-Sergio Estuardo Castañeda Castañeda / EXPLORACIONES–
Las relaciones humanas son un campo complejo, un escenario donde colisionan diversas subjetividades y otredades de los entes que conviven entre sí. Cierto es que a través de consensos, diálogos, debates, unión y articulación, los humanos han fraguado desde modestas luchas hasta grandes gestas que reivindican un poco a la especie. Ahora bien, en la actualidad se impone cada vez más la dictadura de la individualización egoísta que encuentra su absoluto en el “libre” mercado como pilar fundamental del sistema capitalista que rige el mundo actual.
Ya lo mencionaba el señor Adam Smith en su célebre libro La riqueza de las naciones, donde expone que la competencia entre dos carniceros cercanos será la que los haga esforzarse al límite para que así, después de que por fin uno logre imponerse sobre el otro, todos comerán una mejor carne; no por la benevolencia de los carniceros, sino exclusivamente por su propio interés y deseo de lucro. Claro que Smith no vio como este punto precisamente ha dado paso a la creación de monopolios que imponen las reglas del juego a su antojo, pues aquella mano no es solo invisible sino inexistente. Monopolios que bajan la calidad de sus productos para reparar en gastos. Monopolios u oligopolios que se comen a los empresarios medianos y chicos y que contratan a muchos carniceros “perdedores” a través del trabajo asalariado (nunca asociado) que dará paso a la explotación laboral.
Eso sí, dudo que el economista escocés se sintiese a gusto al observar el mundo actual; con la desmesurada desigualdad y los vejámenes que produce. Y es que a esta altura del siglo XXI, el hecho de analizar lo que puede deparar el porvenir histórico difícilmente puede resultarnos optimista. Más cuando percibimos a nuestro alrededor acciones bajo supuestos valores basados en el egoísmo que muchos, desde la dogmatización ideológica, conciben como “leyes naturales” y que justamente nos repiten hasta el cansancio a través de diversos métodos para regir la vida moderna y donde si no existe una resistencia a través de la conciencia crítica; la humanidad cada vez tiene un panorama más desalentador.
No es descabellado calificar al capitalismo salvaje como un gran fracaso económico, pero, lamentablemente, un gran triunfo ideológico. Este triunfo ideológico sujeta a los individuos, los aliena y determina en su forma de ver el mundo. Los lleva al delirio esquizofrénico de la cosificación, de la destrucción del medio ambiente y de las inequidades más grandes en la historia de la humanidad. El triunfo ideológico anula la conciencia crítica y lleva a la normalización arraigada de observar y/o perpetrar vejaciones con total naturalidad. No es extraño que en la era de la técnica y de la rapidez, del espectáculo, la indignación ante cualquier injusticia dure menos de diez minutos, pues poco importa lo que sucede a la par cuando se está conquistado subjetivamente y sumergido en la moral que nos vende este tiempo.
Esto corresponde, digamos, a un orden occidental, a una creación y proliferación de ideas y acciones que han logrado ejecutarse y cimentarse desde hace mucho tiempo y que con las obvias variaciones históricas, subsisten para lograr domar y uniformar a las mayorías. En la historia reciente de este país podemos mencionar algunos ejemplos como el invento del “anticomunismo”, el triunfo contrainsurgente, el carente sistema educativo y la proliferación de los grandes medios de comunicación como creadores del sentido común a través de la cultura chatarra. Estos son algunos elementos que han contribuido fuertemente a que el único discurso que pronuncien las mayorías sea el que conviene al orden del poder hegemónico, basado en determinismos individualistas y egoístas, pero irónicamente manejados por la opinión general impuesta. Hecho que cada vez logra que nos encontremos más lejos de un pensamiento autónomo.
Tal es este triunfo que muchos que afirman tener un pensamiento totalmente antagónico al conservador o liberal, reproducen manías egoístas, reaccionarias y paternalistas. Es entonces cuando muchos confunden los procesos sociales con una competencia de incidencia, donde se exige implícitamente reconocimiento y se menosprecia las luchas de otros sectores, lo que al final favorece a las políticas segregacionistas que ejerce el poder y ¿gracias a qué? A la reproducción de actitudes que justamente le darían la razón al propio señor Smith.
Momento es de hacer un llamado a la autocrítica, a aquellos que conforman los diversos movimientos, momento de poner las barbas en remojo, de reconocer que las distintas luchas deben ser enlazadas para formar una red de articulación de resistencia contrahegemónica, radical y consistente. Se puede aprender de los errores de antaño, sanar y madurar o seguir con las enfermedades infantiles y las manías segregacionistas.
Sergio Estuardo Castañeda Castañeda

Estudiante de ciencias sociales, escritor y explorador que ha concebido la indagación de diversos escenarios como parte fundamental en el proceso de aprendizaje. Vinculado a la realidad política y social a través de la participación en colectivos críticos urbanos. Consciente de la necesidad de expulsar ideas para abrirnos al diálogo, al debate, a nuevas formas de compartir aprendizajes e intentar llegar a pensar por nosotros mismos.
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