujer de Totonicapán que viste un traje indígena tiene algo de común con la mujer de la costa sur que viste falda o pantalón.
Aquí cabe mencionar al ilustre filósofo y maestro kaqchikel Manuel Salazar Tezahuic, que investigó y organizó catorce valores mayas vigentes en Guatemala. Dos se relacionan con la naturaleza y doce se relacionan con la persona. Algunos valores se podrían ubicar dentro de la reivindicación mayista y otros son transversales a todos los grupos.
Como el espacio es muy breve, es necesario centrarse en los elementos transversales que pueden servir como denominador común de los indígenas, sean mayistas, cristianos o de cualquiera otra tendencia. Debe hacerse la salvedad que estos ejes transversales son generales, porque siempre habrá excepciones en grupos que cambian de identidad parcial o totalmente.
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El pensamiento indígena es tradicionalista por excelencia. Se aferra a sus tradiciones con devoción, las defiende y las mantiene, modificarlas conlleva un largo proceso. Esta práctica es mayor en las comunidades rurales y pueblos de mayoría indígena. Tiende a desaparecer en las grandes ciudades, donde los indígenas sobreviven mediante procesos de inserción en un mercado informal y en las prácticas urbanas modernistas.
El tradicionalismo se observa en diferentes actividades como: en la dieta diaria, la tradición del maíz es determinante. No importa que haya mucha comida, si esta no va acompañada de tortilla o tamal, en el caso de occidente, la dieta no parece satisfactoria. En el matrimonio, se mantiene el protocolo aunque con algunas variantes. Al momento de formalizar el compromiso intervienen personas honorables amigas de la familia para facilitar los arreglos. Los obsequios a la familia de la esposa son abundantes en cada pedida hasta el remate. La dote que lleva la novia durante el cortejo que incluye ropa, trastos, granos, muebles, es de alto valor moral. Es una forma de decirle a la comunidad que no se llegó con las manos vacías al matrimonio.
Otro ejemplo es el de los eventos funerarios, la abundante comida para los vecinos que acompañan. El cortejo cuida de que el difunto tenga la oportunidad de despedirse de su casa, su iglesia, y los lugares que fueron significativos en su vida. Por esa razón, en las catástrofes, cuando hay personas desaparecidas o soterradas, la familia sufre por no tener la oportunidad de que el difunto se despida de su contexto social y cultural donde vivió.
En el siguiente artículo abordaremos los otros elementos comunes.
Fotografía de la familia Son Turnil de Totonicapán, proporcionada por José David Son Turnil.
José David Son Turnil

De origen maya k’iche’ nacido en Totonicapán. Licenciado en Pedagogía, con maestría en Ciencia Política, actualmente docente de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Facultad de Humanidades. Consultor y conferencista independiente para diferentes instituciones nacionales e internacionales.
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