Olga Villalta | Política y sociedad / LA CONVERSA
En 1988 regresé a vivir de nuevo a Guatemala. No sabía de qué o en qué iba a trabajar para proveerme de ingresos económicos. Poco a poco fui conociendo a personas que me ayudaron a conseguir trabajo, primero de cajera en un restaurante, luego de ayudante de investigación en un proyecto de una ONG. Mientras esperaba la respuesta a un proyecto en una institución en la que un amigo me había recomendado, supe de la revista Nueva Sociedad. Esta institución era la representante en Guatemala. Me gustó y me animé a venderla. No tenía experiencia en ventas de libros, pero mi interés en temas sociales y la necesidad de sobrevivir me dio capacidades para convencer a los clientes. En esta labor hice amistades que todavía conservo. Después de una mala jugada del joven encargado de la distribución de la revista, me animé a fundar una librería, no tenía ni petate en que caer muerta, pero tenía la ilusión de que vinieran a Guatemala libros sobre lo que se estaba discutiendo en el mundo sobre política, sociología, economía y educación popular. Así, sin tener ni siquiera los Q 25.00 para pagar en el Registro Mercantil por la patente, fundé Cedimace, con libros obtenidos en consignación de instituciones como Flacso, Asíes, y otras. Recuerdo que iba en bus a El Salvador a traer libros de la UCA. En una ocasión me acompañó una de mis hermanas y se asustó de lo pesado de la carga.
También había que enfrentar los criterios de los agentes de aduana, a quienes algunos títulos les parecían subversivos. En esos momentos tenía que recurrir a mi capacidad verbal para convencerlos de que eran inofensivos. Recuerdo que uno de los libros que más llamó la atención fue Cosecha de violencias (compilador: Robert H. Carmack, Flacso).
En esta aventura me di cuenta de que no tenía vena de comerciante, ya que, en lugar de buscar la rentabilidad de la empresita, me negaba a vender libros de superación personal o de autores que no eran de mi gusto o no coincidían con mi ideología. Craso error, pues ese material es el que sostiene a las librerías. Los libros que yo importaba si se vendían unos diez, eran un éxito rotundo.
Vendía con entusiasmo los libros de psicología social del sacerdote jesuita Ignacio Martín Baró (asesinado por el ejército salvadoreño en noviembre de 1989), los textos de educación popular de Alforja (Costa Rica), las revistas Envío y Pensamiento Propio, publicadas en Nicaragua. También apoyé a difundir Jaguar Venado, producido por Mario Payeras, así como Otra Guatemala, Noticias de Guatemala y otras. Mi nicho de mercado, según yo, era el personal de las ONG que se dedicaban a temas sociales. Con el tiempo me di cuenta de que este personal no le daba importancia a la lectura.
A los dos años de esfuerzo tesonero por sacar adelante este sueño, apareció un proyecto con Unesco y el Ministerio de Educación, el cual consistía en proveer libros para 400 bibliotecas escolares. Ganamos la licitación y esto me permitió obtener un pequeño capital para pagar deudas y seguir funcionando. Una de las editoriales mexicanas a la que le compramos un buen lote de libros para el proyecto, y a la que, por supuesto, le interesaba entrar al mercado guatemalteco, me patrocinó la asistencia a la Feria del Libro de Guadalajara, experiencia fascinante que agradezco a la vida el haberla tenido.
Sin embargo, el golpe de Estado (el Serranazo) hizo bajar la demanda. Otras librerías con mayor capital fueron inauguradas y no tenía capacidad para competir. Esto, aunado a que el proyecto de bibliotecas no tuvo seguimiento, hizo que poco a poco Cedimace muriera. Tuve que cerrar en 1999. De vez en cuando me encuentro con personas que recuerdan ese espacio como el lugar donde se vendían «buenos libros». Sin pretenderlo, creo que Cedimace jugó un papel importante en la vida política guatemalteca.
Sigo enamorada de los libros, disfruto recorrer los pasillos de una librería y me entusiasma mucho la celebración de la Filgua cada año. Esta vez, de nuevo me apunto a las presentaciones de libros, a la lectura de poemas y a la conversación agradable con las/os escritoras/es.
Así que, ¡nos vemos en la Filgua!
Olga Villalta

Periodista por vocación. Activista en el movimiento de mujeres. Enamorada de la vida y de la conversación frente a frente, acompañada de un buen café.
Correo: olgavillalta@gmail.com
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