-Virgilio Álvarez Aragón / PUPITRE ROTO–
Los funcionarios, que cómoda y sonrientemente dirigen el país, no dejan de asombrarnos. Pareciera haber una cínica competencia entre los ministros y el presidente para ver quien se burla más de los guatemaltecos, asumiendo que, al final de cuentas, soportamos todo, pues fuera de gritar y alborotar un rato, la indignación no sube de volumen.
Los ministros de la Defensa y Medio ambiente, ante el desastre ecológico producido por su abierta complicidad con quienes a diario contaminan los ríos y lagos del país, han decidido convertir al Ejército de Guatemala en un grupo de pepenadores de desechos con uniforme militar, esta vez en las playas hondureñas que los desechos transportados por el río Motagua han contaminado en exceso.
Incapaces de diseñar y poner en práctica acciones que resuelvan de manera efectiva y definitiva la contaminación de los recursos hídricos, los funcionarios del actual Gobierno han optado por sacrificar a la tropa, poniéndola a recoger basura en las playas vecinas. Con ese proceder, hacen más que evidente que el Ministerio de la Defensa no posee una doctrina clara sobre la función del Ejército en la construcción de una seguridad democrática. Si la función de un Ejército profesional no es hacer escritorios o realizar labores de bacheo, mucho menos lo es andar por las playas vecinas recogiendo basura, solo porque el Gobierno ha sido incapaz de diseñar y poner en práctica una política efectiva de protección y saneamiento de los recursos naturales del país. Ningún Ejército, que se precie de profesional y efectivo, puede serlo si se le transforma en una agencia pública multiusos.
Manteniendo el Ejército la estructura clasista y racista que las décadas de regímenes militares corruptos le impusieron, es a los soldados y especialistas a quienes se les delegarán estas tareas, mientras los altos oficiales, como sucedió en el largo período del conflicto armado, continuarán dilapidando en su beneficio los recursos públicos, administrados en la más absoluta y cuestionada opacidad, en abierta alianza con las estructuras corruptas que aún sobreviven felices dentro de la gestión pública.
Tal parece que lo que se pretende, al poner a soldados a pepenar basura, es tirar por los suelos la moral de la tropa y de los oficiales honestos, de manera que no tengan capacidad de oponerse a que los recursos del país, y de la propia institución, sigan usándose a discreción y en beneficio particular de los altos oficiales.
En el caso de la contaminación de los recursos hídricos, quienes dirigen el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales -MARN-, en su incapacidad profesional, no tienen más solución que las biobardas, las que, como sucede en Amatitlán, solo amontonan los desechos en la desembocadura de los ríos, sin que exista un mecanismo ágil y eficiente para su eliminación, mucho menos una estrategia que permita que la contaminación deje de producirse.
En los temas ambientales el país está urgido de soluciones integrales, de aplicación y cumplimiento general e inmediato, de manera que municipalidades y consejos de desarrollo puedan establecer formas y mecanismos eficientes para el manejo y reciclaje de los desechos sólidos. No son soluciones baratas, pero mucho más efectivas que convertir al Ejército en tren de aseo. Si se dejaran de usar los recursos públicos para pagar bonos ilegítimos y sueldos extremadamente altos a los miembros de las camarillas que controlan el Ejército, es más que seguro que se tendría capacidad económica para financiar aquellas acciones que permitan modificar de manera radical el manejo de desechos, evitándose la contaminación de los recursos hídricos.
Profesionalizar al Ejército exige que no se le desvíe de las funciones que constitucionalmente tiene asignadas, y si de apoyar en la defensa de los recursos naturales se trata, eso no se conseguirá recogiendo la basura que irresponsablemente la industria del plástico, el Gobierno central y las municipalidades han dejado que se acumule en los ríos, al contrario, esto lo hará cada vez más ineficaz e ineficiente para cumplir las tareas que legalmente le han sido asignadas.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
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