Con el lodo hasta el cuello

-Virgilio Álvarez Aragón / PUPITRE ROTO

El presidente Morales, con su actuación a favor de la impunidad de los corruptos para poder salvar el pellejo, ha provocado posiblemente la mayor crisis de gobierno de la que se tenga memoria, creando un malestar social tal vez solo comparable con el que produjo Federico Ponce Vaides cuando intentó asegurarse en el poder tras la salida de Jorge Ubico.

El profesional de la comicidad barata ha optado por enfrentar a todos los sectores sociales del país, con tal de evitar que se le juzgue por su oscuro manejo de las finanzas partidarias en el segundo turno electoral. Su negativa, en vez de ganarle simpatías, lo ha aislado de sus defensores menos emotivos e ideológicos, cuestión que se ha incrementado al saberse que durante nueve meses recibió un ilegal sobresueldo de parte del Ejército.

Reducido al apoyo de lo más rancio y trasnochado de la ultraderecha neofascista, Jimmy Morales trató de dar un golpe de timón al convencer a los líderes de los partidos políticos a votar por una iniciativa que trasladaba las culpas en el manejo financiero a los contadores de los partidos. Era un gana-gana, pues lo salvaban a él de un posible retorno a debates del pedido de antejuicio por esos delitos, y se salvaban los otros secretarios generales que se encontraban en la misma situación. Pero, por arte de magia, apareció en el pleno del congreso una iniciativa de ley que otorgaba conmutación de penas de los delitos que no estuvieran vinculados con defraudación aduanera y fiscal, lo que significaba que muchos de los acusados de corrupción, si condenados, podrían comprar la libertad con unos cuantos quetzales, cuestión que también estaría al alcance de la mano de una infinidad de criminales.

El bajo clero del Congreso, ese conjunto de diputados distritales y hasta de listado nacional que solo están allí porque financiaron campañas y cobran sueldos, dietas y otros beneficios oscuros apenas por levantar la mano, votaron por las dos iniciativas imaginando que salvaban a sus jefes de las redes de la justicia, pero también se embarcaron en un procedimiento más que escandaloso de reducción de penas de diversos crímenes.

Si el negocio para Morales y los demás secretarios generales de partido era redondo, la ilegalidad de ambas leyes hizo sonar los timbres de alerta en la Corte de Constitucionalidad y en diversos sectores de la sociedad. De esa cuenta, lo que en un momento era miel sobre hojuelas, pronto vino a convertirse en el más duro calvario para la mayoría de los diputados. Considerados ya irresponsables y vagabundos por amplios sectores sociales que han sido ideologizados por la criminalización de la política, no hubo nadie, en su sano juicio, que pudiera justificar tal comportamiento. Los sectores más activos de la sociedad y los medios de comunicación no alineados con la impunidad cuestionaron tales leyes y exigieron su derogatoria.

Sin más escapatoria, los diputados oficialistas y sus aliados temporales optaron por el regreso estratégico, inventándose un mecanismo poco ortodoxo que les permitiera anular lo que días antes habían aprobado, brindándonos el primer quince de septiembre en muchos años sin fanfarreas patrioteras y atentos todos al accionar del Congreso.

Es de preguntarse por qué los diputados no esperaron el veto presidencial a sus aberrantes decretos, pudiéndose imaginar que, desde que se aprobaron, líderes y bajo clero del Congreso notaron que el presidente Morales solo miraba el derecho de su nariz y no solo no los vetaría sino que dejaría toda la culpa en los diputados.

De esa cuenta, si ya era para los anales del folklore político nacional la aprobación y desaprobación de los acuerdos en menos de una semana, los jefes de bloque y sus más cercanos colegas dispusieron devolverle el golpe a Morales, solicitando mayoritariamente el regreso al pleno del expediente de pedido de antejuicio en su sesión del martes 19. Larga y divertida fue dicha sesión, transmitida en vivo por el canal en línea del Congreso. Notorio era que la mayoría de bloques querían cobrarse la afrenta, como que el mismo presidente del Congreso trataba, por todos los medios, de dejar lista la mesa para el juicio definitivo de Jimmy Morales, aunque los diputados del PAN -Manuel Conde y Fernando Linares- trataran con sus maliciosas argumentaciones leguleyas evitar que tal situación se diera.

Para su pesar, el artificio de la interpelación al ministro de Gobernación, esgrimido una y mil veces por Linares Beltranena como actividad previa a la discusión del antejuicio se ha venido por los suelos pues, el ministro, junto a sus colegas de Trabajo y Finanzas, han dispuesto presentar su renuncia irrevocable al cargo, imposibilitados ya de hacer algo medianamente decente en sus carteras dado el desorden político e incapacidad administrativa en la que Jimmy ha colocado a su gobierno.

Morales decidió ir a presentar sus molestias a la Asamblea General de las Naciones Unidas, allí donde todos hablan de manera rimbombante pero nadie los escucha. Enredado en sus propias mentiras, fraudes y triquiñuelas, su soledad es a cada momento mayor, corroborada públicamente con las masivas marchas que, en la capital y varias cabeceras departamentales, se realizaron este histórico 20 de septiembre.

Negar el amplio y marcado aislamiento de Jimmy Morales es tan falso como hacer creer que las manifestaciones en su contra son obra y gracia de una conspiración del demonio comunista que quiere comerse a los niños guatemaltecos. Hacer creer que las movilizaciones son obra y gracia del imperio y las oligarquías es negarse a entender las grandes diferencias entre estas y las realizadas contra Pérez Molina. Hoy hay una amplia coincidencia de actores que quieren colocar al país en la ruta democrática que por décadas se le ha negado, con horizontes y utopías posiblemente muy diferentes, pero con visiones comunes del corto plazo.

Jimmy Morales ha quedado preso de sus propias mentiras, incapacidades y deshonestidades. Todo parece indicar que no llegará al final de su mandato. Lo crítico y lamentable es que, aferrado a las mieles del poder, pueda convertir a la Guatemala de hoy en la que Ponce Vaides produjo en su corto, errático y sangriento mandato, lo que no necesariamente quiera decir que tenemos a las puertas otra Primavera Democrática.


Fotografía por gAZeta.

Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.

Pupitre roto

Un Commentario

Mirna Ramírez Pérez 21/09/2017

El paro convocado por diversos sectores de la sociedad guatemalteca denominado 20S, fue una muestra del hartazgo de la población por la conducción equívoca de un gobierno pelele y legisladores que sólo alcanzan ver el derecho de su nariz. El colmo es que luego del desborde de diversos actores en la marcha efectuada ayer 20 de septiembre, los y las diputadas desafiaron nuevamente la tolerancia de la población, al haber nuevamente negado por medio del voto parlamentario, que al gobernante se le quite la inmunidad para que pueda ser investigado por los delitos que se le imputan. Me parece que la crisis se agudiza y no hay forma de salir de ella, el payaso gobernante y los 143 diputados están envalentonados, eso quiere decir que tienen un fuerte respaldo de fuerzas que siguen ocultas pero que les garantizan terminar su período, amolad@s estamos….

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