Con esperanza, desde la ternura

AlenKa Tenas | Política y sociedad / HILOS DE TERNURA Y DE MEMORIA

Durante las décadas de la represión,
más de 5 000 menores desaparecieron.
Algunos fueron torturados y asesinados,
otros fueron traficados para adopción en otros países.
Sus familias aún esperan dar con su paradero, aún los esperan.

El 1 de marzo pasado se inició el debate oral y público del caso de la familia Molina Theissen, un caso que ha develado las formas de represión más oscuras que se practicaron durante la década de los años 80 en Guatemala.

Era septiembre de 1981 cuando en un retén militar, Emma Guadalupe Molina Theissen fue detenida ilegalmente, para luego ser trasladada a la base militar «Manuel Lisandro Barillas» de Quetzatenango, donde fue víctima de tortura física, psicológica y violencia sexual durante los ocho días que duró su cautiverio, hasta que ella logró escapar.

Posterior a su escape, y como una forma de represión y venganza, al día siguiente, el 6 de octubre de 1981, militares vestidos de particular llegaron a la casa de la familia Molina Theissen para capturar al hijo menor de la familia, Marco Antonio, un niño de 14 años.

Han pasado más de tres décadas desde aquel día y la espera aún continúa. Muchas acciones a lo largo de ese tiempo ha emprendido la familia, sin que hasta el momento se haya podido dar con el paradero de Marco Antonio.

Pese a la magnitud del impacto que estos dos hechos tuvieron, la familia Molina Theissen ha sabido convertir esa punzada permanente en valor.

Emma Molina Theissen.

Su búsqueda de justicia ofrece esperanza a muchas otras familias que aún esperan. Le dio un rostro a esos más de 5 000 niños ausentes, que hoy ya no son cifras, hoy, la sociedad guatemalteca conoce un poco más de esos pequeños que fueron arrebatados de sus hogares. Hoy se sabe quién era Marco Antonio, cuáles eran sus sueños, sus juegos, cómo era su sonrisa.

También se conoce quién era Emma Guadalupe, una joven que luchaba por un país más justo. Para Emma, sus hermanas y su madre, esa lucha continúa, siguen siendo mujeres que aportan para un país diferente, uno en el que se respeten los derechos humanos de las personas, su dignidad y el derecho a disentir, pero ante todo la vida.

Sueñan con un país y un mundo más justo, en el que la participación política de las mujeres no sea castigada con violencia sexual, uno en el que los niños y niñas no sean botín de guerra y que sus vidas no sean arrebatadas para provocar una tortura permanente a sus seres queridos.

Luchan con esperanza para que el acceso a la justicia sea una certeza para todos, para que los responsables de las atrocidades sean investigados y condenados antes de que la muerte plácida les alcance. Luchan para que estos horrendos crímenes no se repitan, nunca más.

La batalla integral en contra de la memoria y de la justicia

Muchos de los que exigen un debido proceso en juicios por corrupción y crímenes de lesa humanidad son precisamente quienes fueron parte de las estructuras clandestinas que retenían a las personas por su presunta participación en diversas formas de resistencia contra las dictaduras militares. Esos mismos que decidían a quién capturaban y qué destino les esperaba, no sin antes pasar por la tortura y, en el caso de las mujeres, violencia sexual. Los mismos que no respetaron las garantías legales de la población. Quienes aún no dicen dónde están los cuerpos, pero que buscan su impunidad por todos los medios y hasta exigen amnistía a los delitos de lesa humanidad.

En un momento del debate pidieron clemencia «por humanidad», para los responsables, que ahora son personas de la tercera edad, lo cual no es más que una consecuencia de la lentitud de la justicia. Pues, de jóvenes, fueron hombres fuertes de mano dura que implementaron las más crueles políticas en contra de la población civil.

La reciente muerte del general retirado condenado por genocidio, Efraín Ríos Montt, puso de nuevo en debate el tema de la justicia pendiente, su muerte se suma a la de otros impunes.

Si vamos a implorar humanidad, exijamos que Marco Antonio aparezca, que vuelva a casa y pueda ser despedido desde la ternura de quienes le aman y de quienes conocen su historia, porque parte de la justicia transformadora y el derecho a la verdad es poder encontrarle y darle sepultura. Exijamos justicia para Emma Guadalupe, exijamos que doña Emma pueda cerrar este luto tan prolongado.

Porque cuando se haga justicia para la familia Molina Theissen, se hará justicia para todos y todas aquellas personas que sobrevivieron a las políticas inhumanas, se hará justicia para esta sociedad tan marcada por el pasado.

¿Quiénes son los responsables?


Todas las imágenes del texto fueron proporcionadas por AlenKa Tenas.

AlenKa Tenas

Mujer, mestiza, diseñadora, comunicadora, defensora del derecho fundamental de todas las personas a gozar y ejercer todos sus derechos. Sobreviviente de la guerra y, cada día, de un Estado patriarcal y misógino. En contra de las violencias provocadas por el odio y la discriminación

Hilos de ternura y de memoria

2 Commentarios

Max 13/02/2020

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Ana Molina Theissen 22/04/2018

Gracias por su ternura, Alenka.

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