Pamela Hentze | gAZeta joven / REALPOLITIK
La ignorancia de un votante en una democracia perjudica la seguridad de todos.
John F. Kennedy
El domingo 16 de junio, Guatemala celebró las peores elecciones que ha tenido desde su apertura a la democracia. Con una proliferación excesiva de partidos políticos, candidatos con un alto grado de ilegitimidad y con graves acusaciones criminales que lograron la segunda vuelta y candidatas con fuerte potencial de ganar las elecciones eliminadas de la contienda electoral por evidentes razones de «fuerza mayor», y, para terminar de reírnos (o, mejor dicho, de llorar), un sesgado Tribunal Supremo Electoral, cuyos músicos principales parecen padecer de una sordera nefastamente crónica. La reciente historia electoral de nuestro país parece extraída de una novela del mismísimo José Saramago.
Pero, ¿quién es el verdadero culpable de amenazar la democracia en Guatemala? ¿Serán los militares detrás de nuestro señor presidente? ¿O quizá los narcotraficantes y el crimen organizado cuya impunidad hermética les otorga bandera blanca por todas las calles del país? ¿O cómo olvidar a las joyitas más grandes de Guatemala que se hacen llamar nuestros representantes políticos?
Que tenemos a los peores gobernantes y a los más nefastos políticos de la historia es evidente e indiscutible, lo que resulta menester cuestionarnos es, ¿cómo llegaron al poder? ¿Quién los ha elegido? La respuesta es la más simple y la más dolorosa también: nosotros. Los ciudadanos guatemaltecos les hemos otorgado el poder, la política, el rumbo de nuestro país, la defensa de nuestros derechos y de nuestros intereses a las peores lacras que han pisado pie en nuestras instituciones. Lastimosamente, querido lector, el verdadero culpable que ha permitido la lenta destrucción del sistema democrático guatemalteco somos todos y cada uno de nosotros. Nuestra apatía cívica y escasa cultura política está permitiendo que Guatemala se enferme cada día un poco más.
El único momento en el que el ciudadano participa activamente en el sistema democrático es el día de las elecciones. Pero la democracia no termina con las elecciones. Quizá podemos decir que es su principio, pero dista mucho de ser su fin. El ciudadano guatemalteco se ha caracterizado por ser un sujeto apolítico y excesivamente pasivo: es callado, sumiso, apático, baja la mirada ante las injusticias, permite las corrupciones, jamás denuncia, muy pocas veces manifiesta. El guatemalteco también es social, alegre, proclive a las bebidas espirituosas, trabajador y un genio indiscutible para los memes. Sin embargo, cuando se trata de ser un ciudadano político a la manera de Platón, el ciudadano guatemalteco no existe, pierde la voz, brilla por su ausencia. «Votar por el menos peor» es la acción política más conocida por excelencia y a la que nos vemos sumidos cada cuatro años, sin excepción.
Nuestros célebres políticos, jueces y magistrados han destruido el Estado de derecho, los caciques dominan los partidos políticos, las cortes de justicia están hasta la coronilla cooptadas por el crimen organizado, existe una excesiva judicialización de la política y una politización de la justicia, la compra de jueces se ha convertido en el negocio más rentable después del nocivo desfalco de las arcas del Estado, los legisladores aprueban leyes sin leerlas, nuestro presidente se gasta el presupuesto en la compra de aviones que no son prioridad para las necesidades básicas de sus ciudadanos y se compromete a firmar acuerdos que parecen escritos por Nito y Neto. La desnutrición crónica, la delincuencia, la falta de escuelas públicas, la escasez de medicamentos, la pobreza, son solamente una pequeña parte de la realidad que debe afrontar todos los días el ciudadano guatemalteco. La moraleja aquí es que, a pesar de que nosotros los ciudadanos no hemos creado esta nefasta realidad, sí la hemos permitido.
Este 11 de agosto se celebra la segunda vuelta electoral que determinará quién será nuestro presidente los próximos cuatro años. ¿Volveremos a votar por el menos peor? ¿Sería muy ingenuo de mi parte querer darle más peso político al voto nulo y registrar mi inconformidad con los candidatos actuales? ¿Qué pasaría si todos ejerciéramos esa misma inconformidad? Se vale soñar.
Si no despertamos, fiscalizamos, denunciamos, manifestamos y comenzamos a alzar la voz, nuestros «gobernantes» nos van a seguir callando. Lo repito, democracia: ¿dónde estás que no te veo?
Pamela Hentze

Guatemalteca apasionada por la literatura clásica; fiel luchadora de la justicia, la libertad y los principios éticos.
Correo: plhm@ufm.edu
3 Commentarios
Felicitaciones por el artículo! Invita a cuestionar y hacer reflexión!
Felicito a gaZeta por la nueva gaZeta joven y a Pamela Hentze, muy buen artículo.
Excelente articulo!!
Dejar un comentario