Democracias de cartón

-Virgilio Álvarez Aragón / PUPITRE ROTO

Si las empresas de cartón existen para evadir las responsabilidades fiscales, en política las democracias donde se engaña al ciudadano y se impone, mañosamente, el interés de unos cuantos, pueden también identificarse como de cartón.

Posiblemente la más falsa de las democracias sean la estadounidense, donde en la reciente contienda resultó electo el candidato que menos votos obtuvo. Subterfugios representativos hacen que en ese país, glorificado precisamente por su supuesta democracia, los ciudadanos no resulten exactamente iguales al momento de ejercer el voto.

En las grandes y pequeñas economías, además, no ha sido posible romper con los caudillismos, mantenerse en el poder es una tentación de todos los que lo han alcanzado. Imaginarse el único capaz de administrar sus estados es un espejismo habitual, muchas veces solapando intereses espurios, combinando alianzas con estados poderosos, a quienes entregan en bandeja de plata los recursos naturales y humanos del país, con aquellas hechas en las trastiendas con grupos criminales de diverso tipo. Porque detrás de un real o supuesto caudillo hay siempre un entramado de intereses particulares, muchas veces ilegales, y para nada legítimos. Sobre los mañosos intentos reeleccionistas y sus consecuencias nefastas en la Latinoamérica actual Alejandro Urizar recientemente nos ilustró en esta misma gAZeta.

Pero en Honduras no se viven solamente las consecuencias de un tramposo y amañado proceso reeleccionista. Se sufren también las consecuencias de un sistema político diseñado para extorsionar emocional y económicamente a los sectores más desfavorecidos. Bajo el supuesto de que esa es una democracia, solo porque cada cierto número de años se realizan procesos electorales, en Honduras, como en muchos de los países de la región, lo tradicional ha sido poner a competir a representantes de los mismos intereses, de manera que, al final de la “fiesta cívica” siempre ganen y pierdan los mismos, sin importar quien sea el electo. Una falsa democracia, una democracia de cartón.

Pero, en los últimos años, buena parte de ese sector de la sociedad que siempre ha perdido, ganara quien ganara, ha avanzado en organización y construcción de un proyecto nacional diferente, llegando esta vez a poner en cuestión, al menos en parte, el dominio y usufructo que los que siempre han tenido las manos sobre las riquezas públicas del país. No se habla en Honduras de un cambio radical del sistema económico, se habla, sí, de la sustitución de una élite política convertida, desde hace décadas, en una típica y evidente casta. Desde la marginalidad de los movimientos sociales se ha llegado a construir un movimiento político de gran envergadura. Evidentemente el proceso es mayoritariamente urbano, donde la demagogia, el clientelismo y la manipulación de las necesidades ya no son monedas de fácil curso.

Pero en el país aún hay una gran masa de población aislada, abandonada, controlable con mínimos beneficios temporales. Es allí donde la manipulación y hasta posible falsificación del voto se ha producido. Zonas de difícil acceso donde la oposición no pudo fiscalizar adecuadamente el proceso, lugares donde los flamantes observadores internacionales, esos que se alojan en hoteles de lujo y dan una paseadita por las ciudades con chalecos distintivos para luego decir que todo estuvo requete bonito, tampoco se interesaron en visitar, mucho menos en controlar adecuadamente en los momentos poselectorales.

Si fiscalmente las empresas de cartón, luego de identificadas, resulta relativamente fácil aislarlas y clausurarlas, en política las democracias de cartón cínicamente se reciclan y sobreviven. Organismos internacionales y supuestos países amigos se encargan de mantenerlas, pues dicen privilegiar estabilidad de mercados y ganancias de las transnacionales a apoyar procesos locales de construcción de capacidades para mejorar la vida de las mayorías. En el caso hondureño, tanto la envejecida e ideologizada OEA, como la Unión Europea, han hecho su labor de zapa en beneficio de las élites corruptas de siempre. Sus observadores llegaron sin un plan eficiente y efectivo de fiscalización en los lugares críticos, evitando estar presentes en el proceso de escrutinio y conteo de los votos. Ahora, queriendo limpiarse la cara, coinciden en que el TSE debe escuchar los reclamos de la oposición, referido al recuento de votos, especialmente en aquellos departamentos donde, curiosamente, hubo una afluencia de votantes enormemente superior al promedio, pero dejando esa revisión condicionada a la aceptación y actuación de las dos fuerzas en disputa.

Son más de cinco mil actas las que, extrañamente, no fueron transmitidas la noche de las elecciones, y es en ellas donde hay dudas de modificación de los resultados. En tres departamentos, mayoritariamente rurales, Lempira (91.4 %), La Paz (77.6 %) e Intibucá (86.5 %) extrañamente votó 75, 70 y 72 por ciento de la población respectivamente, cuando en los altamente urbanos, y en consecuencia con mayor acceso a los centros de votación, la participación osciló entre 55 y 50 por ciento.

Todo parece indicar que en Honduras, como en muchos de nuestros países, las democracias de cartón, aunque detectadas, seguirán funcionando, para felicidad y regocijo de las élites y sus demagogos y facinerosos aliados.


Imagen tomada de El Heraldo.

Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.

Pupitre roto

Un Commentario

Jacobo Vargas Foronda 07/12/2017

Los asquerosos juegos y descarados manipuleos de estas democracias de cartón, con la activa participación de las instituciones oficiales del Estado, el silencioso apoyo de las elites económicas y políticas de los sectores que obtienen grandes beneficios económicos y de poder con semejante macabro juego, todos ellos apoyados y aplaudidos por la reacia comunidad internacional que demagógicamente habla de apoyar «el derecho internacional y el derecho a la libre determinación de los pueblos», apostando por su disfrazada «buena gobernanza» que no es más que continuar con el mismo sistema corrupto e impune, se está acercando al demencial precipicio de las décadas del terror en América Latina y, con pleno maquiavélico conocimiento, empujando a los pueblos a buscar los mecanismos de la insurrección violenta. Aceptar que los fraudes electorales, como es el caso de Honduras con el antecedente del golpe de Estado cometido en el 2009, sigan su impune cabalgar, no sólo va a incrementar las frustraciones psicológicas de las ciudadanías, no sólo va a incrementar el incremento de las organizaciones delincuenciales del crimen organizado, sino que además conduce al incremento de las enormes desigualdades económico-sociales y culturales en nuestros países con un mayor saqueo de los recursos humanos y bienes naturales. No debemos ni aceptar ni permitir que se incremente la sensación de un suicidio colectivo.

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