-Gerson Ortiz | NARRATIVA–

– Aló –escucho la voz robotizada de Anaximandro al otro lado del teléfono.
– ¿Qué putas vos mierda? Creí que no estabas en tu casa. ¿Saliste temprano del taller?
– ¿Quién habla?
– ¿¡Quién habla!? ¿Quién te puso un nombre tan ridículo?
– Ah… Vos, qué rara está tu voz… No, no es que saliera temprano, es que no fui a trabajar, no me sentía bien. ¿Vos tampoco fuiste?
– Sí fui, pero me sacaron temprano.
– ¿Se volvió a descomponer la máquina de revelado?
– Sí.
– Bueno… ¿Y qué querés?
– ¿Por qué no fuiste al taller?
– No sé. Me siento enfermo.

Su respuesta hace que evoque una de las sensaciones de mi sueño: Anaximandro estaba muerto. No sé cómo murió ni por qué, pero siento esa angustia que siempre queda al soñar con la muerte de una persona.

–¿De qué te enfermaste?
– No sé, no me siento bien… Mirá, ¿te puedo llamar después? –interrumpe su respuesta–. Es que están tocando. Creo que es Amaral, quedó de venir a pasar la noche conmigo.

Otra vez Amaral… Anaximandro siempre tuvo tiempo para dos personas en la vida: para mí y para Amaral. Claro que eso cambió, cuando decidió que le dedicaría toda su vida a ella.

– Bueno, si querés vengan a… –iba a decirle que estaría en casa y que vinieran a visitarme, pero el maldito colgó el teléfono antes que terminara la frase. Tipo más mierda.

Arrastro los pies hasta el cuarto. El calor es sofocante. Me quito la camisa para que se seque el sudor grasoso de mi pecho y mi espalda. Me recuesto sin zapatos y vuelvo a ver la mancha gris del techo. Cierro los ojos y fijo mi pensamiento en Amaral…

Continuará.

Este cuento forma parte del libro de Gerson Ortiz, autopublicado en julio de 2018, con el apoyo de Linotipo Editorial.

Gerson Ortiz

Guatemala 1984. Periodista y comunicólogo egresado de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Ha trabajado como reportero y columnista en Diario La Hora y como editor en elPeriódico, ambos en su país natal. También ha colaborado en medios internacionales como Cinco Días (España), CNN (México) y Exandas (Grecia).