De la Guatemala del pánico al ataque, a la desorganización ideologizada: entre las condiciones objetivas y subjetivas, la forma y el contenido

Jacobo Vargas-Foronda | Política y sociedad / BÚHO DE OCOTE

En el historial de las teorías políticas relacionadas con el proceso de profundas transformaciones sociales, y la situación necesaria para aproximarse a sus objetivos para encabezar esa transformación democrático-revolucionaria, resulta indispensable combinar, magistralmente, teoría y práctica. Entender las condiciones concretas de la realidad social en el país y comprender la dialéctica de las irreconciliables contradicciones entre las condiciones objetivas y subjetivas para el cambio, a partir de la forma y contenido a cambiar. ¿Está Guatemala en este contexto a partir del 2015?

En tiempos de la dictadura ubiquista en Guatemala, el fascismo ganaba popularidad en Alemania y se expandía de manera rápida por Europa occidental. Este fenómeno hizo que el dictador Ubico se deslumbrara y, sin pensarlo, expresara sus elevadas admiraciones por Hitler. Estados Unidos, esperando que las hordas fascistas destruyeran al oso comunista de la URSS, vacilaba en su reacción. Cuando quedó claro que el oso soviético no sería vencido por los hitlerianos y, por el contrario, este vencería al fascismo en el centro de Europa, los estadounidenses cambiaron de opinión. Así, se conforman los “aliados contra el fascismo”, China, Estados Unidos, Inglaterra y la URSS, permitiendo que las ideas democráticas se esparcieran por el continente. Las horas ubiquistas se acercaban a su fin.

En ese contexto internacional, con los antecedentes del proceso revolucionario de 1920 en Guatemala, las pequeñas fuerzas democráticas despertaron e iniciaron el saltar organizativo del pánico existente, producto del terror implementado por las diversas dictaduras de Carrera, Cabrera y Ubico, 65 años, logrando el ataque del 20 de octubre de 1944. Aquel despertar internacional del propagandístico ideario democrático en la arena internacional iniciaría su nefasto ocaso en 1945 para dar inicio a la conocida Guerra Fría. El proceso democrático revolucionario de Guatemala empezaba a ser visto como una amenaza por el imperio estadounidense. En esa situación internacional, las horas de la primavera guatemalteca iniciaban su conteo regresivo. El reloj democrático y progresista se detuvo en 1954.

Es a partir de la intervención estadounidense en Guatemala de 1954 que se inicia la sistemática tarea de dominación política, con la desorganización política ideologizada de la sociedad, siguiendo la más sanguinaria implementación del anticomunismo en Guatemala sin parangones en el continente. El terror regresa con más carga ideológica, sanguinaria fuerza que llega hasta la comisión de genocidio en el campo, mientras que, en los centros urbanos, los asesinatos y secuestros sobrepasan los cientos de miles hasta convertirse en algo cotidiano. Cualquier intento de reorganización política pacífica y político partidaria es sangrientamente eliminado. Solo queda un camino: la rebelión armada de la década de 1960 y el estallar del largo conflicto armado interno de 36 años.

A finales de la década de 1990, tres hechos (la caída del Muro de Berlín, 1989, la desintegración del Pacto de Varsovia, julio de 1991, y la desaparición de la URSS, diciembre de 1991) marcan lo que los ideólogos de la derecha han llamado, “fin de las ideologías”, “fin de la historia”, todo proceso de cambio ha llegado a su fin y se pretende proclamar al sistema capitalista como el triunfador. Ha llegado la hora de desmantelar a las fuerzas armadas insurgentes en América Central, apoyar los clamores de paz en el interior de los países, y así, El Salvador alcanza su Acuerdo de Paz, enero de 1992, y Guatemala la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera el 29 de diciembre de 1996. Es el momento oportuno de relanzar la ideológica estrategia derechista de alcanzar la más generalizada desorientación y desorganización en los diversos sectores, fuerzas y organizaciones políticas y sociales. Queda libre el camino para ahorcar a las sociedades, explotarlas, excluirlas, e incluso exacerbarlas hasta la desesperación desorganizada y desarticulada, tanto en lo económico y social, como en cualquier búsqueda política de recuperación organizada con conciencia política.

