-Leonardo Rossiello Ramírez/ LA NUEVA MAR EN COCHE–
De una noticia, nada más importante que el titular. Da cuenta del contenido y, a veces, alienta a leerlo. Los hay de todo tipo. Entre los sutiles, me encontré este, de El País de España:
La policía abate al sospechoso de un descuartizamiento que mató a un agente [1]
Dado el prestigio de ese medio de comunicación, hay que descartar el anacoluto. Observa la genial ubicación de la frase subordinada, que, con firme determinación, descarta esta otra posibilidad: «Agente policial mata a un asesino, sospechoso de haber descuartizado un cuerpo». Para decirlo de modo inapelable: no pudo haber sido el sospechoso el que mató al agente, sino su obra: el acto o el efecto.
Un titular es como la etiqueta de la botella. Imagínate que compras una botella de vino, creyéndole a la etiqueta y pensando que es tinto, y al abrirla resulta blanco. No, es el gancho, el redaccional genio del titular lo decisivo, en este caso, lo que seduce. Su serena belleza. Lo acendrado de esa impoluta prosa.
Hay que aceptar, pues, que las cosas sucedieron como el paisino titular asevera. Me imagino que un agente policial, al ver el descuartizamiento, murió del susto. O que falleció de la impresión al ver el acto (o el resultado, el efecto del acto) de descuartizar. Después, otro agente mató al sospechoso del descuartizamiento. La secuencia temporal de los hechos se presenta invertida en el titular, como es lógico.
La obra del sospechoso, el descuartizamiento en sí, fue el agente de la muerte del agente. Al menos puede decirse, sin ruborizarse uno, que la obra resulta sospechosa de ser el agente o, si se prefiere, la causante de la muerte del agente. También me imagino que el autor, sea o no sospechoso, primero cuartizó el cuerpo y luego, arrepentido, lo descuartizó. Pero ¿qué culpa tiene el tomate? Eso podríamos preguntarnos. Figúrate: si un agente muriese por un atiborramiento de comida ingerida, la policía, para ser consecuente con esta política de abatir –mientos, tendría que proceder a abatir al sospechoso. Pero, cuando se dispusiera a hacerlo, sus esfuerzos habrían sido en vano: el sospechoso de indigestión ya estaría muerto.
Así las cosas, surgen de todo lo anterior una consideración, una serie de hechos a investigar y un corolario posible.
La consideración, y vaya que conviene ser considerados, es la siguiente: que un descuartizamiento haya matado a un agente no parece razón suficiente –al menos en un mundo donde debería reinar la racionalidad− para que «la policía» (¡toda la institución policial! Porque de haber sido un agente policial solo, debería haber puesto «un policía». O, si fueron varios, «un grupo de policías»); para que la policía, decíamos, se ponga en marcha para neutralizar al sospechoso de haber descuartizado a alguien. ¿No suena excesivo? Parece, incluso, un despilfarro de fuerzas: miles y miles de empleados policiales de todo el país han abandonado tareas como ubicar y neutralizar terroristas o combatir la corrupción económica, para abatir a un sospechoso de algo, solo porque su acto causó la muerte de un integrante de la institución. Muy digno todo de ser noticia; sobre todo de titularse de aquella ingeniosa manera.
Por lo pronto, habría que investigar qué quiere decir «abatir». ¿Matar? ¿Herir? ¿Dejar fuera de combate? ¿Dar un garrotazo en la cabeza? ¿Neutralizar? También habría que investigar por qué ponen «abatir» en el titular y no lo que en realidad hicieron esos agentes, que ya me están resultando sospechosos. Parece que la palabra misma es sospechosa o agente de un descuartizamiento lingüístico, que mucho sugiere la idea de eufemismo. Me atrevería a decir que es un agente del eufemismo. Habría que abatirlos. A la palabra eufemística y, ya puestos a abatir, al eufemismo en general. Porque no se puede aducir que la policía abate y el descuartizamiento mata. Al menos no sin generar un sano, espontáneo y justificado rechazo de parte del lector.
Otra cuestión a averiguar es por qué usaron «descuartizamiento» y no «descuartización». Que esta última palabra no esté lexicalizada no importa: a cada rato usan palabras no registradas en el Diccionario de la Lengua Española y nadie se muere por ello. La última es mejor: sugiere más la acción que el efecto. Es más plausible morirse de no más ver un acto horroroso que de ver su resultado.
Por otra parte, un descuartizamiento insume tiempo, salvo que el sujeto haya usado un potente bisturí láser (o un sable de samurái) y sea maestro de esgrima. Tsac tsac, tsac tsac, y ya está (si es que por motivos estéticos resuelve dejar la cabeza en su sitio. Caso contrario, marche otro tsac que tampoco insumiría muchos nanosegundos). No; lo más probable es que haya usado una sierra, o qué tal un hacha. Pero usar esas herramientas insume su tiempito. Claro está, pudieron haber sido varios, con lo que habrían acortado el procedimiento, pero entonces debieron poner en el titular ”el sospechoso o los sospechosos”. El singular es claro: los indicios apuntan a un solo autor. ¿Por qué el agente que murió de la impresión, en vez de quedarse atónito mirando el hecho y morirse acto seguido del susto no intervino, pese a que tuvo tiempo suficiente para hacerlo? Acá hay gato encerrado. Tambien habría que investigar eso. Otra posibilidad es que el agente no haya presenciado el acto de descuartizar sino solo el efecto: abrió una maleta, vio qué había adentro… ¡Da daaa…! Y se murió.
El corolario posible es que el tomate carece de culpa, que un mero descuartizamiento es capaz de matar a un agente y, además, de generar una respuesta injusta por parte de toda una institución estatal. Esto es algo novedoso. Porque si el descuartizamiento no puede ser culpable ni, por ende, acusado de homicidio, la institución policial, sí. Incluso, puestos a aportar pruebas, podría ser acusada de homicidio culposo y aun de asesinato.
Ahora tendría que meterme en la noticia en sí. Paladear este delicado vino tinto (en sangre, por desgracia). Pero no puedo dejar de pensar, maldita sea la sutileza del titular y sus reverberaciones. Hagámosle la ola: es genial.
Para ser sincero, me parece que los agentes debieron arrestar al descuartizamiento. Luego, la sección pertinente debió aclarar los hechos con calma para después remitir el expediente a la justicia. En cambio, procedió a abatir a un sospechoso. Parece justicia por manu propria, lo que sin duda es muy impropio.
El País, 12 de septiembre de 2017.
Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Uruguay en 1953 y resido en Suecia desde 1978. Tengo tres hijos, soy escritor y profesor en la Universidad de Uppsala.
Un Commentario
Muy enjundioso artículo que hace reflexionar sobre ls lectura cotidiana.
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