Ana Carolina Martínez Hernández | Política y sociedad / OJOS FORASTEROS
Desastres naturales, acercamientos a guerras civiles, líderes xenófobos y nacionalismos aguerridos, generaciones asociales, emparejamiento de la criminalidad y la corrupción, pérdida de valores, etcétera. La lista puede ser larga si pensamos en los pesares que acometen a la sociedad actual. El primer mundo y el tercer mundo se encuentran de pronto asemejados en tales temas; nadie se salva en este período de globalización.
¿Pero qué tan mal estamos? ¿Acaso no hemos mejorado en ningún sentido? ¿Acaso los tiempos pasados han sido mejores? ¿Fatalistamente podemos concluir que estamos en el acabose?
Se puede decir que todo depende de la perspectiva en que nos posicionemos. Si se adopta una perspectiva religiosa, para muchos nos estamos acercando a la prometida segunda venida. Pero, pregunto nuevamente, ¿es que la segunda venida no se viene repitiendo ya desde hace dos mil años?
Esperar la segunda venida nos dejó con la idea y el sentimiento de que todo se acaba ya y por eso todo está irremediablemente mal. El libro de las Revelaciones de san Juan, fue escrito pensando en su propio contexto, en su presente; por lo tanto es una eterna espera que solo es sostenible por la fe.
Sin embargo, si lo vemos desde una posición social, pensar que todo se acaba prontamente puede ser negativo para el desarrollo de una sociedad, porque se arriesga a dejar cualquier estado existencial a las casualidades o, en el peor de los casos, dejar a los deseos de líderes ignominiosos el destino de uno mismo.
Los medios de comunicación pueden apremiar el sentimiento de hecatombe mundial. Nos dejamos impresionar por las imágenes de las guerras, de las catástrofes naturales, del odio ciego y perdemos cualquier esperanza del futuro.
El estadista sueco Hans Rosling explicó cómo los medios de comunicación son un mal punto de partida para entender el mundo, pues tienden a olvidar una visión en conjunto de la situación mundial actual, ya que de hecho estamos mejor que hace cien años. El enfoque principal son los casos sueltos con perspectiva negativa. Entonces, en realidad deberíamos tener una vívida esperanza en el futuro.
A pesar de que dentro de la lógica factual vamos por un mejor camino, hay un aire de desesperanza en la actualidad, pero hace poco más de cien años, cuando la vida a nivel general era más fugaz e incierta, había una confianza en el progreso de la especie humana. El dominio del hombre civilizado sobre la naturaleza salvaje. La modernización y la industrialización consideradas como un paso evolutivo del humano. Sin embargo, sabemos ahora que muchos de esos falsos progresos solo han tenido efectos fatales para nuestro planeta.
Entonces se podría hablar de la dicotomía de la esperanza. Por una parte, si creemos ciegamente que todo va bien, ignoramos posibles riegos y nos hacemos inactivos. En ese caso, el pesimismo es un remedio para no sentarnos con los brazos cruzados y continuar luchando por un mundo mejor. Por el otro lado, si no hay esperanza, caemos en un estado apático que igualmente nos inmoviliza.
Por ello, finalmente, nos queda detenernos para analizar desde la cima y ver lo bueno y positivo que sí hemos logrado como especie para no caer en el desencanto y la apatía, pero a la vez, ser críticos y vigilantes de todo aquel que nos quiera vender un cuento fatalista para no arrodillarnos y dar la nuca esperando el fin del mundo.
Imagen tomada de La llave azul,
Ana Carolina Martínez Hernández

Guatemalteca de nacimiento, danesa por opción desde el 2002. Con los ojos abiertos ante dos sociedades tan distintas y desafíos distintos. Bachelor en español y epañol latinoamericano, lengua, literatura y cultura por la Universidad de Århus; máster en español, lengua y cultura con especialización en historia por la Universidad de Copenhague.
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