Fernando Zúñiga Umaña | Política y sociedad / EN EL BLANCO
Ayer se inició una huelga en Costa Rica por tiempo indefinido. Es un movimiento social que sabemos cuándo empieza, pero no cuando termina. Y es que las cosas andan mal con este Gobierno autodenominado de «la unidad nacional», que se ha vuelto de manera furibunda contra los trabajadores y los grupos de menos ingresos. La gran mayoría de gremios sindicales ha venido haciendo un llamado a la huelga para el día 10 de septiembre en todo el territorio nacional. El propósito de la huelga es traerse abajo la reforma fiscal; paquete de medidas que ya el Poder Ejecutivo envió a la Asamblea Legislativa para su aprobación. Esta huelga nacional se realiza luego de la que se hizo hace 18 años en contra del denominado «combo Ice», la cual se extendió durante un mes y tuvo resultados muy positivos para los trabajadores costarricenses y el pueblo en general.
Tal parece que en este país, en este momento de su historia, defender derechos de los trabajadores es nadar a contracorriente, ya que cualquier exigencia laboral es un privilegio. El pueblo ha venido enfrentándose a sí mismo, manipulado por el discurso oficialista y de los medios de prensa. Los privilegios de los trabajadores existen, coincido en que muchas instituciones públicas en sus luchas gremiales se han desviado del resto de los mismos trabajadores públicos, asignándose algunas prebendas que no armonizan con las condiciones de otros trabajadores. No obstante, es importante considerar los derechos de los trabajadores, logrados superando grandes luchas y que deben actualizarse en función de las necesidades que el mismo sistema en que vivimos genera. Karl Marx llamaba a eso «tenor de vida», y no es ni más ni menos que exigir al capital que se ponga a tono con el trabajo y lo compense de acuerdo con la modernización y a las mismas utilidades que esté teniendo el capital.
No puede ser que conforme se concentra la riqueza, el trabajo no exija que parte de esa riqueza vaya a sus manos en una proporción mayor a la que históricamente ha tenido. O sea, si los capitalistas cada vez ganan más, aunque no lo reconozcan para no pagar impuestos, entonces que también ocurra lo mismo con los trabajadores. En el país hay muchos ejemplos de esta capacidad que tienen los sectores poderosos de apoderarse de la riqueza que todos en conjunto generamos. La evasión y elusión fiscal es enorme, los desfalcos y estafas que se han dado como producto de la corrupción han sacado de las arcas del Gobierno y de la banca pública grandes cantidades de dinero. También se pudo ver en el asunto de los papeles de Panamá a más de un costarricense desviando sus capitales para evadir al fisco nacional.
Enfrentarse al trabajo y no al capital, es un error histórico que están cometiendo los pueblos, influenciados por los medios de comunicación gendarmes de la clase dominante. Y aquí se encuentra el meollo del asunto. Los denominados «privilegios» de los trabajadores, es una ínfima «tajada» a la par de las excentridades de los ejecutivos y propietarios de las grandes empresas globales. El cierre de Recope, como algunos costarricenses, impresionados por los medios de comunicación, solicitan a gritos, implicaría el ingreso de las transnacionales petroleras, y esa cantidad insignificante que un trabajador recibe por un derecho sindical va a ser una bicoca, a la par de los lujos y excentridades que los propietarios y ejecutivos de la Shell, Texaco, Chevron, Exxon y otras sacarán del país. Dinero que por supuesto no circulará en nuestro país, sino que saldrá como divisas a los grandes bancos de las transnacionales y al pago de lujos y excentricidades de ejecutivos y propietarios de estas empresas. Aquí solamente quedará el salario mínimo que las empresas pagarán a nuestra mano de obra, buscando siempre que sea lo más barata posible, porque si no es así, amenazan con irse adonde mejor les caliente el sol, solo que en el caso de los hidrocarburos, ellos serán el monopolio y no se irán, simplemente subirán los precios.
Para estos costarricenses, arrullados por los medios de comunicación, se vale que un ejecutivo de una transnacional se compre un yate de lujo o construya palacetes con las ganancias de su empresa, pero no se vale que a un trabajador de Recope le paguen sus funerales al morir o le den el día libre cuando se tiene que trasladar de casa, por ejemplo. Los privilegios de los altos jerarcas de las transnacionales sí son asunto serio, estamos hablando de ejecutivos que tienen salarios de 2.5 millones de dólares mensuales, que por supuesto sale de ganancias privadas, insondables y misteriosas, pero que al fin las pagan los consumidores en el precio de los combustibles, ¿o no lo sabían?
Este enfrentamiento contra el trabajo se paga, tiene un alto costo, que solo se medirá cuando nuestras empresas públicas sean sustituidas y, además de la pérdida de soberanía, resulta que los precios de los servicios y bienes que las transnacionales cobran son los mismos, o quizás más caros. Pero además, las utilidades salen del país, y esas poderosas empresas que ingresan tienen el poder de quitar y poner gobiernos a su antojo, que por supuesto coincidan con sus intereses. Así, el país deja de ser lo que es y se convierte en territorio global, donde solamente prestamos fuerza de trabajo a las grandes empresas globales. Nuestro modelo se está cayendo, luego será tarde para llorar sobre la leche derramada. Esperemos que los costos sociales de esta huelga no sean muy altos, el presidente ha advertido que esta huelga es improcedente e incluso ilegal. El candidato oveja se ha convertido en lobo y ha enseñado las garras.
Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.
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