De campaña anticipada y otras sandeces

Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL

Resulta insoportable cuando los problemas de nuestra sociedad son enfocados con base en criterios políticamente correctos, porque está demostrado que estos generalmente responden a intereses creados, a manifiesta mala fe o, incluso, a pereza intelectual. El resultado es que, al final del día, la repetición cuasi instintiva tiende a convertir esos enfoques sesgados o parciales en verdades irrefutables.

Gracias al ejercicio periodístico aprendí la importancia de contrastar opiniones, visiones y teorías, como un método sencillo para sacar conclusiones. Menciono lo anterior porque, en días recientes, uno de esos temas que padece la embestida del pensamiento prefabricado es la famosa «campaña electoral anticipada», práctica política que en nuestro medio ha sido cuestionada, llegando al extremo de convertirla en delito.

He comentado anteriormente cuáles son las diferencias, jurídicamente hablando, entre propaganda electoral y proselitismo, por ser estos los conceptos que lamentablemente se manejan sin establecer las diferencias entre uno y otro. La Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) los distingue de manera más o menos clara, aunque al establecer mecanismos sancionatorios, cayó en excesos que atentan contra la democracia.

Se entiende como proselitismo a aquellas actividades dedicadas a la organización, afiliación y formación partidaria, las cuales generalmente se llevan a cabo bajo techo. Y como campaña electoral propiamente dicha, la ley define todas las acciones de promoción de candidatos, sus programas de trabajo, etcétera. Esta puede hacerse pública, abiertamente y en medios de comunicación, dando inicio inmediatamente después de convocarse a elecciones generales.

Un ejemplo de los excesos arriba mencionados, lo encontramos en la absurda pretensión de obligar a la población a elegir, en último caso, entre servidores públicos y desconocidos. Seguramente usted no lo cree, pero vea nada más lo siguiente:

Con el pretexto de la campaña anticipada, se legislaron restricciones que no afectan únicamente a los políticos. El artículo 62, Quater del Reglamento de la LEPP sancionará negando la inscripción a cualquier persona (individual) o jurídica (fundaciones, asociaciones lucrativas y no lucrativas) que se promuevan mediante «presentaciones apolíticas» (sic).

¿Cómo, entonces, puede dar a conocer sus ideas o propuestas, sin el riesgo de que estas vayan a ser calificadas como «promoción de la imagen personal»?

A modo de ejemplo, esto significa que las autoridades electorales podrían impedir la participación electoral del presidente de la Fundación Terrorista, Ricardo Méndez Ruíz, en el caso que tal fuera su pretensión. Sin duda, muchos nos alegraríamos de ello, pero no sería sano para la democracia. Y siguiendo la misma línea de análisis, ¿cuántas de las inocentes presentaciones de libros llevadas a cabo en la reciente Filgua, se podrían convertir en la némesis de algunos autores con legítimas aspiraciones electorales?

El citado artículo también incurre en otro exceso increíble: prohíbe la inscripción como candidato a quienes publiciten su imagen en época no electoral, mediante la simulación de noticias (infomerciales). Una cosa es que nos hastíen tales métodos de publicidad, pero otra, y muy deplorable, es que se pasen atropellando los derechos de las personas a manifestar sus ideas, porque una persona con capacidad económica no podría contratar un espacio de estos para darse a conocer, lo cual restringe gravemente la libertad de expresión.

En un rápido vistazo a la legislación comparada, se puede establecer que las soluciones planteadas en algunos países se reducen a dos acciones básicas: 1. un sistema equitativo de financiamiento electoral, con la mira de nivelar la arena política (mecanismo ya existente en Guatemala) y 2. regulación del uso de fondos públicos con fines eleccionarios, por considerarlo un acto negativo para la integridad política (normado por el artículo 107 de la Carta Magna, al prescribir que: «Los trabajadores del Estado están al servicio de la administración pública y nunca de partido político, grupo, organización o persona alguna»).

