Conceptos para el desarrollo sostenible

Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / DESARROLLO & PAZ

El desarrollo sostenible, en una primera aproximación, puede comprenderse como un desarrollo económico y social con mayor sentido humano respecto de las relaciones entre el ambiente y la humanidad. Esta conceptualización ubica al desarrollo sostenible en la intersección de los intereses por el desarrollo y progreso de tres esferas de la existencia humana: la social, la económica y la ecológica o ambiental.

En este debate por un nuevo concepto para el desarrollo humano, se encuentra implícita la contraposición entre la productividad económica y el componente medio ambiental, asumiendo que el respeto al medio ambiente no es posible sin la reducción de la producción, ya que actualmente a nivel macro estamos por encima de la capacidad de regeneración natural del planeta, tal y como lo demuestran las diferentes estimaciones de la huella ecológica. En el fondo del discurso, existe un cuestionamiento crítico sobre las relaciones entre el hombre y el ambiente, señalando que el modelo actual de producción de bienestar va en una dirección de claro detrimento de la subsistencia y la calidad del medio ambiente.

De esta guisa que el lento crecimiento económico mundial respecto del poblacional, el aumento desmedido de las desigualdades sociales y la amenaza de una degradación ambiental sin retorno son las características distintivas de nuestra realidad actual a nivel global, de manera que cada una de las tres dimensiones representa grandes desafíos en el amplio concierto de la comunidad internacional.

Resulta fundamental reconocer que nos encontramos frente a un cambio radical: la opción de continuar con los mismos patrones de producción, energía y consumo ya no es viable, lo que hace necesario transformar el paradigma de desarrollo dominante hacia otro que nos lleve por la vía del desarrollo sostenible, inclusivo y con visión de largo plazo.

Por los retos que este contexto planetario plantea, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en septiembre de 2015 la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la cual incluye 17 objetivos y 169 metas, en los que se establece una visión transformadora hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental de los 193 Estados miembros que la suscribieron, constituyéndose en el marco de referencia para el trabajo institucional en pos de esta visión para los próximos 15 años.

En forma substancial, la Agenda coloca a la igualdad y la dignidad de las personas en el centro y llama a cambiar radicalmente nuestro estilo de desarrollo, respetando el medio ambiente. Se trata de un compromiso universal adquirido tanto por países desarrollados como en vías de desarrollo, en el marco de una alianza mundial reforzada, que toma en cuenta los medios de implementación para realizar el cambio y la prevención de desastres por eventos naturales extremos, así como la mitigación y adaptación al cambio climático.

Los 17 objetivos trazados, mejor conocidos como los Objetivos de Desarrollo Sostenible –ODS– se constituyen en una herramienta de planificación y seguimiento para los países, tanto a nivel nacional como local. Gracias a su visión a largo plazo, representan un apoyo para cada país en su senda hacia un desarrollo sostenible, inclusivo y en armonía con el medio ambiente, a través de políticas públicas e instrumentos de presupuesto, monitoreo y evaluación.

Sin embargo, de esta amplia y ambiciosa iniciativa de la ONU, existen algunas objeciones planteadas a este nuevo concepto de desarrollo. Una de ellas es la postura decrecentista, la cual deriva en el cuestionamiento mismo que un concepto como desarrollo sostenible lleva consigo un oxímoron, una contradicción, puesto que una cosa no puede llevar a la otra y viceversa. Curiosamente, otros los consideraran un pleonasmo o redundancia semántica, en el sentido que no podría hablarse de desarrollo verdadero si no se pudiera sostener en el mediano plazo.

Otra de las perspectivas críticas que se hacen proviene de consideraciones de tipo cultural, en el sentido que las tres dimensiones incluidas en el concepto actual del desarrollo sostenible no son suficientes para reflejar la complejidad intrínseca de la sociedad humana contemporánea. Es decir, que otros factores importantes deberían ser considerados, y la cultura reúne muy bien esos otros aspectos que podrían influir y repercutir en esto que entendemos por desarrollo. Por esto varias organizaciones aglutinadas en torno a la defensa y promoción de la cultura, concentradas en la Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales y Regionales –UCLG– aprobaron en el 2010 una Declaración sobre la cultura como cuarto pilar del desarrollo sostenible, lo que tiene una especial relevancia en nuestro contexto de país.

Deberá observarse que los ODS se elaboran en un espíritu de rescate al sentido humano que cualquier concepto de desarrollo de la humanidad debería poseer, en vista que los últimos 150 años han presenciado cambios dramáticos en varios órdenes de la existencia. También resultará vinculante dentro del contexto nacional, correlacionar los ODS con una visión largo placista, en función de la búsqueda de cambios más profundos en las estructuras que ordenan el accionar de las poblaciones, lo que incluirá indefectiblemente los esfuerzos por la construcción de un Estado de derecho fundamentado en una paz positiva y sostenible.

En el análisis de la crisis institucional por la que atravesamos, es posible identificar un común denominador en los partidos políticos sobrevivientes, evidenciado en la total ausencia de horizontes de planificación para el largo plazo, en parte explicado por el agravado cortoplacismo orientado a la depredación de los erarios públicos, por lo que en términos generales los ODS representan una de las mejores hojas de ruta que pueden asumirse a nivel de país.

En este sentido, la escogencia del marco referencial de Naciones Unidas no deja de ser un valiosísimo aporte plasmado en la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo K’atun, y como puede leerse en el Informe de la Estrategia de Articulación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Nuestra Guatemala al 2032, existen suficientes lineamientos para que la construcción de políticas locales y regionales efectivas se pongan en marcha desde ya. La consciencia ciudadana de la importancia de una visión de mediano y largo plazo será pieza angular en todos estos procesos, y todos debemos aportar para ello nuestro valioso grano de arena.


Imagen principal por Vinicio Barrientos Carles

Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

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