-Autor anónimo-
Casanova desayunaba cincuenta y un ostras frescas en búsqueda de un apoyo afrodisíaco que facilitara su extraordinario experimento humano o el encuentro universal sin límites a través del contacto íntimo y cercanía en última instancia, prueba irrebatible de que solamente el orgasmo da cuenta de la existencia del ser humano. Casanova murió solo, amarrado en su cama.
Quetzalcóatl también se emborrachó una vez, o lo emborracharon, y entonces comulgó sexualmente con su hermana y al despertar, en plena cruda, se difuminó de pena.
El héroe griego de la Ilíada, Aquiles, se emborrachó una sola vez en su vida. En cambio, Aníbal Quijano leía diariamente cincuenta libros de caballería, hasta que se le cruzaron los cables y miraba lo que quería ver, es decir, una libertad grandiosa llamada Lorenza Aldonso que era una cebollera ardiente, aunque timorata como cenicienta burda y analfabeta, que se tornó de pronto en una estrella del Toboso.
Pasa lo mismo con las ideas y las visiones del mundo o alucinaciones globales de los caballeros andantes del continente contemporáneo latinoamericano, quienes se intoxicaron con literatura escarlata mientras el mundo de su utopía se caía con muros y todo, pero ellos se lanzaron a la llanura a cabalgar con sus armaduras esperpénticas para transformarlo. Como el sabelotodo que cantaba a la Sulamita y le decía con hermosura irremplazable: “Tus ojos son palomas.”
Imagen de: Gerald Steffe
Un Commentario
Un texto inconcluso. Lamentablemente limitado en la búsqueda de su sentido. Promete mucho en el título y las primeras líneas, pero como que no llega a concluir.
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