Rosario Jerez | Política y sociedad / PALABRA FEMINISTA
¿En qué momento se nos olvidó que mamá también es humana? Quiero hablar de las relaciones tejidas entre nosotras, madres e hijas, y para eso me gustaría citar a la anarcofeminista, Niza Solarí Oyarzo, quien en una entrevista hablaba de romper con esa relación maternalista y transformarla en una amistad profunda. Sin embargo, esto puede ser más complicado cuando mamá habita en un pedestal desde que éramos muy niñas, o bien todo lo contrario, porque siempre esperamos que mamá asumiera que vivía en nuestro pedestal, pero jamás asumió esa parte, entonces de qué manera te haces amiga de una mujer con la que no puedes hablar ciertos temas o con la que has dejado de ir a un lugar favorito para ambas.
Si en algún momento a nosotras se nos ha prevenido de ser madres a través de una maternidad romántica, es porque en países como el nuestro hemos nacido en esa realidad y nadie le dijo a nuestras madres que la maternidad no era la felicidad absoluta o se les sublimó a la obligación de ser, al derecho, al instinto o a la condición fémenina. Nadie nunca les dijo que ser madres también podía ser un acto político reivindicativo, les dijeron todo lo contrario y las cargaron con mil virtudes con las que no podían, no debían y no querían: la santidad, el recato, la ternura, el amor incondicional, la abnegada entrega y, para ajuste de cuentas, el ayuno de orgasmos, el dolor y el sufrimiento de la Virgen María.
En este momento vienen a mi mente las palabras de una mujer que admiro profundamente, quien en su momento me planteó la pregunta, ¿sabes si tu mamá realemente quería ser madre? Hasta hoy no tengo la verdadera respuesta, porque hay una historia alrededor de eso que cualquier persona cercana respondería con un sí. Pero si hablamos desde nosotras, desde las amigas, las vecinas y las mujeres que amamos, a muchas les tocó ser valientes o tal vez no se dieron cuenta de que lo fueron o de que no fueron capaces de rebelarse porque nunca supieron de rebeldías y optaron por la maternidad por presión social o porque no tuvieron más opción que serlo a causa de la violencia y la desinformación.
Justo ayer hablaba con una mujer que también ha cumplido un rol maternal en mi vida, quien, a su vez, en algún momento ha cuestionado mi identidad sexual por las mismas razones; se respondió sola al final. Comentamos sobre el tercer embarzo de alguna mujer, yo preguntaba sobre cómo era posible que ganando un salario mínimo fuera a ser madre, por tercera ocasión. Ella respondía: «es que ya teniendo esposo, no es posible decidir». A lo que yo respondí: «por eso no cambio las redes lésbicas en las que he vivido».
En este tiempo en el que nuestra vida, nuestra memoria, nuestros cuerpos y nuestra historia como mujeres enfrentan miles de formas de violencia, es urgente empezar a sanar heridas y nuestra relación con nuestra madre, aunque esa sanación empiece solo por una vía, porque ya lo dice la sabiduría de nuestras abuelas: «Sanando tú, sano yo; sanando yo, sanas tú». Esto nos permitirá empezar a construir alianzas más fuertes de mujeres, no solo en el espacio público sino también en el espacio privado, alianzas que nos fortalezcan para ir deshilando y desenredando todo aquello que nos ha obligado a devaluar el amor, la familia, el tiempo en casa, el trabajo dómestico y el cuidado que nuestras madres han realizado por años con sus nietos, padres y hasta con nostras mismas.
Mamá es humana, no es santa y no tiene por qué serlo
Me ha costado mucho aprender a ver a mi madre como humana y tal vez me tocó de la forma más complicada, entre morfina y en una cama de hospital, en un cuarto ingreso. A pesar de todo, veo como se transforma en sabiduría y se redescubre. Mi madre se hizo cargo de mi crianza y cuidado junto a mi abuela, sin embargo, hoy por hoy, aún no me libero de la culpa de que mi madre no volviera a enamorarse y construir una relación, sé que fue una forma de protegerme dentro del espacio en el que crecí, pero me hubiera gustado. A su vez, creo que entre todos los motivos por los que he optado por no ser madre, está el de no cargarla con el cuidado de un bebé, aunque ella hubiera deseado todo lo contrario.
Hace poco ella me contaba de uno de sus amores de juventud, ya saben: visitas prohibidas, cartas no entregadas y un viaje del que él no volvió, ella considera que su historia pudo haber sido otra. Mientras traté de contener mis lágrimas, pregunté, ¿viste porque vale la pena ser rebelde? Ella dijo: sí.
Un día una de sus amigas vino a casa y me dijo: «Gaby, es que su mamá dice que cuando usted es más rebelde, es cuando ella más la quiere».
Fotografía de Rosario Jerez.
Rosario Jerez

(1991). Poeta feminista. Hermeneuta de la melancolía y romántica sin causa.
Correo: gabyhj17@gmail.com
Un Commentario
Tu reflexión “Desmitificar a mamá” me parece adecuada al tiempo que vivimos. Las mujeres tienen/tenemos explicita- e implícitamente varias obligaciones/tareas por el hecho de ser mujeres. Quería consultarte si este artículo está en Facebook? Quisiera compartirlo con un grupo de mujeres latinoamericanas en Suecia. Muchas gracias!
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