Davos y la decepción global sincronizada

Juan Alberto Fuentes Knight | Política y sociedad / PERSPECTIVAS

La semana pasada tuvo lugar la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, que reúne a la élite mundial conformada por grandes banqueros, empresarios, altos funcionarios, académicos que los acompañan y ocasionalmente algún invitado que no proviene de esos círculos privilegiados. Según los diversos reportajes de prensa, el ambiente no fue el mejor en este encuentro. En ello habría incidido el reconocimiento de que estamos ante una economía mundial incierta, golpeada por la incertidumbre política y por la fuerte caída de las bolsas de valores a fines de 2018, además de la fuerte disminución, a lo largo del año, de los valores de las acciones de las grandes empresas tecnológicas que tanto habían sobresalido previamente, como Facebook, Apple, Netflix y Amazon.

Los fondos de inversión (hedge funds) han experimentado una severa y progresiva reducción de sus rendimientos anuales después de rendimientos cercanos al 20 % a fines del siglo XX. A ello se agrega la desaceleración de China y Alemania, también prevista en Estados Unidos en 2019. Procesos políticos inciertos incluyen el conflicto comercial entre Estados Unidos y China –que muchos consideran que es una manifestación de una China de creciente poder que choca con un mundo que todavía no ha logrado acomodarla–, y el brexit, donde se vislumbra la posibilidad de una salida no negociada del Reino Unido de la Unión Europea, que provocaría daños a ambos, aunque especialmente a los británicos.

Tendencias de más largo plazo, como una creciente desigualdad exacerbada por reducciones de impuestos para aquellos con mayores ingresos, como ocurrió en los Estados Unidos y Francia, así como evidencia de evasión de impuestos por parte de grandes empresas e importantes empresarios, contribuyeron a fomentar aún más el sentimiento antiglobalización que esta élite enfrenta. No es casualidad que las crisis en sus países impidiera que Trump, Macron y May pudieran participar en esta reunión.

Además, la evidencia de los potenciales efectos negativos de la inteligencia artificial sobre el empleo, tratado en esta reunión, se difunde cada vez más. Y lo que a principios de 2018 el Fondo Monetario Internacional había caracterizado como un futuro de «crecimiento global sincronizado», luego se tuvo que modificar: hizo notar que las tasas de crecimiento futuro serían menores, dando lugar a lo que algunos han llamado una «decepción global sincronizada».

Las propuestas que surgen del foro, con un énfasis en la protección del medio ambiente y la necesidad de fortalecer la protección social, por ejemplo, también han generado un creciente escepticismo, como lo refleja un nuevo libro, de Anand Giridharadas. El autor plantea que estas iniciativas de élites son un medio para asumir un liderazgo de procesos de cambio para asegurar que esos cambios no los amenacen. Giridharadas señala que algunas criticas benévolas de estas iniciativas es que estos personajes hacen lo que pueden, o actúan con buenas intenciones sin reconocer las causas estructurales de los problemas. Sin embargo, las versiones más críticas explican que sus iniciativas sirven para mantener las cosas como están. Por una parte, le quitan fuerza a la rabia de los excluidos y, por otra, pretenden impulsar acciones a medias, basadas en iniciativas privadas y voluntarias que excluyen acudir a acciones públicas que beneficiarían a todos con o sin la bendición de estas élites.

Quizás lo más preocupante de las reflexiones más serias de este foro hayan sido las referidas a la posibilidad de que estalle una nueva crisis económica mundial. Una carta del gerente principal de un importante fondo de inversiones, en particular, expresó su preocupación de que la semilla de esta crisis sea el creciente endeudamiento público de los países desarrollados. En Estados Unidos supera el 100 % del PIB, a lo cual se estarían acercando otros países como el Reino Unidos, Francia y Canadá (Guatemala tiene un endeudamiento público equivalente a solo un 25 % del PIB). En la carta se señala la posibilidad de que este endeudamiento creciente de Estados Unidos está aumentando por un irresponsable estímulo fiscal que no se justificaba ante una economía que ya crecía. Además, amenaza la posibilidad de que el dólar se mantenga como la unidad mundial de reserva: el resto del mundo tendría dudas sobre su sostenibilidad.

Desde septiembre de 2018, cuando se cumplieron 10 años de la crisis financiera que sacudió a todo el mundo, el conocido economista Nouriel Rubini pronosticó que en 2020 habría una seria recesión de la economía mundial. Como causas identificó, en Estados Unidos, su política fiscal insostenible, un estímulo fiscal mal sincronizado, relaciones comerciales tensas con China, y aumentos de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal. Le agregó el menor crecimiento de China –que ya se confirmó–, mercados financieros en varios países con problemas y cuyas correcciones pueden significar falta de liquidez. También mencionó los peligros de la política guerrerista de Trump y para finalizar destacó que, además, los países no cuentan actualmente con los instrumentos de política económica para enfrentar una crisis: ya agotaron su uso –la monetaria y fiscal–, para enfrentar la crisis de 2008–9 y sus secuelas. Otros economistas, como Bradford Delong, han destacado peligros similares, especialmente por el lado de los mercados financieros, cuya evolución no fue prevista por la mayor parte de economistas en 2008.

Sin embargo, hay diferencias entre economistas sobre las perspectivas. Aunque existe un acuerdo de que la economía mundial estará sujeta a una desaceleración, hay quienes consideran que solamente será una pausa y otros que creen que será el inicio de una gran recesión o crisis. Los que consideran que es una pausa, plantean que las causas de la desaceleración son eventos temporales, de una sola vez: no se están manifestando los excesos financieros de 2008 y años previos. Apuntan que la inversión y el consumo se mantienen, con mercados laborales dinámicos, especialmente en Estados Unidos. Sin embargo, no puede negarse el nerviosismo, una tendencia a la desaceleración y crecientes riesgos, especialmente de origen político. El ambiente más sombrío en Davos lo reflejó bien.


Juan Alberto Fuentes Knight

Economista guatemalteco.

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