-Vinicio Barrientos Carles | ENSAYO–
Ojalá que quede escrito todo esto, para que estos niños pequeños lo sepan algún día.
Testimonio REMHI
Todas las personas que han tenido la dicha y la responsabilidad de procrear hijos, conducirlos en sus primeros pasos, acompañarlos en sus procesos formativos, suelen tener a lo largo de su vida momentos en los cuales darían lo más valioso que poseen por evitar que sus seres amados tuvieran que verse en la necesidad de sobrellevar experiencias dolorosas, a pesar de que estas construyen y moldean a través de la pena y del fracaso. Así, no es nada difícil imaginar a una madre que se encuentre en la total disposición de cargar con las desgracias que sobre alguno de sus hijos podrían recaer. Sin embargo, es el tiempo el que muestra que esto no solo es imposible, sino también sería perjudicial en varios sentidos, pues evitar las experiencias del aprendizaje a través del error y del intento impediría el desarrollo que conllevan, objeto mismo del crecimiento.
Y es que el amor muchas veces nos mueve a tratar de controlar el devenir de los acontecimientos que afectarán al ser amado. Por ello, muchos padres desean frecuentemente perpetuar los cuidados y, en general, la función de protección. A pesar de ello, los hijos crecen de forma natural y ciertamente inevitable, y el mundo mismo se va encargando de someterlos a pruebas fuera del control de cualquier otro en su entorno. Lo importante acá es comprender que todos los esfuerzos que inicialmente se manifiestan como control y conducción, deberán paulatinamente irse transformando en una entrega que propenda al ejercicio de la libertad y la autonomía de la criatura, acompañadas de la responsabilidad, que florece conforme la madurez va llegando. En resumidas cuentas, podemos aseverar que no podrá llegarse a la madurez sin todo lo que se implica y se deriva de la práctica de la libertad responsablemente ejercida.
Lo más relevante de estas reflexiones iniciales, es que son aplicables no solo a los hombres y las mujeres en su desarrollo personal, sino que también se observan en la generalidad de las construcciones humanas, que nacen y evolucionan conforme el paso del tiempo. La anhelada madurez de muchas entidades se caracteriza por procesos homeostáticos tendientes al equilibrio. Es decir que igualmente cierto es que todo desarrollo y crecimiento de los sistemas sociales conllevan procesos de maduración, los cuales implicarán muchas veces fuertes dosis de sacrificio por parte de sus componentes o de sus integrantes. El desarrollo implica esfuerzos, y la madurez social no es excepción de ninguna manera.
El Estado es un constructo político producto de la vida en sociedad, dinámico y en continuos procesos de maduración y crecimiento. Menos formalmente, el Estado es como el alma, cuando el país, su población, es el cuerpo. Y como constructo humano y social que es, se desarrolla y se alimenta de todo cuanto le rodea y le constituye. Nunca será un sistema estático, y sus manifestaciones presentes, con sus virtudes y sus falencias, ilustran explícitamente los aconteceres que le preceden y que le conforman, para bien o para mal. Así como el cuerpo humano ya entrado en años expresa los cuidados o los excesos a los que se ha visto sometido, así, de similar forma, los estados de los distintos pueblos manifiestan, en su presente, como en una radiografía infalible, los acontecimientos que le han marcado su desarrollo y su evolución. En una palabra, el Estado es dinámico e integra los distintos esfuerzos que sus habitantes realizan, guardando memoria de su trayectoria y bajo las expectativas que su devenir le impone.
Por otro lado, es pertinente enfatizar que el lugar común de los ideales en las postrimerías del milenio que ha concluido y de este nuevo que se inicia, es el modelo derivado de la democracia, con sus variantes, con sus matices, pero en cualquier caso, inexorablemente atado al principio de equidad, que nos abraza y que nos contiene a todos los seres humanos por igual. Sin embargo, la democracia por sí misma, como ideal del presente, no nos traza la ruta a seguir, no nos informa sobre cómo evolucionar desde el modelo autocrático y verticalista, de unos pocos sobre los muchos, hacia otro democrático, más equitativo y mucho más horizontal.
La historia de nuestro país nos habla de un camino que ha sido, en efecto, un largo y difícil recorrido, y su memoria guarda eventos que han marcado su destino y explican gran parte de su estado actual. Avances aquí, retrocesos allá, hoy por hoy pareceríamos estar muy claros de la meta que estamos persiguiendo. Sin embargo, la percepción popular y diferentes perspectivas de análisis muestran nuestra situación política–social sumergida en claroscuros, que valen la pena sopesar, para no repetir ahora, algo que puede sobrellevarse si alcanzamos la suficiente conciencia en el nivel colectivo. De la pertinente ponderación de la complejidad de los factores intervinientes es que nuestras decisiones puedan resultar más atinadas o, por el contrario, desacertadas y propendientes al sufrimiento colectivo de las mayorías.
