-Gabriela Carrera / FÍJESE USTED–
Desalojo es una de las palabras que bien pueden definir el país en el que vivo. Las imágenes dramáticas no nos hacen cuestionar colectivamente la conformación del poder, no nos rebelamos al ver a los niños en la intemperie, a las mujeres cocinando entre el polvo mientras los hombres construyen un techo improvisado con lo que les han dejado llevar. Estos años he visto cómo los nombres de las comunidades desalojadas se han multiplicado: La Florida, San Andrés Petén, Lote 8, Chab’il Ch’och’, Trece Aguas…
No hay contradicción posible de defender. El Estado guatemalteco sigue cuidando los intereses de las élites de este país, se resiste a dejar de hacerlo. Durante décadas, se defendieron las dictaduras y se buscaron enemigos internos entre las comunidades. El Estado obligó a huir y muchos dejaron todo atrás por miedo a la muerte. En tiempos de democracia y paz, respetamos el derecho y la legalidad, y con una orden de juez y agentes de policía y radiopatrullas, permitimos que familias enteras dejen sus tierras, sus hogares. Aquellos que estuvieron en la guerra, construyeron su propia democracia y lograron hacer legal el desalojo y el despojo. Hoy como ayer, se obliga sin mayor aspaviento a que digan adiós a su presente y se olviden de un mejor futuro
Los desalojos son la muestra más visible de la persistencia de un Estado violento y racista, pero también de la normalización social de las agresiones institucionalizadas. La sociedad guatemalteca –usted y yo– está expuesta a vivir entre muertos y crueldad cotidiana, entre una esperanza que se debate por seguir de pie. Frente al sufrimiento, todavía callamos. Frente a la injusticia más inhumana, aún cerramos los ojos. Así nos han enseñado a sobrellevar nuestra realidad y así hemos aprendido a mantener un equilibrio delirante.
Quienes debieran de ser desalojados son otros. Guatemala no es una finca, es un territorio de muchas resistencias. Guatemala no es de quien presiona para legislar y quien sigue logrando presionar “con todas las de la ley” a la justicia para caer en las incoherencias más antidemocráticas. Guatemala es de los pueblos, no de las élites. Dénse cuenta, fíjense bien.
Gabriela Carrera

Creo firmemente que la política y el poder son realidades diarias de todos y todas. Por eso escogí la Ciencia Política para acercarme a entender el mundo. Intento no desesperanzarme, por lo que echo mano de otros recursos de observación como los libros y las salas de cine. Me emocionan los proyectos colectivos que dejan ver lo mejor de las personas y donde el interés es construir mundos más humanos.
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