Corrupción y pobreza

-Jaime Barrios Carrillo / SIGNOS

El impacto de la corrupción en los niveles de pobreza es un hecho aceptado en todas partes, en especial en América Latina y en los países africanos. Por ejemplo, en México asevera Claudio X. González, presidente de la asociación civil Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad:

La corrupción perpetúa la pobreza en el país, debido a que esta le cuesta a una familia promedio 14 por ciento de sus ingresos, mientras que a una de escasos recursos le representa 34 por ciento.

Refiriéndose a los países africanos, afectados duramente por la corrupción, afirma José M. Mella, catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid:

Los resultados de los análisis llevados a cabo en 18 países muestran que la pobreza aumenta la frecuencia de los sobornos a los funcionarios del Gobierno. La razón estriba en que los pobres sufren de manera regular serias dificultades para satisfacer sus necesidades básicas y requieren, en mayor medida que las personas y familias de mayor renta, el favor de los funcionarios para el acceso a los servicios públicos. En realidad, los pobres están más expuestos al pago de sobornos que los ricos.

En Guatemala tenemos el terrible caso del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y una empresa privada que debía suministrar, después de una licitación, los aparatos para realizar diálisis. La Comisión Internacional contra la Impunidad -Cicig- llevó este caso al Ministerio Público y de ahí se consideró que había materia para acusar de corrupción al exdirector, un exmilitar, y a otros funcionarios y empleados del Gobierno del ahora preso por corrupción general Otto Pérez Molina, a quienes se les hace el debido proceso ahora en tribunales. Lo más trágico de este caso son los 15 o 16 pacientes que murieron por no haber podido recibir sus diálisis.

Sin duda alguna la corrupción disminuye también, a veces al grado de parálisis institucional, a un Estado impregnado de corrupción estructural. De ahí que sea válido afirmar que la corrupción contribuye en gran medida a la ineficacia que se muestra en la falta de ejecución presupuestaria y en la no ejecución total de las obras que pueden a veces ni siquiera iniciarse aún después de que los dineros del erario público han sido entregados. Un ejemplo muy ilustrativo de lo anterior es la situación calamitosa de las carreteras, caminos y puentes de Guatemala, ya que la red vial está destruida.

Siguiendo con Guatemala, donde los grandes escándalos de corrupción han llevado a juicio y a la cárcel a docenas de funcionarios, en casos internacionalmente conocidos como Cooptación del Estado, Corrupción y construcción, y La línea o Corrupción en las adunas, la coyuntura actual muestra a un Gobierno que no se compromete a la lucha contra la corrupción sino, al contrario, lo hace con las mafias y los corruptos, resultando esto inadmisible ya que el país tiene altísimos índices de pobreza. El mismo presidente Jimmy Morales fue vinculado al delito de financiamiento electoral ilícito y su hijo y hermano están siendo juzgados por corrupción. Habría que agregar el escándalo de los llamados bonos militares con los cuales el presidente recibió ilegalmente cerca de medio millón de quetzales.

Jimmy Morales prometió con solemnidad durante su campaña una cuestión central, en realidad la única pues no ofreció nada más: no hacer un gobierno corrupto. También anunció con pompa que estaba totalmente en contra del transfuguismo. Pero ha hecho todo lo contrario. Incluso sus nombramientos en el Ejecutivo y en las instituciones del Estado se han realizado con base en tráfico de influencias y nepotismo, lo que contradice frontalmente el ofrecimiento de honradez y de no corrupción.

Los ejemplos citados, con énfasis en Guatemala, nos recuerdan una ecuación irrefutable: corrupción y pobreza son dos caras de la misma moneda. Desde luego que la pobreza es inversamente proporcional a la democracia: menos pobreza más democracia.

Jaime Barrios Carrillo

Columnista, escritor, investigador, periodista nacido en 1954 y residente en Suecia desde 1981, donde trabajó como coordinador de proyectos de Forum Syd y consultor de varias municipalidades. Excatedrático de la Universidad de San Carlos, licenciado en Filosofía y en Antropología de las universidades de Costa Rica y Estocolmo.

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