Alfredo Saavedra | Arte/cultura / ROSA DE LOS VIENTOS
La semana pasada, la estatua del navegante Cristóbal Colón fue volcada al suelo en el centro de la ciudad de Chicago, Estados Unidos, por un grupo de protestantes que unos días atrás fracasaron en ese intento por la intervención de la policía, en suceso repetido ya con anterioridad en numerosas ciudades del país norteño.
La acción contra las efigies de Colón ha sido parte de la sucesión de daño y volcadura de las estatuas de otras personalidades vinculadas al fenómeno histórico político de Estados Unidos, la nación americana caracterizada por una democracia sui géneris. Sin conmoción antes de esas acciones, en sucesos desencadenados a partir de la muerte del ciudadano afroestadounidense George Floyd, causada por exceso de fuerza de un policía en la ciudad de Minneapolis, capital del estado de Minnesota. Al oeste de ese país.
Un reportaje relató que en uno de los cometidos para derribar una estatua se escuchó gritar «¡Abajo el genocida! ¡Abajo el terrorista cristiano!», señalando que las proclamas sindican a Colón responsable de «la degradación ecológica» y otras causas enumeradas en un consenso de quienes se responsabilizan del daño o derrumbamiento de las estatuas. Sucesos ocurridos en Boston, Nueva York y varias otras ciudades, incluyendo Los Ángeles, donde las autoridades ya con anterioridad cambiaron la denominación del Día de Cristóbal Colón, por el del Día de los Pueblos Indígenas.
Así como en Nueva York, donde por presión pública se ha insistido en retirar el Columbus Circle, considerado uno de los más grandes monumentos en homenaje al descubridor, ubicado en el centro de la ciudad. En Chicago, los autores de la remoción de la estatua de Colón expusieron, por medio de representantes, que su oposición era determinada por el repudio a una figura que consideran causante del sufrimiento que con la conquista padecieron los aborígenes luego del descubrimiento. «El derrumbamiento de la estatua, como se ha hecho en otras partes, es una acción de afroamericanos, hispanos e indígenas activistas que conocen la verdadera historia de Colón y lo que su memoria representa», expuso a Prensa Asociada uno de los voceros de las protestas.
En total, no obstante la presencia también de opositores a la destrucción o remoción de las estatuas, en un alegato sosteniendo que se trata de una figura representando una personalidad que cambió la historia de la humanidad, en tanto los que abogan por la desaparición de su efigie afirman que es en respuesta a su responsabilidad en «el genocidio, esclavitud y explotación de los pueblos nativos de las Américas».
Ya es lugar común establecer que el descubrimiento del continente fue uno de los sucesos más importantes de la humanidad, pues a partir de ese momento aparece la sociedad moderna europea, con España como lanzadera de los viajes de exploración a lo que se denominaría Nuevo Mundo, donde se impondría un imperio colonial perdurable.
Los reyes católicos, Isabel y Fernando, acordaron con Colón darle el almirantazgo perpetuo, el virreinato y la gobernación de todas las tierras que descubriera y la décima parte de las riquezas que encontrara, lo cual sería para el descubridor una adecuada recompensa por su hazaña. Recompensa que apenas disfrutaría, pues falleció de un ataque cardíaco 14 años después de su hazaña.
Pero ya con esa recompensa se plantea una anomalía cuando la Corona se asigna la propiedad de las tierras y «las riquezas» del continente recién descubierto, desafiando el derecho de propiedad que de por sí tienen los nativos. Se desprende de ello la usurpación de España al asumir como suya la tierra y el oro propiedad de los aborígenes.
En Norteamérica, Canadá en particular, la historia refiere que los vikingos se anticiparon varios siglos atrás al descubrimiento de esa porción continental. Navegantes exploradores que retornaron a su origen europeo ante las condiciones del clima y, fundamentalmente, se relata, por la hostilidad de los nativos, milenarios habitantes de ese territorio. ¿Cuál hubiese sido el destino y la historia de lo que hoy es América si Colón hubiera encontrado a otros pioneros «descubridores» cuando llegó, después de lo que resultaría ser su primer y último desventurado viaje?
Lo cierto es que hay razones de sobra para rechazar ese pasado que inició Colón con su llegada al nuevo continente, porque quienes lo glorifican le asignan el discutible mérito de abrir una nueva fase para el mundo de entonces, y en ese aspecto algunos de sus simpatizantes consideran el descubrimiento como algo positivo, ya que, indican, gracias a la ruta económica que se abrió entre Europa y América, también la cultura, y de esta forma las razas, se fusionaron. «Blancos, negros e indígenas empezaron a entrar en contacto, y esto es lo que representa en este continente el multiculturalismo», tesis reafirmada por la historia oficial.
A esa opinión se opone el criterio de que para colonizar el continente se produjo la esclavitud, los abusos sexuales, el trabajo forzado y otras humillaciones contra los aborígenes, y también se consumó la cristianización a la fuerza. Esto último importante porque derivado de ese sometimiento con la colonización, llegó la denominada Inquisición, ya en efecto en España, y que al exportarse al nuevo continente sería para dolor y sufrimiento no solo de la población nativa sino también para los criollos.
Algunos eruditos señalan que la colonización española se caracterizó por propiciar el mestizaje cuando los primeros habitantes españoles consumaron la mezcla con los nativos, lo que dio lugar al aparecimiento de los ladinos, dentro de un nuevo orden cultural para beneficio de la población establecida.
Es de notar que América, nombre que recibió el continente en homenaje a Américo Vespucio, navegante y explorador italiano que fue detrás pisándole los talones a Colón, recibió el honor que de forma convencional merecía el genovés, por lo que América tendría que ser denominada Colonia u otra derivación del nombre Colón.
Un texto histórico hace un resumen así:
La figura de Cristóbal Colón siempre ha generado controversias. Gran parte de su vida aún es un misterio y lo que se conoce está rodeado de mitos. Ni siquiera es seguro que haya nacido en Génova, Italia, como lo apunta la mayoría de historiadores. Además hay pruebas de que antes de Colón habían llegado al continente los vikingos, los polinesios o hasta los chinos, y aunque su arribo, el 12 de octubre de 1492, cambió la historia de la humanidad, el descubridor ni siquiera supo que había llegado a un nuevo continente. Hasta al producirse su muerte en 1506 creyó que había descubierto una nueva ruta hacia el lejano oriente pues su propósito como navegante era encontrar una nueva vía para llegar a la India.
Y en nuestro país, Guatemala, seguirán incólumes las estatuas de Colón, porque aunque percudidas y bañadas de cagarrutas de pájaros insolentes, se perpetuarán en sus pedestales, pues tienen el beneficio de que una mayoría de habitantes ignora quién es ese don Cristóbal residente en plazas y parques, y la intelectualidad y los conocedores de la historia mejor no se meten en vainas de protestas y dejan tranquilas esas estatuas por los siglos de los siglos.
Fotografía principal tomada de Semana.
Alfredo Saavedra

Periodista y escritor. Reside en Canadá desde 1982, donde continuó ejerciendo su oficio. En Guatemala trabajó en los diarios Prensa Libre y La Nación. Ha sido editorialista de radio y televisión, escribe y ha publicado poesía, narrativa e interpretación histórica.
Correo: alfasaa2012@gmail.com
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