Abril de 2015, con bombos y platillos es anunciado y proclamado, hasta nuestros días, como “el despertar ciudadano de Guatemala”. Este se inicia con el escándalo de corrupción y defraudación fiscal, genéricamente llamado “La línea” y encabezado por el binomio presidencial Molina-Baldetti. Así aparece una anónima apartidista convocatoria sin ideología, bajo la palabra “pacífica” y el 25 de abril de 2015 se lanza la primera manifestación pública con las claras consignas de la “renuncia de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti”, y, curiosamente, “el llamado a la no elección del candidato presidencial por el partido LIDER, Manuel Antonio Baldizón Méndez”. Como simulado trasfondo, aparecían capuchas de color negro y rojo, con remembranza anarquista que “rechaza” cualquier dirigencia y participación política.

El proclamado triunfo de ese “anónimo despertar ciudadano” llega de manera rauda y veloz, con la proclamación del presidente interino, Alejandro Maldonado Aguirre, un legendario emelenista anticomunista formado bajo la sombra del tenebroso Mario Sandoval Alarcón, nefasto autor intelectual y material de los sanguinarios escuadrones de la muerte, y su famosa proclama pública: “El mejor comunista en Guatemala, es el comunista muerto”. Rápidamente, Maldonado Aguirre convoca a innecesarias elecciones presidenciales, ya se había establecido que el futuro presidente, 2016-2020, sería el “no político, ni corrupto ni ladrón”, Jimmy Morales. La piedra en el zapato ya había sido eliminada con la millonaria campaña de “no te toca”. La trama se cierra con el masivo recibimiento de las diputaciones del desaparecido LIDER en el militarmente fundado y corruptamente acuerpado FCN. La corrupción e impunidad regresa disfrazada a la cúpula de las instituciones estatales desde el Ejecutivo con su retaguardia empresarial.

Recapitulemos, con un bajo perfil, el sector privado se suma activamente a la Plaza del 2015, y, previo al proceso electoral, Baldizón Méndez ya ha sido derrotado, la masiva consigna, “no te toca” triunfa. “Sorpresas” de la vida: en abril de 2018, con los pasos cercanos del doble gigante, el MP y la Cicig, un grupo oligárquico empresarial del conocido G-8, declara su mea culpa de haber proporcionado financiamiento ilícito al FCN para las elecciones de 2015. Como justificante, exclaman su temor de la llegada de Baldizón Méndez a la Presidencia, que se tiene conocimiento de “un pacto” entre Pérez Molina y Baldizón Méndez. Aquí tenemos, que eso de “no le toca” es una consigna previamente acordada a partir del sector empresarial y su apoyo a FCN. La Plaza, no fue, exactamente, una espontanea movilización, cansada y en contra de “la corrupción”. ¿Por qué el silencio en el caso Tigo-Telgua?

El corrupto y contrainsurgente general, Otto Pérez Molina, inicia a cavar su tumba política a partir de su llegada a la Presidencia al anunciar su intención de legalizar, despenalizar, el consumo y venta de las drogas, la siembra de la amapola. No menos peligroso, sus expresiones favorables y de simpatía hacia Venezuela bolivariana de Hugo Chávez Frías y sus intenciones de adherirse a Petrocaribe. El haber proclamado la elevada importancia continental de la creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en su II Cumbre, La Habana, 2014. Esos son suficientes antecedentes para dejar de ser una “mascota” confiable del imperialismo estadounidense. Por su lado, el no menos corrupto Baldizón Méndez, mostró sus simpatías por Nicaragua sandinista, no se mostraba enemigo de Venezuela bolivariana, y le hacía amigables y comerciales guiños a la China “comunista”. ¡Imposible que pudiera llegar a la Presidencia! Sus actividades ilícitas eran plenamente conocidas por el imperio.

Con ese danzar, la derecha neoliberal oligárquica, empresarial y militar se reagrupa, marcando una mayor tendencia a distanciarse sin enemistarse mortalmente. Esto sucede entre el sector oligárquico conservador-restaurador de alcurnia familiar que insiste en ver al empresariado sin alcurnia como un sector que también debe someterse a sus caprichos y mandato. La finca sigue siendo finca oligárquica y los empresarios deben conformarse con alcanzar algunas “libertades” económicas. ¡Hasta ahí nomás! Guatemala continua con la aparente forma de república democrática, el poder se rota con elecciones periódicas, sin cambios en su contenido oligárquico neoliberal. Por el otro lado, el creciente empresariado, no de alcurnia, pugna por mayor cuota de poder político con algunos chapuces de maquillaje en el sistema económico-social. Desde arriba, se usa y juega magistralmente con las religiones a favor del statu quo.

