Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES
Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) escribió su famoso Discurso sobre la dignidad del hombre como preámbulo a las 900 tesis sobre temas religioso, mágicos y filosóficos que se propuso presentar y debatir ante las autoridades eclesiásticas y académicas de Italia. Discurso que es considerado con razón «el manifiesto del Renacimiento» porque, entre otros méritos, expone, en abierta ruptura con las creencias religiosas y el pensamiento filosófico-teológico hegemónicos en el Medioevo, la tesis de que el centro del universo no es Dios sino son los seres humanos. Como sincero y ferviente creyente cristiano que fue, en especial en los últimos años de su corta vida en los que ingresó a la orden de los dominicos después de deshacerse de sus caudalosos bienes que como miembro de una rica familia aristocrática de la localidad de Mirandola había heredado, pensó que una de las razones que acreditan la grandeza y trascendencia de Dios al crear a los hombres fue haberles permitido ocupar el centro del mundo, del lugar en el que viven. Y Dios lo dispuso así porque al crearlos no los hizo a su imagen y semejanza como sostiene el relato bíblico, sino solo les dio una forma indeterminada e indefinida, es decir, los formó o creó sin darles forma concreta. Pues, Pico, entusiasta lector de Platón, consideró que la forma general de cada hombre que Dios le da es semejante a la idea general de él que hace parte del mundo de las ideas, y de la que cada hombre determinado y real participa desde que nace. De ahí que Dios lo que hace es forjar la forma general de cada hombre a partir de la idea general que posee de él.
Sin embargo, la forma general que le da Dios a cada ser humano no es completamente informe; tiene un atributo fundamental, el intelecto, la función lógica de razonar y pensar. Es un atributo que da sin distinción a todos los seres humanos al crearlos; de ahí que es un atributo igualmente universal que todos adquieren: el atributo que los unifica e identifica a todos sin excepción.
Cada hombre, entonces, al nacer comienza a labrar, como un artesano o artista, en esa materia informe la forma sensible y concreta de su ser, la imagen de lo que es, discerniendo y escogiendo libremente entre las dos principales que se le presentan ante sus ojos: la de adquirir la forma de un animal, o al, contrario, la de un ángel. Son dos formas representadas o encarnadas en estas imágenes concretas. Y en el curso de su vida labra una determinada que ha escogido de estos dos fundamentales que se le presentan a su conciencia intelectiva o que ve ante sí. Escoger con entera libertad una de estas opciones, encarnar una de estas dos imágenes, que ve y tiene ante sí para darse una forma propia y específica, es el atributo supremo que le da Dios a cada ser humano al crearlo: escoger parecerse a un animal o al contrario elegir parecerse al Dios que lo creó y que es un ser absolutamente espiritual, sobrenatural, que niega por esa razón la animalidad agresiva-depredadora.
Dice Pico en las primeras páginas de su discurso:
Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas.
¿Qué significa esta afirmación de Pico? ¿Cómo pueden los hombres darse en el curso de sus vidas una forma animal o al, contrario, una forma angelical? Podemos decir que un hombre elige ser un animal agresivo de presa, una bestia, cuando decide obrar mal, hacer daño a sus semejantes despojándolos a la fuerza de lo que les es propio o les pertenece como sus bienes, como su integridad física golpeándolos o torturándolos, de integridad psicológica-personal ofendiéndolos o humillándolos, de su libertad natural o de sus vidas. Cuando un hombre obra así por decisión propia, con entera libertad, se da una forma no humana, la forma de un animal depredador, o mejor, adquiere su imagen.
Pero, si, al contrario, decide tomar la opción opuesta de obrar bien en su vida, de abstenerse de hacer daño a los demás con los que convive, y de ayudarlos a realizar sus vidas, se dará la forma de un ángel, de un ser entre humano y divino lleno de bondad interior-espiritual con la que acercará a Dios que lo creó; su imagen personal proyectará la imagen trascendente de Dios.
Sin embargo, en la realidad, cada ser humano no toma una excluyendo la otra para darse la forma de su ser. Pues, por más que se proponga solo elegir una de estas dos opciones, nunca dejará de elegir la opuesta en alguna o diversas circunstancias de su vida; siempre estará «condenado», como diría Sartre, a elegir las dos a lo largo de su existencia. Y es en esta «condena», en esta especie de «destino inexorable e inevitable» a elegir tarde o temprano estas dos opciones, donde forja la imagen o forma de su humanidad que lo diferencia tanto de los animales como de los seres divinos. El ser humano es un ser situado entre los animales y Dios porque no puede dejar de elegir en alguna o algunas ocasiones parecerse a estos y, al mismo tiempo, tampoco puede dejar de elegir parecerse a Dios o a lo divino en otros momentos de su vida; es decir, todo ser humano, por más que decida obrar mal en su vida no puede dejar de obrar moralmente bien en algún instante; y, al contrario, por más que se empeñe en obrar bien, nunca podrá evitar realizar actos injustos o moralmente censurables.
Solo si la cantidad y calidad de los actos moralmente valiosos que realice sea mayor o tenga más peso que la de las faltas morales que cometa, adquirirá la dignidad de lo humano que reclamó Pico, se dará una forma digna no solo de sí mismo sino de ser divino que lo creó. O decimos nosotros, siguiendo esta interpretación de su pensamiento, que cada ser humano se dará la forma y la imagen digna de tal, de verdadero ser humano, en la medida que elija o se proponga siempre obrar moralmente bien en su vida, así en algunas ocasiones no lo logre, así en algunas ocasiones no pueda evitar obrar mal haciendo daño a otro u otros.
Imagen principal, Retrato de un joven de Sandro Botticelli, tomado de Wikimedia Commons.
Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 9 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.
Correo: camilobok@hotmail.com
Un Commentario
Hermoso ensayo que deja mucho en qué pensar.
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