Diputados huecos

Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL

No, estimado lector. Esta columna no tiene nada que ver con homofobia. No se refiere al término con que los guatemaltecos solemos hacer referencia despectiva a los homosexuales –quienes me merecen respeto–. ¡Para nada! En realidad me importa un pito –para mantener la coherencia con el tema– la vida privada de los honorables diputados. A lo que me refiero es a la otra acepción del término, es decir, hueco en tanto «Que no es compacto o macizo, porque está vacío por dentro o porque tiene en su interior un espacio sin materia muy grande, en relación con su volumen».

Y es que uno no puede arribar a otra conclusión, después de observar el triste y lamentable rosario de propuestas anodinas, oportunistas, insustanciales y vacías de contenido, con que en los últimos meses algunos congresistas han insultado nuestra inteligencia. Cercenaron la cultura y la libre expresión al prohibir el ingreso de una banda rockera y propusieron, como contrapunto, que se restringiera la emisión de canciones reguetoneras.

Después vino el intento de penalizar a quien se atreviera a insultarlos, obviando que existen normas garantes de la libre emisión del pensamiento. Luego, insinuaron la posibilidad de promover la reelección del presidente, y en los últimos días se ha destapado la intención de eliminar la Corte de Constitucionalidad. Todas, propuestas huecas, inviables por definición, pero harto elocuentes para ilustrar la deficiencia de sus ponentes. Lo hueco de su gestión.

Lo más deplorable es que esos diputados especialistas en lo fútil, le hacen creer a la población que todos los diputados son iguales. Nada les importa presumir ignorancia y les viene flojo hacer ridículos tan descomunales. Antes bien, parece que disfrutan con ello. Con enojar al prójimo para satisfacer la necesidad de afecto. Hacer gala de masoquismo o complejo de inferioridad materializados en el absurdo.

Esta falta de consistencia es uno de los graves pecados de la política, o mejor dicho, de esa praxis mercantil que en estos tiempos conocemos con ese augusto nombre. Sí, un grave pecado porque equivale al abandono absoluto del concepto «política», como fue concebido a lo largo y ancho de la historia, para ser sustituido por meras torpezas.

Estos diputados huecos –Estuardo Galdámez el número uno– y sus banderizos como Javier Hernández, Luis Azmitia, José Conrado García, Marvin Osorio –que buscaba la obligatoriedad de la enseñanza bíblica en las escuelas–, Felipe Alejos, Anibal Rojas (de Viva) y Ramón Lau, han contribuido a debilitar el concepto de política a su mínima expresión y a consolidar la opinión popular de que el Congreso es una vulgar plazoleta de barrio.

Y el presidente Álvaro Arzú Escobar, cuyas luces jamás se encendieron durante su primera presidencia en el Congreso, nada aporta al encauzamiento del debate hacia iniciativas serias. Antes bien, a la descabellada propuesta de clausurar la Corte de Constitucionalidad mediante una consulta popular, solo le echó más fuego al declarar: «… los diputados tienen el derecho de proponer reformas constitucionales y si en algún momento se presenta se le dará el trámite correspondiente como dice la Constitución. Se le tiene que dar un trámite inmediato».

Es difícil saber si esas propuestas huecas son planteadas por pura ignorancia. No hay necesidad de ser experto en derecho para saber que la CC no se puede disolver mediante una simple consulta popular. Se trataría, en todo caso, de una reforma constitucional, por lo demás, improcedente para el sistema democrático.

Y así como estas ponencias histriónicas, los debates que propician estos diputados son tan huecos como su cerebro. Las nuevas generaciones de guatemaltecos, difícilmente han sido testigos de una discusión de altura en el hemiciclo. En su lugar, las batallas campales, los insultos propios de cantina de barrio y las agresiones verbales a granel, han pasado a formar parte de la parafernalia que caracteriza el ambiente congresil chapín del siglo XXI.

Como una pequeña muestra de un auténtico debate parlamentario, dejo esta anécdota por demás ilustrativa.

En 1970, el Congreso, presidido por Mario «el Mico» Sandoval Alarcón, aprobaba un nuevo Código de Comercio, a toda prisa y sin mayor discusión, el cual fue objetado de inmediato por los sectores empresariales –pese a ser afines al gobierno de turno, el de Arana Osorio– porque sentían afectados sus intereses y exigían un análisis más amplio.

Uno de los problemas era que el Código citado creaba el Registro Mercantil, pero el gobierno no ofrecía la menor señal de estar consciente de ello y se preveía que la mencionada dependencia no entraría en funciones a tiempo. Como medida emergente, un diputado propuso un decreto que buscaba prolongar la vigencia del Código Mercantil anterior.

Empero, la iniciativa desató una fuerte discusión debido a que los representantes no se ponían de acuerdo, por cuestiones de técnica parlamentaria y de interpretación del reglamento de sesiones, prolongando innecesariamente la discusión.

Fue entonces cuando el autor de la iniciativa intervino: «El gran responsable de este debate, es un señor austriaco: Hans Kelsen, jefe de la Escuela Vienesa de Derecho y autor del libro Teoría libre del derecho que ha legado a los juristas latinoamericanos una herencia de formalismo, de la cual no podemos sacudirnos todavía. Cuando se estudia el Derecho anglosajón y se pone de manifiesto la funcionalidad de sus normas y el respeto que se tiene a las mismas, a sus leyes precisamente, porque esas funcionan, nos ponemos a pensar en que estos pequeños debates formalistas, tratan de traer a colación interpretaciones personales sobre problemas de una claridad meridiana. Si el artículo 173 constitucional se presta a 45 interpretaciones de tipo formalista, es allí donde se ve perfectamente la influencia de Hans Kelsen… porque yo más claro que el artículo 173, no veo absolutamente ningún problema en esta discusión bizantina, con perdón de los epítetos que hemos sostenido desde hace casi dos horas».

El diputado era Adolfo Mijangos López, uno de los más brillantes de la historia, quien llegó postulado por la DC–URD.

Toda una lección magistral… impensable en cualquiera de esos diputados huecos, que jamás debieron ocupar una curul.


Fotografía tomada de Canal Antigua.

Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.

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