José David Son Turnil | Política y sociedad / RI KAXKOL (EL SERVICIO COMUNITARIO)
La experiencia de San Andrés Sajcabajá, que en forma breve explicamos en el anterior artículo, permitió explorar los rasgos del pensamiento indígena de base, lo que dan en llamar la Guatemala profunda. Aquella que no protagoniza en los foros internacionales o nacionales, sino que es vulnerable a las precarias condiciones de sobrevivencia que la han sumido en el subdesarrollo. En Sajcabajá, los indígenas asimilaron varios modelos de vida, el más importante era asumir su condición de sumisión a los ladinos del pueblo, por sus rasgos físicos, por su idioma y por sus condiciones de vida. Esa condición los hizo vulnerables a la violación de sus derechos más elementales. Derecho a decisión, derecho al desarrollo, derecho a su cultura, derecho a la educación, la salud y el trabajo.
La normalidad era entonces sentirse inferior, ciudadano de segunda clase, al extremo que, en la aldea Agua Caliente, mayoritariamente indígena, recibir a un maestro indígena era una novedad, se salía del modelo asumido de sumisión heredado desde la conquista y continuado por los ladinos urbanos. En varias oportunidades se tuvo la experiencia de aceptar la sumisión en situaciones laborales, pérdida de sus propiedades y abuso de sus mujeres. Ese modelo no era cuestionado y entraba en contradicción con la presencia de un maestro indígena con otros hábitos, pero indudablemente con las mismas raíces. La expresión del líder máximo de la comunidad, Tomás Chac lo refleja con vehemencia, al preguntarle al maestro recién llegado -¿Cómo podemos lograr que nuestros hijos lleguen a ser como vos maestro?- Esa experiencia era el germen de una toma de conciencia que se daba en forma circunstancial pero determinante.
Otro elemento del pensamiento indígena tomado de la experiencia de Sajcabajá es la sensación de melancolía, porque en su subconsciente, el indígena reivindica un pasado lejano pero no olvidado. Antes que los invasores cambiaran su historia, ese sentimiento se expresa en la música. Era frecuente encontrar a los campesinos indígenas llevar bajo el brazo y envuelto en un pañuelo, un radio a transistores donde se sintonizaba Radio Quiché transmitiendo saludos en su idioma, canciones rancheras mexicanas y marimba con melodías que expresaban tristeza y desesperanza. Esa situación también se reflejaba en la forma de hablar, el k’iche’ con mayor énfasis tiene un acento melancólico en el diario vivir. Esa melancolía viene de la negación de la dignidad de los indígenas durante largo tiempo.
Un tercer elemento a resaltar de esta experiencia, es la asimilación de la cosmovisión cristiana católica. En la década de los 70, cuando se inició la experiencia docente, no se tenía influencia protestante en las comunidades indígenas. La cosmovisión católica era la dominante. La cofradía era el espacio controlado por los indígenas y donde construyeron una práctica sincrética de la religión cristiana. Esto ocurría en todo el departamento, pero el caso de San Andrés Sajcabajá es paradigmático. Desde antes de los años 70, los indígenas han puesto de manifiesto su asimilación de la religión católica mediante prácticas con matices locales. El caso de los gateadores y penitentes es una muestra latente hasta hoy.
Los gateadores de Sajcabajá hacen una consagración previa de cuarenta días, sin beber alcohol, sin tener sexo y sin comer carne ni caer en ninguna falta grave. De esta manera se preparan espiritualmente para el gran día, el Viernes Santo, día en que se colocan espinas en la espalda y cabeza, y gatean descalzos desde el templo católico principal para el templo del calvario, recorriendo las calles con el rosario en las manos, cargando las espinas con mucho cuidado porque un movimiento brusco los hará víctimas de las heridas provocadas por las espinas. Por su parte, los penitentes salen en grupos de tres cargando cruces grandes de madera, o con varas sujetando horizontalmente sus brazos, pasean por las calles descalzos y con grilletes que sujetan la parte alta de su muslo y la parte de los tobillos, esto para hacer más dificultosa la penitencia. Van acompañados de personas que los asisten durante su recorrido.
Estos tres elementos, el sentimiento de sumisión, la melancolía y el sincretismo religioso son factores latentes en el pensamiento indígena de hoy en esta comunidad de San Andrés Sajcabajá. Pero, representa en gran parte el pensamiento indígena del noroccidente del país. ¿Por qué se reproducen estas prácticas en el escenario político actual?, es tarea de análisis profundo al cual trataremos de irnos acercando en este espacio.
Fotografía tomada de Prensa Libre.
José David Son Turnil

De origen maya k’iche’ nacido en Totonicapán. Licenciado en Pedagogía, con maestría en Ciencia Política, actualmente docente de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Facultad de Humanidades. Consultor y conferencista independiente para diferentes instituciones nacionales e internacionales.
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