Nuestra radiografía social evidencia un pueblo con fuertes raíces en su ancestral pasado y con un mestizaje a la vez complejo y profundo, con una historia de preservación de mucho de la cultura de los pueblos originarios y con una diversidad sin par en la región, misma que se manifiesta en su multilingüismo, en los ecosistemas, en las tradiciones de su gente y, lastimosamente, en las desigualdades crecientes respecto a las oportunidades, que nos marcan en distintas dimensiones de nuestro coexistir. La misma caracteriología es amenaza y oportunidad, debilidad y fortaleza, y de la dinámica que logremos imprimir dependerá la faceta dominante.
Es fundamental reparar en que la democracia no podrá ser auténtica sin la participación ciudadana. Esta participación se hace cuesta arriba cuando la historia del país ha empujado sistemáticamente al silencio de aquellos que no conviene que alcen su voz. Por ello estamos muy claros de lo valioso que son los esfuerzos por el despertar de las juventudes, y la poderosa influencia de la participación cívica en la evolución de nuestro estatus socio-político. Por otro lado, no puede existir participación efectiva si no hay voces que denuncien, ni libre expresión por parte de todos los actores en la vida social de un país. Bien se ha dicho que la libre expresión de las ideas es el mejor termómetro de la vida democrática de un pueblo. Esto es especialmente válido en Guatemala, en donde existe un largo historial de sistemáticas acciones tendientes a limitar, coartar e impedir la libre expresión. De suerte que esta situación está cambiando, pero tampoco los cambios y los beneficios se darán en forma gratuita.
Todo lo anterior requerirá de nuestro esfuerzo, de nuestros más grandes sacrificios, y esto llevará a muchos de nosotros a procesos difíciles, y hasta cierto punto dolorosos, que posiblemente en algún momento tendremos temor de confrontar. Tomar conciencia de la necesidad de estos procesos de participación para que el crecimiento y la futura madurez sean realidad, es prioritario y crucial. Se repite, el desarrollo implica esfuerzos, y la madurez social no es excepción de ninguna manera.
Así, la democracia nos lleva a la participación ciudadana, y esta a la libre expresión de las ideas y del pensamiento. Como parte de este derecho a la libre expresión, se encuentra el libre acceso a la información pública, en consecuencia del principio de transparencia y en la persecución del sano ejercicio de la auditoría social, la cual incluye la apropiada fiscalización del uso de los fondos públicos, los cuales deben, en primera y en última instancia, responder al pueblo, que ha delegado en los funcionarios y organismos del Estado la soberanía que a toda la población le pertenece.
Resultará importante observar que el libre acceso a la información pública no es suficiente, puesto que deben existir mecanismos con los cuales sea efectivamente factible realizar la auditoría social de las acciones que funcionarios y organismos responsables realizan. Es decir que la transparencia por sí sola no basta. Aun así, es el primer paso a dar y muchos nos hemos comprometido con la nueva forma de transparentar las acciones públicas, como este primer paso en la lucha anticorrupción y en contra de la impunidad.
El componente social encargado de llevar a cabo la difusión de la libre expresión del pensamiento lo constituyen cabalmente los medios de comunicación. El periodismo se constituye como el primer eslabón entre el ideal democrático y la participación ciudadana, y en este momento podemos visualizar la función periodística mucho más allá de lo que nos presenta la visión tradicional, la cual concibe al periodismo como meramente la notificación de la información que puede resultar relevante para la población, es decir, el procesamiento y transmisión de la noticia. Esta visión tradicional se queda corta hoy en día, en que la conectividad entre medios de comunicación y la población se ha visto incrementada en gran medida, sea por la vía de las llamadas redes sociales, sea por los medios digitales de comunicación, sea por otros, pero todos girando en torno del despliegue y uso generalizado del internet.
De esta guisa que el periodismo hoy por hoy debe ir mucho más allá. Los esfuerzos ya no pueden quedarse en la superficie de una noticia simplemente trasladada. Lo que antes resultó ser una sofisticación investigativa en torno de un posible material de interés, ahora se ha convertido en el mínimo a realizar, con los atenuantes de mayores exigencias de celeridad y efectividad de los procesos. Todo periodismo debe ser ahora un periodismo mucho más profundo, en el cual los métodos de investigación son prioridad.
Una de las exigencias para el periodista actual se encuentra en saber qué y cómo de las cosas que se quieren informar. Así, debe encontrarse en posibilidades de salir adelante con conocimientos cada vez más amplios y variados, lo cual lo llevará, tarde o temprano, al trabajo en equipo, con asesores y expertos en una diversidad de materias. No se puede estar calificado para todo lo requerido, pero sí se debe contar con la asesoría y posible consultoría de una variedad de expertos, y esto para todo tipo de saberes que pueden aparecer en torno del tema del interés social del momento.
