Crímenes de odio contra la población LGTBI

-Mariajosé Rosales Solano / ÍNDIGO EN LA VIDA

«¿Cuál es su relación?, ¿son hermanas?» Una pregunta recurrente en mi cotidianidad, normalmente contestamos con una sonrisa o con otra pregunta para desviar la atención; nos da miedo ser identificadas como lesbianas en el barrio pequeño en donde vivimos. Han inventado historias y les da mucha curiosidad; algunas señoras nos dicen «ojalá tuviera una amiga así o una hermana que me acompañara como ustedes lo hacen», otras solo esperan la respuesta y su expresión de morbosidad está en su lenguaje corporal, es una situación esquizofrénica: no quieren escuchar para evitar un momento incómodo pero sí quieren saber por curiosidad.

Con mi compañera hemos discutido sobre esto, pues aquí, no es solo mi decisión de salir a lo público, es también de ella. Decidimos bajar perfil. Y por lo tanto, «somos hermanas». Aunque siempre quedan los segundos de silencio -en donde la esquizofrenia actúa- solo sonreímos y movemos la cabeza afirmando lo que las personas dicen… y seguimos con las vidas.

Aunque algunas me han dicho que soy paranoica y exagerada, ser pública -como lo nombramos- es un acto de valentía en esta sociedad femicida/genocida. Y podemos otorgar miles de ejemplos del porqué ser reconocida como lesbiana o cualquier posición disidente sexual es una justificación para recibir agresiones o expresiones de odio de cualquier persona. Estas normalmente piensan que le están haciendo un bien a la humanidad, aniquilar lo anormal.

Por supuesto, no es la única posición que agreden, cualquiera que mueva la hegemonía vive con esta amenaza. Sucedió con las luchas por la segregación en Estados Unidos y Sudáfrica; con los movimientos revolucionarios en toda América Latina y el Caribe, pues pensar diferente era o es una justificación para matarte.

Con esta historia contemporánea -hasta podríamos decir la historia de la humanidad-, los crímenes de odio son comunes en nuestras relaciones sociales hasta el nivel de normalización. Hablamos de crímenes tan crueles como la violación sexual sistemática, la tortura, la muerte a golpes, con arma de fuego, asfixia, desmembramiento corporal. Y tan «común» como la captura de un joven hace unos meses, cuyo apodo era «el carnicero» pues se dedicaba al desmembramiento (normalmente de mujeres).

Sin embargo, nos posicionamos fuertemente para erradicar estas prácticas de guerra y exterminio tan perversas y crueles que nos han dictaminado como única forma de organizarnos: el castigo para ordenar. En mayo de 2017, varias organizaciones del movimiento LGTBI y la diputada Sandra Morán presentaron una propuesta de ley para modificar los artículos 27 y 202 bis del Código Penal, con el objetivo de sancionar los delitos de violencia sexual y aplicar con acción agravante la agresión hacia personas lesbianas, homosexuales, trans e intersexuales. En diciembre le otorgaron dictamen desfavorable porque está propuesta, dice el diputado Linares, es sobrelegislada.

Este ejercicio para sancionar está vinculado a la norma, en el Ministerio Público, de registrar hechos violentos hacia personas LGTBI que hace 2 años empezó a funcionar, una casilla dentro de la ficha que anuncia si eres lesbiana, homosexual o persona trans. En 2015 se registraron 8 denuncias, en 2016, 174; 16 fueron presentadas por lesbianas y bisexuales. Sin embargo, existe todavía un largo camino para que las personas responsables de recibir la denuncia no juzguen y apliquen su moralismo ante la persona que denuncia.

Esto lo puedo decir con vehemencia porque es la misma situación con las denuncias de la violencia contra las mujeres, 10 años después de la aprobación de la ley, y diversas acciones de formación, convenios, trabajo conjunto, etcétera, todavía los jueces, abogados, fiscales, médicos emiten su opinión durante el proceso de justicia hacia las sobrevivientes, opinión sumamente juzgadora y moralista. Imagínese a una lesbiana, hombre trans o una mujer trans denunciando enfrente de todas estas representaciones y roles sociales.

Aunque la propuesta de ley es a partir del prejuicio, las luchas de la población LGTBI son las denuncias por crímenes de odio. ¡Lo irónico es que nuestras luchas normalmente son por defender el amor!

Mariajosé Rosales Solano

Lesbiana, feminista, antiracista. Fotógrafa, hierbera y lectora. Amante de la música y el cine. Urbana de casi cuarenta vueltas al sol.

Índigo en la vida


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