Jesse Reneau | Literatura/cultura / EL CUARTO AMARILLO
Querido (des)amor del siglo XXI:
Te mando saludos desde los enredos de la red, esperando a que te lleguen telepáticamente porque sé que nunca me vas a leer. Prefiero que sea así. Ya desde hace tiempo no sé lo que es querer, amar o todas sus demás variantes gracias a ti. He estado analizando todo lo que la palabra significa sin llegar a conclusión alguna, simplemente pensar solo por pensar sobre el amor en los tiempos del Instagram (y redes sociales, en general).
Subes una historia tipo: amanecí bonita hoy y quiero que lo veas, fui a tomarme una michelada con mis amigas y quiero que lo veas, salí con un chico hoy y quiero que lo veas. Y el chico-desastre ve la historia, y si se le da la gana responde, si no no. Me ha pasado que reviso entre los viewers de lo que he subido para ver si me aparece tu nombre de usuario, junto a tu foto color azul océano, y siempre estás allí. Eres un espectador silencioso. Nos encanta jugar a aplicarnos la ley del hielo a quemarropa.
Una de dos: o de repente la timidez le gana o la falta de interés lo deja inmutable. En tu caso es un Te vi y me pela, hacé lo que querrás. Ojalá yo pudiera decir lo mismo de ti, porque yo veo tus historias y el orgullo no me permite escribirte pero ni un punto. Ojalá fuera falta de interés de mi parte también. Ojalá.
Hace dos semanas cambié mi foto de Whatsapp con la esperanza de que la vieras. Soy una estratega; elegí una donde saliera extra bien, le puse un filtro verdoso, cambié mi estado y me eché una oración de noche para que mis esfuerzos idiotas traspasaran de tu pantalla a tu mente. En eso creo que me ganan las mañas de antaño; pido deseos a las 11:11 p. m., soplo dientes de león y te aseguro que si viera una estrella fugaz hoy en el cielo sería la misma historia –te pediría a ti, o más bien lo que me hacías sentir–. La ilusión que me diste creo que no se compara con nada. En fin, estoy segura que viste mi foto, y con eso quedo tranquila.
Uff, y cuando hablábamos. Si tardabas una hora en contestarme, yo tardaba dos, y luego tú tardabas otras dos. Algunas veces tardabas una hora y yo algunos minutos; todo por la tonta gana de querer hablar más contigo. En este paquete vienen incluidos los monstruosos cheques azules, las veces que te vi “en línea” o cuando hablabas en los grupos en común sin contestar en nuestro chat privado. Sueno demasiado controladora, pero créeme que veía estas cosas y me daba igual. Me daba igual porque ya me las esperaba.
Pero no todo gira en torno a nosotros dos. Mi análisis parte de nosotros, sí, pero hay mucho más. Por ejemplo, otros veinte es el de revisar los celulares. Tengo tu huella dactilar guardada en el teléfono, para que me estés controlando la vida y contando las letras. Te doy mi patrón, te doy mi clave. Borro los chats. No tengo nada en el teléfono, solo fotos de nosotros dos. Te miento, no te miento. Me quiere, no me quiere.
Subí foto de nosotros y no le diste like. En vez de eso, le diste like a la foto de tu amiga Sofía. No me respondiste el comentario. Te etiqueté en un meme y se te pasó. Me pasaron screenshots de una conversación que tuviste con alguien, me pasaron fotos que le enviaste a esa persona. ¿Cómo es posible que incluso haya habido divorcios por cosas así? Sin duda, nos estamos destruyendo.
Desamor, te admito que tengo miedo y espero nunca llegar a ese punto, pero a veces es inevitable. En estos tiempos, al menos.
La verdad es que mientras más pienso sobre ello, más me canso. Más me decepciono, y creo que todo esto no hubiese pasado si quiera por mi mente si no hubieras martillado mi corazón. ¿Tendría que agradecerte? Bah, yo no te voy a agradecer nada. Me pregunto qué tanto daño nos estamos haciendo, y cómo las redes sociales y la falta de confianza han resultado en una combinación tan fatal.
Nunca tuya,
ya sabes quién.
Imagen tomada de WeHeartIt.
Jesse Reneau

Estudiante de Ciencias de la Comunicación. Amante de la música, la playa y la literatura. Su gran sueño es llegar a ser periodista y tener una motocicleta negra.
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