Del poder mediático sobre nuestra cotidianeidad (y en la coyuntura electoral)

Sergio Estuardo Castañeda Castañeda | Política y sociedad / EXPLORACIONES

Solo quien sabe de periodismo, y de lo costoso del desinterés, puede estimar de veras
la energía, la tenacidad, los sacrificios, la prudencia, la fuerza de carácter
que revela la aparición de un diario honrado y libre.
José Martí

No es un secreto para nadie el hecho de que los grandes medios de comunicación a nivel mundial representan la voz del poder global dominante y de sus respectivos aliados locales. A través de estos se busca construir un «sentido común» que responda a los intereses de los grandes capitales, dejando poco espacio para un ejercicio periodístico libre, crítico o alternativo.

Vemos, pues, como los medios de comunicación juegan un papel fundamental en tiempos de la denominada posverdad; esto quiere decir que, aunque la verdad absoluta no existe, es posible «construirla». Pero ¿quién la construye a nivel global? Acaso no son esos oligopolios mediáticos los que logran, a través de un bombardeo constante de noticias tendencialmente inclinadas a manipular y enraizar creencias, instaurar en las subjetividades de las masas su verdad. Repite una frase a modo de certeza incasablemente y muchos, sin poner resistencia -por estar sumergidos en sociedades acríticas-, la tomarán por verdad sin ponerla siquiera en duda.

Entonces, en un mundo donde la información sesgada hacia el poder y la carencia de pensamiento crítico es cuasi norma en los sistemas educativos, y cuando en paralelo los medios al servicio de las élites ejercen un poder fáctico de inmensas dimensiones, la piscología de masas y otros diversos dispositivos logran condicionar incluso las conductas más íntimas de las personas. Foucault teorizó parte de esto último y demás conjunto de estrategias psicológicas y relaciones de poder que se despliegan sobre cada humano y lo denominó como «biopolítica» (por si el lector desea leer sobre el tema, si es que no lo ha hecho ya).

Vaya si no resulta difícil hoy en día para muchos el siquiera cuestionarse la cuasi uniforme manera de ver el mundo que nos presentan las grandes cadenas de información y entretenimiento. Así es, el poder tiene claro que para ser hegemónico toca ir más allá de la represión (aunque esta no la desechan) y así crear nuevas formas de dominación y autodisciplinamiento sistémico que hacen pensar a quienes los padecen que no existen tales maniobras y que todo es parte de una supuesta normalidad natural. Que así son las cosas por naturaleza y no pueden ser de otra manera.

Hilvanándolo con la coyuntura nacional: entonces uno puede indignarse o mofarse de la encuesta publicada el reciente jueves pasado en Prensa Libre como acto terapéutico. Pero luego, tal y como lo entiendo, procede hacer un análisis más crítico partiendo del papel, precisamente, que juegan actualmente los medios de comunicación masiva y del inquietante dato respecto a que en las últimas elecciones los resultados han dado la «razón» a las encuestas de dicho diario. Porque, para estos oligopolios mediáticos, la información es lo de menos y la búsqueda por embrutecer, despolitizar y manipular a las masas uno de sus máximos fines.

Este tipo de medios responde a consensos realizados por ciertos estratos del poder oligárquico y que, cual vitrina masiva, lanzan a la población apostándole a conquistar la mentalidad de la mayoría a través de la exaltación de los estados de ánimo, en buena medida provocada por ellos día a día. Estados de ánimo que transitan entre el miedo colectivo, el tedio y la angustia productos de las carencias de un aparato estatal que lejos de abogar por las necesidades de las mayorías ha sido construido como gendarme del sistema económico. Y aunque la gente vota por X o Y candidato a consecuencia de múltiples causas, este tipo de bombardeo mediático, influye profundamente. Por eso no estaría de más resistirse –al menos un poco– y preguntarnos hacia donde es que estas «noticias» nos quieren llevar.

Por supuesto, también se puede ser partidario de la idea de que esos consensos que realizan los poderosos van mucho más allá y que, de manera más profunda, todo en cuanto a quien ocupará el Ejecutivo desde el año siguiente está ya orquestado. ¿Cómo oponerse a dicha hipótesis en un «país» con semejante historia? Pero bueno, no olvidemos que como de alguna manera dijo Sartre: se puede actuar por convicción más que por esperanza. En esa línea, que además me puede bastante, tocará continuar organizándonos y ejercer esa resistencia no permitida por el poder para buscar cambios mucho más de fondo.


Sergio Estuardo Castañeda Castañeda

Estudiante de ciencias sociales, escritor y explorador que ha concebido la indagación de diversos escenarios como parte fundamental en el proceso de aprendizaje. Vinculado a la realidad política y social a través de la participación en colectivos críticos urbanos. Consciente de la necesidad de expulsar ideas para abrirnos al diálogo, al debate, a nuevas formas de compartir aprendizajes e intentar llegar a pensar por nosotros mismos.

Exploraciones

Un Commentario

Oscar 08/04/2019

Si se controlan los medios de comunicación controlas a quienes lavarles el cerebro.

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