Construir la felicidad

-Fernando Zúñiga Umaña / EN EL BLANCO

En teoría la felicidad es un estado de satisfacción plena. Nietzsche consideraba que el ser humano no estaba diseñado para alcanzar la felicidad y que por el contrario estaba destinado a sufrir. Desde esta perspectiva, la felicidad, como punto de referencia, es el mínimo nivel de sufrimiento. Por otro lado, el estoicismo considera que la felicidad no es ni más ni menos que la fortaleza que se tiene para aceptar una existencia determinada, algo así como la capacidad de adaptarse a las condiciones. Actualmente se le llamaría inteligencia emocional. El utilitarismo económico ha creado como unidad de medida el “util”, conforme consumimos bienes y servicios que nos gusten, cada vez estamos recibiendo una mayor “felicidad”, medida en “utiles”, en economía eso sería una mayor satisfacción. Sin embargo, lograr el equilibrio en no sobrepasarse, en el momento de combinar el presupuesto, los precios y las preferencias, brindaría la mayor satisfacción posible. Teoría totalmente subjetivista.

De todos modos, la plena satisfacción no es posible en el individuo, al menos de forma permanente, incluso si alguien alcanzara momentáneamente ese estado, cae de inmediato en la exigencia de tener otra necesidad. Pero, cabe la posibilidad de que en una sociedad, cuando se fortalecen las bases de igualdad y prosperidad, en un proceso de desarrollo humano, se puede presentar una tendencia a lograr mejores estados individuales y colectivos de satisfacción. La felicidad no se da por decreto, ni siquiera un padre puede afirmar que en su hogar todos son felices, menos se puede decir que un país es el más feliz del mundo. En un mundo como el que vivimos, la tendencia es hacia la infelicidad. Quienes vieron la cinta cinematográfica En busca de la felicidad, el actor Will Smith, hace el personaje del padre, quien, junto a su pequeño hijo, pasa las penalidades de ser un desempleado, desposeído de hogar y sin un centavo en la bolsa. No obstante, supera la crisis y supuestamente alcanza la felicidad, por ser un genio de las finanzas y las matemáticas. Soluciones individuales propias del ambiente hollywoodiense. Pero, ¿qué pasa con la mayoría de los mortales, desposeídos de esa genialidad?

Independiente de todas las penalidades -que por su naturaleza sufre el ser humano-, cuando un país presenta un ambiente total que le permita vivir de la mejor manera, se puede hablar de una tendencia a la felicidad. Costa Rica ofrece condiciones naturales óptimas para que los felices sean más felices, pero otros grandes problemas latentes hacen que ni los felices sean más felices, ni los infelices sean menos infelices. Según el Estado de la Nación, si se le asigna 0 a “nada descontento” y 10 a “muy descontento”, la posición promedio en que se colocan los ciudadanos costarricenses es de 7.5, que por supuesto es un indicador de insatisfacción, alguien diría que es la justificación leninista de la presencia de condiciones subjetivas. Pero, por otra parte, hay otros indicadores objetivos, por ejemplo, se tiene que 22.9 % de las personas son pobres, y del total de pobres, 30.7 % son extremadamente pobres; de cada 100 personas que están en disposición de trabajar, casi 10 no encuentran empleo y de aquellas que trabajan también casi 10 están subempleadas (es decir, ganan menos del salario mínimo, subempleo invisible, o trabajan una jornada inferior a la que desean tener, subempleo visible). La desigualdad es cada vez mayor, el coeficiente de Gini es de 0.524, la inseguridad es preocupante, altos índices de delincuencia (una tasa de homicidios de 11.8 por cada 100 000 habitantes en el último año), según la OMS, algo más que una epidemia. La corrupción, la presencia del narcotráfico son, entre otros, lo que conforma un triste escenario en Costa Rica. Y para colmo, un presidente que en cadena de radio y televisión anuncia la inminente quiebra del Estado.

Costa Rica es la feliz pareja del pueblo que todos admiran y ven radiar de felicidad, pero que en la ventana, de vez en cuando, se ve la silueta de ella enjugándose las lágrimas, o de él saliendo al trabajo cabizbajo y preocupado. No somos los más felices, ni sabemos qué país lo será, pero el mayor problema es que no estamos construyendo la felicidad.


Imagen: Infelicidad por Fernando Zúñiga

Fernando Zúñiga Umaña

Estudioso de la realidad económica. social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica, estudió Ciencias Sociales en FLACSO México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Economista, máster en Ciencias Sociales y doctor en Ciencias Económicas y Empresariales. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Además, labora como consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socioeconómicos e imparte cursos de macroeconomía e investigación.

En el blanco

4 Commentarios

Federico Li Bonilla 19/09/2017

Muy bien explicado el estado de enajenacion que vive el país.

Rafael Solís Bolaños 16/09/2017

Excelentes y sugestivos los contenidos y propuestas del Dr Fernando Zúñiga Umaña;y claro,su manifiesta vocación artística .
Creo que la felicidad es una aspiración personal ,y por tanto un proceso móvil y permanente que busca hitos pero se realiza en esa misma búsqueda (satisfactoria existencialmente).

Jaime Barrios 09/09/2017

Interesante columna. La construcción de la felicidad hay que verlo como derecho democrático y una meta suprema de la misma democracia.

    Susana Alvarez Piloña 09/09/2017

    Muchas gracias Jaime por su comentario.

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