De Los jueces, La pirueta y un Diccionario esóterico: breves comentarios de tres novelas guatemaltecas

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Estos comentarios nacen de un ejercicio de lectura de novelas guatemaltecas con un grupo de amigos. Contienen opiniones basadas en gustos personales y no constituyen una apreciación literaria, como la que se intenta hacer en una verdadera reseña. Al momento de leerlos, se sugiere ponerse en el plano de amistades con quienes uno comenta en forma desprevenida y a la ligera, con ánimo de revivir lo leído y animar a otros a hacerlo.

La novela Los jueces de Arnoldo Gálvez Suárez ganó el premio Monteforte 2008. Puede resumirse así: «Hombre viola y causa la muerte de una chica guapa y coquetona, y por ello es castrado por la mordida del perro de un vecino y luego golpeado y rematado con un tiro de gracia, después de lo cual otra vecina vendedora de huevos lo va a tirar en su picop de reparto ante la mirada curiosa de su hijito». La voz narrativa es la del propio autor, quien recurre a confidencias como «Fácil deducir lo que pasó después» y otras, de las cuales uno a veces no se siente partícipe. Algunas secuencias son inverosímiles. Por ejemplo, un vecino enloquecido les da de comer una gallina viva a dos culebras cascabel, las cuales la despedazan a dentelladas. Esta descripción sugiere que el narrador nunca ha visto a una culebra morder, o bien que quiso hacer una breve excursión a una especie de realismo mágico oscuro. Otra en la misma tónica es cuando el perro vengador se deja ir directo al pene del violador y se lo cercena a mordidas, como si fuera una longaniza. Una más es cuando la muchacha violada, luego de un ataque previo del mismo energúmeno, se cae y pierde un diente, pero no se da cuenta sino hasta que llega a su casa y se mira en el espejo. La novela transmite con efectividad el ambiente triste y desesperanzado que uno percibe en colonias de clase media, que funcionan como dormideros de la ciudad de Guatemala. Las descripciones son del tipo «la llevó a tal centro comercial a comer cualquier cosa» y tiene una buena dosis de clichés. El lenguaje es guatemalteco de clase media, más bien discreto y contiene elementos morbosos que ayudan a mantener un interés de la misma índole.

La pirueta de Eduardo Halfon se resume así: «Joven acomodado, instruido, libidinoso y gran conocedor del jazz, se hace amigo de un pianista serbio con sangre gitana en La Antigua, quien al irse le manda postales intrigantes desde los lugares a donde va a tocar, misivas que de pronto suspende, provocando que el protagonista lo vaya a buscar a la ex Yugoeslavia, conozca allí a otros gitanos y en lugar de encontrar a su pianista termine recibiendo sexo oral por parte de una niña en un lugar extraño». El narrador es el mismo autor, al principio bajo el apodo de «Dudú» que le pone su novia que estuvo en Brasil, pero luego Dudú desaparece y queda sólo Eduardo. El lenguaje es un español internacional, aunque hace referencias a Guatemala y menciona palabras como pepián y tacuhe. El primer giro narrativo se da cuando el pianista, Milan, deja de mandar postales, motivando el viaje de búsqueda. No hay un segundo giro; la historia nada más sigue el viaje de Eduardo como la reflexión literaria de un peregrinaje de turismo cultural. Tiene algunas buenas imágenes, símiles y metáforas. El autor escribe bien, aunque la falta de una estructura narrativa deliberada y de un narrador verosímil hacen que se pierda el encanto. Es una novela recomendable por cultura general y para todos aquellos que les gusta sentirse sofisticados.

Diccionario esotérico de Maurice Echeverría fue la ganadora del premio Monteforte 2004 y puede resumirse así: «Joven de clase media alta, sensible, instruido y soberbio, mata a su novia por despecho y luego se arrepiente, decidiendo revivirla por medio de la magia, pero cuando está a punto de lograrlo, unos evangélicos frustran su propósito, por lo que les declara la guerra con el apoyo de un ejército de pegamenteros, mareros y homúnculos creados por él mismo, solo que al final su lugarteniente y unos amigos cineastas lo traicionan ante el Ejército Nacional y la Iglesia católica y a pesar de los esfuerzos de una señora pobre y su hijo por salvarlo, cae víctima de los mismos evangélicos y de un grupo de codependientes al que alguna vez asistió, cosa que al final lo alegra, pues lo aleja para siempre de toda esa chusma». Su narrador es un alter ego malo y pérfido, pero sensible, del autor. El lenguaje es directo y con pocas metáforas. El primer giro narrativo se da cuando el narrador mata a su novia Carmen usando telequinesis. El segundo cuando descubre la fórmula para crear homúnculos que asesinan evangélicos. La novela agarra vuelo a partir del poema largo que coincide con el segundo giro y también por algunas de sus bien logradas páginas, sobre todo en la segunda parte. Se nota falta de claridad en la intención de la novela, lo cual se refleja en su longitud excesiva. Principia especulativa y filosófica, pero después del poema se convierte en un retozo literario atrevido y salvaje. Contiene muchas perlas, aunque para extraerlas sea necesario a veces sumergirse en mares de impertinencias. Al leerla se nota que es una novela guatemalteca, aunque el lenguaje es estilizado. Muestra las frustraciones de un hombre bueno en un país contradictorio, exhibe coraje existencial y es recomendable para cualquiera interesado en la novela guatemalteca reciente.

Estos comentarios dan una visión general del contenido y características de las tres novelas, suficiente como para despertar el interés, o no. Las apreciaciones que cada lector tenga serán, por supuesto, particulares y podrán diferir de lo expresado aquí. Se considera importante, sin embargo, mantener un diálogo acerca de las creaciones novelísticas guatemaltecas, tanto para beneficio de los lectores como para retroalimentación de los escritores.

Por Eduardo Villagrán


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