Lo anterior nos lleva a la temática de la Ciencia, olvidada por muchos países en vías de desarrollo que, consumiendo tecnología y productos científicos, no son productores de conocimiento como sucede en el primer mundo. Agravante de esto, sufren de muy bajos niveles educativos, con universidades dedicadas exclusivamente a la transmisión del conocimiento, sin la generación del mismo. Puede revisarse cómo los países más pobres, y los más debilitados por la corrupción y la impunidad, poseen los peores sistemas escolares, de forma tal que la gran mayoría de la población se encuentra marginada al acceso de una buena formación académica.
Un pueblo que no lee, que no estudia, se transformará en un pueblo marcado con el estigma de la ignorancia. Cuando el pueblo ignora los conocimientos básicos sobre el funcionamiento del orden social y sobre la posibilidad del conocimiento científico, hacen su aparición los mecanismos de manipulación y de alienación que perpetúan la ignorancia y los males que de una educación empobrecida provienen. Es un círculo vicioso de ignorancia y de opresión que impide el ejercicio crítico y analítico para resolver las distintas problemáticas que aquejan al país. Entonces se facilitan la explotación y el engaño, por el mismo desconocimiento de las causas, de los derechos y de las sapiencias tan necesarias para el desarrollo. Los sistemas se cooptan y se consolidan maliciosamente para mantener a unos pocos en el control de los muchos, que difícilmente podrán escapar a las condiciones que se les impone.
Es acá donde podemos visualizar una nueva función para los medios de comunicación, y especialmente para el periodismo investigativo, que no solo deberá revestir renovados retos e innovadores compromisos por parte de los profesionales, sino que también proporcionará las oportunidades del caso para realizar la pertinente difusión de los conocimientos requeridos por parte de las grandes mayorías, generando y propendiendo al pensamiento crítico. Se trata de la verdad de los hechos y de las causas.
Difusión y crítica serán dos elementos formativos que acompañarán al periodismo de las nuevas décadas, lo cual implica una gran responsabilidad y un honor sin par ante la sociedad. Los medios de comunicación se tornarán no solo en comunicadores de hechos, sino en formadores de conceptos y de actitudes. Así, el tránsito desde una forma de democracia representativa, y virtualmente nominal, hacia una participación ciudadana efectiva, será una de las tareas cruciales para los próximos años, y esto lo hemos empezado a observar, a través de los medios más ágiles, y mediante el especial seguimiento que ciertos segmentos de la ciudadanía ya han iniciado. A su vez, este nuevo periodismo será el vehículo idóneo para formar y reformar el conocimiento, a través y por medio de la difusión en los medios, fundamentando los procesos de paz, justicia y fortalecimiento de las instituciones tan requeridos por nuestro país.
Ha llegado el momento en que la lucha contra la corrupción y la impunidad nos lleven a mejores plataformas para el cambio, en donde todos los sectores y los estratos socioeconómicos de Guatemala participen por igual, ajenos a ideología o sistema particular de pensamiento. El periodismo responsable y altamente competente puede transformarse en un sistema de vasos comunicantes que permita el crecimiento en su conjunto, enfrentando con valentía los desafíos técnicos, políticos y sociales que los momentos actuales le demandan. Este no será un paso fácil, y muchos estarán tentados a dejar de lado los esfuerzos. Sin embargo, el Estado debe crecer y ello implica no dar marcha atrás a los procesos que sabiamente debemos aceptar. Uno de los riesgos más grandes ante estos retos por un periodismo de investigación auténtico sobre plataformas líquidas y gaseosas es justamente la solidez que los procesos periodísticos puedan revestir, y sobre todo ante la amenaza de resultar ahogados frente a las presiones plutocráticas que tradicionalmente han movido el periodismo en nuestro país. Para ello, la juventud y el talante de las nuevas generaciones son esperanza y una materia prima que no podrá minimizarse. Se trata de confianza en el ser humano, pues aunque resulten dolorosas y sufridas muchas de las experiencias dentro de los procesos, la última palabra la tendrán los ideales por la verdad y la justicia.
Coincidimos en la actualidad en la coyuntura de dos procesos fundamentales para la madurez ciudadana. Por un lado, estamos frente a la necesidad de reeducarnos en el respeto al sentido universal de la ley, y que cueste lo que cueste, somos capaces de construir un verdadero Estado de derecho. Por el otro, de manera complementaria, se hace indispensable tomar conciencia de que, más allá de la libre expresión y del libre acceso a la información, debemos edificar una nueva forma de concebir y de practicar el periodismo, puesto que es momento justo para retomar con humildad, pero muchísimo compromiso, su loable labor, innovando y constituyéndolo como faro y foro de nuestro amado país, conduciéndolo gradualmente, pero con paso firme hacia dos realidades tan deseadas como merecidas: la democracia y la verdad.
Imagen principal tomada de Experto en Derecho.
Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
2 Commentarios
Excelente artículo.
Muchas gracias Julio, aprecio tu comentario y siempre es un gusto saludarte.
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