Cuba (III): El Mejunje de Silverio

Byron R.Titus | Política y sociedad / TRANSFORMACIÓN

En las dos entregas anteriores sobre Cuba, establezco mi relación con la isla desde antes de mi nacimiento, que a pulso propio se fue haciendo personal, su pueblo ejemplar siempre ocupara en mí ese sitio de honor y gratitud que le reservo.

En 1994, aún bajo la ferocidad del periodo especial, yendo de la Habana a Santa Cruz del Sur Camagüey, el moscovi se empezó a recalentar y obligó a hacer una parada. Desde «el conejito» –área de descanso en la autopista–, Reynaldo hace una llamada a Santa Clara y consigue que mientras se repara el vehículo nos podamos alojar con sus amistades en esa ciudad kilómetros adelante. Con la misma, seguimos por la autopista, con el chino del Kolhy de chofer hasta Santa Clara.

Según el mecánico, la reparación del carro nos llevaria dos días –por lo mínimo–, entre encontrar las piezas y ponerlas. Así que mientras esperábamos nos dedicamos al turismo cultural de la hermosa ciudad, famosa entre otras cosas por la batalla decisiva que se librara allí bajo la dirección del Che, «la toma de Santa Clara», donde dinamitó el último tren de municiones que Batista enviaba a las tropas de oriente.

Por la noche, desde la azotea de un edificio, pudimos distinguir la trayectoria que las columnas del ejército rebelde atravesaron viniendo de oriente hacia La Habana. Nuestro acompañante haciéndola de guía nos apuntaba… Allá está El Capiro, más allá quedaría Caballete de Casas, donde el Che tuvo su cuartel, en aquella dirección bajas a Cienfuegos… y así pasamos buen rato entretenidos viajando a esos lugares desde la azotea del edificio.

A la tarde del día siguiente ¡ni señal de las piezas para el auto! Diamy –quien hoy es mi esposa–, me dice…«Con Reynaldo pensamos llevarte esta noche a un lugar que, aunque no es muy conocido, es bastante interesante, a ti te va a gustar porque eres persona de criterio amplio». Y yo pregunto «¿es un restaurante o qué?» «Bueno, dice sonriendo, es como un cabaret se llama El Mejunje».

Salimos rumbo al tal Mejunje. Antes de llegar a las esquinas Juan Bruno Zayas y Alemán estaba aquella casona que había sido un teatro. En la puerta nos esperaba Cuqui, compramos los boletos y para adentro. En efecto, aquello era un lugar diferente, especial, excedido en hospitalidad. Era un oasis en aquellos tiempos de ignorancia, inmadurez e insensibilidad, un lugar donde la bohemia, la intelectualidad y la libertad de género se podían dar el más grande y sincero abrazo. Allí estaba lo más granado de «la farándula de Cuba», la crème de la crème. Vimos artistas travesti representar desde Whitney Houston hasta Angela Carrasco, pasando por Gloria Trevi. De verdad, en medio de tan distinguido grupo de artistas y público, recordé las estrofas de aquella canción de Silvio Rodriguez que dice…

Vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre, en esta tierra, en este instante, y soy feliz porque soy gigante, amo a una mujer clara, que amo y me ama, sin pedir nada, o casi nada. Que no es lo mismo, pero es igual.

Esto no quiere decir, de ninguna manera, que en esos días la situación en Cuba para los homosexuales, lesbianas, travesti, etcétera, fuera color de rosa. ¡Claro que no!, pero me refiero a «ese instante preciso entre esas cuatro paredes del Mejunje».

Después supe que el hoy presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, oriundo de Santa Clara, en ese año preciso secretario general del PCC en Santa Clara, había apoyado incondicionalmente a El Mejunje, para que se mantuviera abierto, como hasta hoy.


Fotografía principal por Byron Titus.

Byron R.Titus

Sociólogo, investigador científico y transformador. Conferencista y asesor internacional. Actualmente director del Regional Resource Center en Webster MA. Fundador y director del Centro de Transformación a la Excelencia. Vivo fuera de Guatemala desde la noche del dia de la virgen de Guadalupe 1975. Mi cumpleaños es el 15 y 16 de julio, resido -hasta que San Juan baje el dedo- en Nueva Inglaterra, EUA. Amante de las artes, particularmente la literatura y la música.

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