Diversidad del pensamiento indígena (III)

José David Son Turnil | Política y sociedad / RI KAXKOL (EL SERVICIO COMUNITARIO)

Los tres elementos determinantes del pensamiento indígena analizados con relación a la población de San Andrés Sajcabajá, y que son comunes a las regiones del noroccidente del país, son: el sentimiento de sumisión, la melancolía y el sincretismo religioso. Estos se reafirmaron durante el conflicto armado interno. En la década de los 70, se había logrado impulsar un proceso de empoderamiento de la población indígena para proponer y elegir un alcalde indígena. Usando como instrumento político el partido Democracia Cristiana, se trabajó con el primer candidato indígena para la alcaldía municipal. Esto significó una afrenta para la población ladina. Los argumentos desfavorables eran que los indígenas no tenían instrucción, no podían manejar los asuntos públicos, ni siquiera sabían hablar el castellano. Pero con apoyo de los grupos de la acción católica, dominada por los indígenas, así como de algunos curas de la teología de la liberación, la candidatura tomó fuerza y en las elecciones de 1972 se concretó la primera victoria política de los indígenas en su municipio. El primer alcalde indígena había sido electo con abrumadora mayoría.

Para esa época, el EGP tenía fuerte presencia en el departamento de Quiché, por lo que al final de la década de los 70, bajo el Gobierno militar de Romeo Lucas García, con su política de tierra arrasada, se desarrolló la más sangrienta represión en el noroccidente del país. San Andrés no fue la excepción. A San Andrés, un pueblo indígena, llegó el Ejército compuesto por soldados de Puerto Barrios y Zacapa. La idea era utilizar el racismo como elemento en la lucha contrainsurgente. El destacamento militar se instaló en el convento de los dominicos católicos, en el mismo se preparaba el Ejército para sus patrullajes y ejercer el control ciudadano. Era también el lugar de tortura de los líderes indígenas señalados de apoyar a la guerrilla. Tomás Chach, el líder de Agua Caliente, el mismo que había festejado años atrás, con mucho entusiasmo, la llegada del primer maestro indígena a su aldea, fue una de las primeras víctimas, siendo asesinado en su humilde casa, con saña y en presencia de su familia.

En la población se exacerbó el racismo, de manera que la guerra dejó muertos de un bando y de otro. Muchos fueron torturados y enterrados en el mismo convento. Otros fueron muertos en su casa o en los caminos. La guerra abrió heridas que venían desde la colonización. Por eso hoy, en el escenario de una débil democratización, se mantiene un conflicto subyacente entre ladinos e indígenas. De los tres elementos referidos el de la sumisión ha dejado de ser, para convertirse en un sentimiento de revancha. El indígena ve en el ladino a un personaje aprovechado, le quitó sus tierras, lo humilló durante la guerra, lo menospreció en su propio territorio. Esto ha generado una profundización de la desconfianza. Hacer negocios con un ladino es para él incierto. Pero ya no agacha la cabeza, ya no acepta ser humillado, se atreve a levantar la voz cuando se ve agraviado. La expresión de los ladinos de hoy en el pueblo es: «Cuidado con los indios que ahora ya no se dejan».

El sentimiento de sumisión no se transformó en un sentimiento de equidad, sino en uno de revancha. Ahora bien, el sentimiento de melancolía permanece. Se puede observar en el canto de las congregaciones protestantes. Se debe acotar que a partir de la década de los 90 tomó auge el protestantismo en la población indígena. Las iglesias pentecostales penetraron en el área rural, en ese culto de liturgia libre, popular y alegre gran parte de la población encontró una válvula de escape de su melancolía. Pero aún está latente. Se escucha en los altavoces de las congregaciones que ahora han proliferado. También se escucha en las radios comunitarias que abundan en esa región. El canto de los evangélicos de Sajcabajá es un canto de consuelo, pero también de tristeza. En el texto pueden estar hablando de gozo, pero en la melodía se expresa la melancolía. También en la forma de hablar el idioma k’iche’ es evidente un acento melancólico. Ese acento que el indígena urbano, el indígena profesional, el indígena universitario ya modificó ampliamente. Se mantiene en la Guatemala profunda, en el indígena que no está en los foros internacionales, que no está en las ONG de desarrollo. El que no reclama tierras, el que se gana el pan de cada día con el sudor de un trabajo honrado.


José David Son Turnil

De origen maya k’iche’ nacido en Totonicapán. Licenciado en Pedagogía, con maestría en Ciencia Política, actualmente docente de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Facultad de Humanidades. Consultor y conferencista independiente para diferentes instituciones nacionales e internacionales.

Ri kaxkol (El servicio comunitario)

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