Cultura de guerra y cultura de paz

Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / DESARROLLO & PAZ

No basta con hablar de paz, uno debe creer en ella. Y no es suficiente con creer, hay que trabajar para conseguirla.
Eleanor Roosevelt

Hemos tratado el tema de la paz positiva, pero, en efecto, como bien dice Eleanor Roosevelt, no basta con hablar de la paz, pues poco se avanzará como sociedad si no se cree firmemente en ella. Es el caso de Guatemala, donde tenemos las palabras de paz, pero nos faltan las creencias suficientes para la construcción de una nueva cultura de paz que supere definitivamente el pasado de confrontación que nos precede.

Por un lado hemos aceptado un cese al fuego, hace ya más de dos décadas, pero por el otro, una fuerte mayoría de compatriotas aún sigue al día de hoy con el conflicto armado en su corazón. Así nos lo ilustra el reciente fallo referido al caso judicial de la familia Molina Theissen, con el cual se hace evidente cómo un sector importante de la población no acepta ni entiende lo que significó el conflicto armado, y continúa con una aberrante idea de una politización de todo cuanto nos rodea, reduciéndolo a una dicotomía polarizante, entre izquierdas y derechas, sin comprender qué significa la tolerancia sociopolítica ni mucho menos conceptos como el resarcimiento o la reparación digna que se ha dictado hace unos días en este caso, que solamente es uno de muchos otros de similar condición y circunstancia.

En general, el cese de las acciones bélicas no representa para nada una garantía de paz. La violencia tiene su origen en un desequilibrio interior, al cual habrá que perseguir hasta sus más profundas raíces. Sin esta reparación profunda no hay reparación alguna, por lo que únicamente estaremos cambiando de forma el problema, maquillando la descomposición originaria de todo el conflicto. Es como cualquier problema personal que proviene de dentro. Piénsese en el alcohólico, por ejemplo, para quien el problema de la bebida no es sino la manifestación de un conflicto interno que lo mueve a esta forma destructiva de existencia. El primer paso es la aceptación de la enfermedad, y como bien saben muchos, una lucha que día tras día implica la firme convicción que no se desea retroceder ni un paso de lo que se va avanzando. Pero lo más importante del ejemplo y de la generalidad de problemáticas, es que la sanación llega, y se insiste en ello, no es gratuita, sino fruto de mucho trabajo, constante y firme.

En este sentido, debemos estar atentos a cualquier signo que represente una señal de los que desean preservar la nefasta cultura de guerra en la que estamos sumergidos. El cambio a una cultura de paz debe ir mucho más allá de las palabras. Debe ser un reflejo de las firmes convicciones que nos mueven y nos motivan en ese día a día. Por ello afirmamos que la paz es un modo de vida, y cuando decimos esto estamos hablando de la paz interior, tanto individual como colectiva, que tiene que ser accesible a todos por igual. Esto ha sido ampliamente establecido en los Objetivos del Desarrollo Sostenible, mismos que representan un marco referencial de desarrollo a nivel macro al que será importante adherirnos.

La salud mental es una condición sine qua non, y he aquí el problema, pues la violencia sostenida y los conflictos sin solución generan una problemática interior que enferma el alma, el alma social en el caso de las comunidades que han sufrido la guerra, y esto incluye aún a aquellos sectores que sin participar directamente de los conflictos bélicos han estado en un paralelismo histórico que deja huella y marca los procesos de esta preciosa y preciada salud mental. Los procesos de resiliencia y de perdón tampoco son gratuitos, y también se tiene que trabajar arduamente para desarrollarlos y llevarlos a feliz término.

Para un planteamiento específico de cómo llevar a cabo estos procesos para una cultura de paz, debemos abordar analítica y críticamente la teoría de conflictos, sin prescindir de otros temas a los que necesariamente está vinculado este gran corpus teórico. Así, mientras escudriñamos en las lógicas racionales que están detrás de la teoría de conflictos, podremos enfocarnos al mismo tiempo en las lecturas de la teoría de la paz, de la violencia y del desarrollo.

En este sentido, el trabajo del sociólogo y matemático noruego Johan Galtung es notable. Muchos teóricos afirman que la obra de Galtung representa de por sí sola más de 50 % de los estudios para la paz. Sus importantes aportes para una epistemología de la paz lo colocan como el punto de referencia más importante en este nuevo campo del conocimiento, por lo que con toda seguridad le estaremos abordando en próximas publicaciones, para una mejor comprensión de cuál es nuestra posición actual y cómo podemos ir saliendo del abismal riesgo de la violencia cultural y estructural que nos aqueja.

Vivimos confrontados. Es un primer hecho que debemos aceptar. Para muchos la negativa será siempre la primera opción a la cual aferrarse, ese aceptar silencioso que así somos y que así debemos aceptarnos, lo cual no es del todo cierto, porque todos los guatemaltecos nos merecemos una mejor realidad basal. Que no es fácil salir del atolladero, también es cierto, pues cualquier simplificación resultará en la minimización del problema propio de alguna de las partes o de los componentes intervinientes en el sistema afectado, fallido, por lo que una visión holística e integral se vuelve imprescindible. De forma complementaria, cualquier negación de la desigualdad imperante como factor adherido a la violencia no visible (estructural y cultural) que nos agobia sería un error imperdonable.

Por otro lado, y de similar forma, así como la corrupción ha sido el modus vivendi de muchos guatemaltecos, resulta que la violencia y la confrontación se han convertido en el modus operandi de muchos segmentos de nuestro tejido social, y la temática toral para la resolución final se pone cuesta arriba, de igual manera que las cosas se ponen cuesta arriba para todos aquellos que se han beneficiado de la impunidad. En una y en otra situación no hay vuelta de hoja y las cosas deberán evolucionar hacia donde corresponde, y cueste lo que cueste Guatemala se levantará de la cenizas en donde se encuentra.

En suma, deberemos reconstruir nuestros modos de vida, el modo de valorar las cosas que hemos dejado al margen, y este deberá ser un trabajo constante y permanente para las próximas décadas. Trabajar en la cimentación de nuevos valores, pasar de la reacción irracional, pasional e incomprendida, hacia una racionalidad que promueva la salud emocional requerida, son componentes importantes en el camino a seguir, porque solo liberando nuestras mejores vibraciones como pueblo, como sociedad, podremos heredar ese mejor futuro que todos deseamos para nuestros hijos, quienes además de fin, son la mejor causa para todos nuestros loables esfuerzos.


Imagen principal por Vinicio Barrientos Carles con fotografías tomadas de Pinterest, Reporteros asociados y Educando.

Primera imagen por Vinicio Barrientos Carles con fotografías tomadas de YouTube y Pinterest.

Segunda imagen tomada de Prevenblog.

Tercera imagen por Vinicio Barrientos Carles.

Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

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