Llegamos al colchón amortiguador, clase media y pequeño burguesa que se siente partícipe y cree ser la promotora de la caída del binomio Molina-Baldetti, con su “pacifico despertar”, “la primavera árabe guatemalteca” de 2015. Pero, suficientes elementos han desnudado el hecho de que las fundamentales decisiones emanaron de la embajada estadounidense y su mancuerna oligárquico-empresarial. De este petate sale el mayor número de funcionarios de la burocracia estatal, del Ejecutivo, Congreso, Organismo Judicial, Tribunal Supremo Electoral, Ministerio Público y personeros de los medios distorsionadores de comunicación escrita, televisiva y radial. El sindicalismo corrupto y economicista se incluye en esta parcela.

En lo político, económico, social y cultural, este bastidor se divide entre quienes manifiestan y apoyan la permanencia de la hegemonía oligárquico burguesa neoliberal. Quienes soportan un desmembramiento del sector empresarial emergente con fraseologías progresistas, cuya tendencia se inclina por someros cambios de maquillaje de forma sin llegar a cambios de fondo del contenido y reglas de juego económico neoliberal. Y, aquellos que se inclinan a favor de las demandas sociales, políticas, económicas y culturales de los sectores, organizaciones y movimientos populares, desde los campesinos, indígenas, estudiantes, obreros y profesionales, incluyendo el universo académico. Sin embargo, este último se tambalea entre los maquillajes a la forma y contenido del sistema guatemalteco existente, y el definido por serias transformaciones que incluyan cambios concretos en la forma y contenido de la democracia, estructuras estatales y reglas de juego en lo económico, político, social y cultural.

Llegamos al sector popular laboral, campesino, indígena, urbano y rural. Aquí tenemos la mayor parte de movimientos y organizaciones sociales, y el sindicalismo independiente no sumiso a las corruptas dirigencias del sector magisterial y salud. Una parte recibe y acepta la influencia de los sectores dominantes, otra sigue las ambivalencias de la clase media descrita y, la tercera, batalla por lanzar propuestas político-económicas de cambio en la forma y contenido a partir de la propuesta de una asamblea constituyente popular, democrática, sectorial y plurinacional para refundar el Estado de Guatemala. Este movimiento se encuentra criminalizado, judicialmente perseguido y bajo el resurgimiento de escuadrones de la muerte cuya firma es los asesinatos acaecidos en Cobán y Jalapa, para mencionar apenas dos.

Puede visualizarse que las condiciones objetivas para un cambio del absoluto deterioro y profunda descomposición del sistema imperante, la más galopante impune corrupción, en los sectores privado y público, cuyo combate y erradicación es una urgente necesidad, sin ser ni la varita mágica para solucionar, ni la causa fundamental de la enorme precariedad y desigualdad del explotador y excluyente sistema socioeconómico imperante en Guatemala, donde la enajenación laboral, carencia absoluta de los servicios básicos que el Estado y sector privado deben brindar, son ya insoportables e insostenibles.

Es en la parte subjetiva, la toma de conciencia social, ciudadana, clasista, étnica y política, con la decisión de dirigir y no aceptar continuar viviendo en estas condiciones y lanzarse de manera organizada, unitaria, nacional, a la toma de las instituciones públicas, del Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tanto por la vertiente popular y la clase media, donde se presenta la mayor fragilidad y ausencia de visión unitaria para lanzarse al ataque, superando la desorganización ideologizada, con la participación empresarial no oligárquica ni monopólica. El camino para la batalla ya ha sido definido a partir de procesos electorales, ya ha empezado su caminar. Es el momento de fijar posiciones colectivas, superar rivalidades individuales, concluir con los dardos de sistemáticas descalificaciones, y contundentemente demostrar que sí se tiene la capacidad, decisión y voluntad de tomar el cielo electoral por asalto a favor de las clases, sectores sociales, culturas, más desfavorecidas, desprotegidas, excluidas y discriminadas.


Jacobo Vargas-Foronda

Jurista y sociólogo. Aprendiz de escritor, analista y periodista freelance. Libre pensador y autodefinido como gitano, es decir, ciudadano universal.

Búho de ocote

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