En este último caso, habrá que estar atentos al manejo que el Tribunal Supremo Electoral le otorga a eventuales inscripciones de funcionarios del Gobierno de turno que aspiren a cargos de elección popular. Y si a letra muerta vamos, la recién destapada candidatura de Thelma Aldana sería la que más está en riesgo.

Bastaría, por ejemplo, que las autoridades electorales considerasen aquel homenaje público que le rindiera el grupo político de Dionisio Gutiérrez denominado Frente Ciudadano Contra la Corrupción, para concluir que fue un acto de propaganda electoral anticipada, cometido cuando aún era fiscal general y que impide su participación.

(Por cierto, eso de que aún no es candidata y que sus aspiraciones solo fueron consideradas hasta que dejó el Ministerio Público, es una patraña que insulta a la inteligencia. Incluso, hay quienes han hilado muy fino y han señalado que muchas de las capturas practicadas dentro del programa de lucha contra la corrupción tendrían el cariz de promoción personal de la responsable de la persecución penal).

Sin embargo, como creyente en la democracia vertebral, como he bautizado este espacio, lo más sano es que no se obstaculice la participación de nadie, al menos bajo el pretexto de la campaña electoral anticipada.

Usted, estimado lector, podría ser víctima si el día de mañana recibe propuestas para lanzar su candidatura en el próximo evento electoral y se encuentra que en su camino realizó actos de «promoción de su persona» que se lo impiden.

P. D. Agradezco profundamente a Radio Nuevo Mundo y a mis amigos, Alfredo González Gamarra y Carlos Canteo por la difusión de estos artículos a través de ese querido e histórico espacio democrático.


Fotografía tomada de Soy502.

Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.

Democracia vertebral

Un Commentario

Luis Zurita Tabladas 01/08/2018

Estimado Edgar. Comparto tu opinión en torno a las dudas que rodean el concepto de campaña político electoral anticipada. Siempre he percibido que se exagera, porque se cercena la libre emisión del pensamiento. Comprendo que el proceso político electoral debe normarse, pero, si comparamos este momento con aquellos días aciagos en que Colom Argueta o Fuentes Mohr abanderaban el pensamiento socialdemócrata de Guatemala, sin duda su activismo polìtico se hubiera prohibido con las reglas de hoy. El caso es que, desde el punto de vista polìtico democrático todavìa estamos en pañales. Creo, por ello, que el problema trasciende las normativas legales al respecto. Si acaso hubieran partidos en el mejor sentido del término, otro cantar sería. O sea que, dado que no hay partidos en el mejor sentido del significado histórico de los mismos, tampoco hay debate polìtico ideológico. Menos formación polìtico ideológica. Menos tareas de desarrollo programático. Reduciéndose todo a forjar pseudo partidos o clubes electorales a la espera de la convocatoria electoral. Si hubieran partido en todo el sentido de la palabra, la dinámica polìtica trascendería socialmente, la ciudadanía conocería a los lìderes nacionales, departamentales y municipales por sus obras y sus discursos cívicos, por su crítica a los gobiernos de turno, por su involucramiento en la vida cultural y social de sus comunicades, etcétera. Pero aquí no sucede asì. Por ejemplo, en España, los secretarios generales nacionales, regionales o municipales no solo administran sus partidos, sino que encabezan todo una concepción de la sociedad por la que se organizan y la hacen pùblica permanentemente a través de los medios de comunicación, ora criticando al gobierno de turno, ora proponiendo soluciones a los problemas, etcétera. Creo que esa es la gran tarea pendiente entre nosotros, en paralelo con la formación de partidos ideológicos, sin propietarios, pero sì con lìderes a quienes los afiliados admiran y siguen porque encarnan una visión comùn de la sociedad que se desea construir. Aunque apresuradamente, reacciono asì a tu interesante columna, lo cual debiera ser tomada en cuenta por màs de alguno de los partidos nuevos que se están formando supuestamente con voluntad democrática, si es que buscan incidir en la transformación generosa de Guatemala mediante la promoción de sus ideales… Saludos y hasta pronto…

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