De la memoria y los pueblos

-Rosa Tock Quiñónez / PERISCOPIO

La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.
Milan Kundera.

La memoria es como una fina línea entre lo que decidimos recordar y lo que preferimos olvidar. Como individuos, recurrimos a recursos adaptativos que nos permiten acomodar de alguna forma, ya sea nuestros fantasmas incómodos y dolorosos del pasado, o rememorizar, e incluso romantizar, las huellas de un tiempo pretérito que pintamos apacible. Por más traumas, por más sinsabores, por más agria que sea la vista hacia atrás, sin la memoria, solo seríamos retazos de diferentes y rápidas sensaciones que se suceden unas a otras, en un flujo perpetuo, como diría el filósofo David Hume. Al final, somos la única especie que posee la capacidad de verbalizar la memoria, la única que la (re)construye de forma colectiva; para bien o para mal.

Desde el Estado, el tema de quiénes deciden qué debe ser recordado y qué se debe olvidar sigue debatiéndose en todas las sociedades. De allí que recuperar la memoria, dignificar a aquellos que intencionalmente se les ha dejado al margen de la historia u honrar a quienes no están, se vuelve una suerte de resistencia, usualmente encabezada desde la sociedad civil. Se vuelve también sobrevivencia colectiva el acto de desafiar las historias oficiales que se construyen desde las esferas del poder para mantener mitos de grandeza y sostener inquebrantables las narrativas de dominación exaltando figuras que nos son extrañas.

Allí está el sonado ejemplo, el pasado verano, de los estudiantes de la Universidad de Virginia, en Charlottesville, EE. UU., quienes se organizaron para remover de su campus, una estatua que representaba a uno de los generales de la Confederación. En la vecina ciudad de Minneapolis, un grupo de organizadores y activistas, especialmente indígenas de origen Dakota, exigieron con éxito ante la Junta Directiva de los Parques, reemplazar el nombre de uno de los lagos, llamado John C. Calhoun, en honor a un exvicepresidente racista, esclavista y signatario del Tratado de Remoción de Indígenas. Los residentes lograron recuperar y nombrar el sitio con el nombre original en Dakota, Bde Maka Ska, que significa lago de la Tierra Blanca.

Estas son algunas iniciativas contra-memoria (aunque no todas trágicas ni violentas) de resistencias ciudadanas en Estados Unidos que están tratando de empezar discusiones sobre el pasado, la recuperación de la memoria y las reparaciones que esto conlleva, y que puede ser tan poderoso como retirar monumentos o el cambio de nombre de lugares públicos.

Ahora bien, traigo a coalición un ejemplo más cercano a Guatemala, para ilustrar la dificultad de contrarrestar la historia oficial: el gobierno federal ha aprobado erigir un monumento para el presidente Dwight D. Eisenhower. ¡Esto es incluso más perverso que llamar Jorge Ubico a uno de los pasos a desnivel en la capital guatemalteca!

La comisión bipartidaria a su cargo ha pedido al gobierno un presupuesto de US$ 41 millones para completar su construcción. Según documentos oficiales, este monumento, que figurará como otros monumentos presidenciales cerca de la famosa Explanada Nacional de Washington D. C., quiere honrar la memoria del general por sus contribuciones durante la Segunda Guerra Mundial y como trigésimo cuarto presidente.

Pero en ningún lugar de la propuesta se registra que su administración secretamente diseñó, financió y ejecutó el derrocamiento del gobierno democráticamente electo de Jacobo Árbenz Guzmán en 1954. En ningún lugar consta que la Operación Éxito truncó la esperanza de millones de guatemaltecos y alentó una guerra fratricida durante más de tres décadas, dejando más de 200 000 muertos y desaparecidos, sin contar el retraso económico y social del país, intensificado aún más luego de las subsecuentes políticas neoliberales también diseñadas en Washington.

En ningún lugar del futuro centro de visitantes se explicará que debido a esta indignante acción para supuestamente frenar la expansión del comunismo, Eisenhower y los hermanos Dulles (uno secretario de Estado y el otro jefe de la CIA) desde las entrañas del imperio arrancaron sueños a varias generaciones de guatemaltecos, cuyos descendientes hoy, buscan realizarlos inmigrando a este país. Tampoco habrá una reinterpretación del mural de Diego Rivera, Gloriosa victoria.

Irónicamente, el tal monumento se construirá frente a las instalaciones del Departamento de Educación. Dudo mucho que desde el escritorio de la secretaria DeVos, salga un memo rectificando la historia para rescatarla del olvido.

Imagen Gloriosa victoria de Diego Rivera, tomada de Información libre 2000.

Rosa Tock Quiñónez

Politóloga y especialista en políticas públicas. Nací en Guatemala y ahora vivo en Minnesota, Estados Unidos. Desde hace varios años trabajo en el sector público, dedicada a la tarea de estudiar, analizar y proponer políticas públicas con el propósito de que la labor del gobierno sea más incluyente, democrática, y fomente una ciudadanía participativa.

Periscopio

Un Commentario

David Son Turnil. 18/07/2018

Interesante su análisis. Nos conmina a ser más profundos en la historia y críticos de los símbolos del poder imperialista. Siempre he pensado que Arbenz se adelantó a su época, tenía un pensamiento humanista, aunque era militar. Tampoco creo que hay sido comunista, él impulsó un nacinalismo auténtico.

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