Joselito Gómez Sánchez | Política y sociedad / PERSPECTIVA RURAL
Una reflexión para elegir: ¿carrera universitaria o carrera técnica?
En una ocasión, hablando de competitividad para el desarrollo humano de los campesinos, un aparente líder q’eqchi’ me respondió entre groserías que eso de la competitividad no era bueno, que el q’eqchi’ tenía que vivir en armonía comunitaria y que esos conceptos habían sido insertados posteriormente a la conquista española.
Le aclaré que cuando hablaba de competitividad, hablaba de cultivar las «competencias» o habilidades en el ser humano, para ser más apto para su propia sobrevivencia. La «competencia», concepto que difiere de «las competencias» y de la «competitividad», existe de forma natural entre los seres humanos; el que no la percibe, es posible que sufra de sus efectos sin saberlo.
El que pone un negocio y no sabe que tiene que competir con otros, es probable que no sobreviva mucho tiempo en el mercado.
Como ejemplo de dónde ser competitivos, ser competitivos para cultivar la tierra y llegar a ser autosostenibles parcial o totalmente.
¿A quién le conviene la competitividad de nuestros habitantes rurales?
Cobán, como muchos municipios de Guatemala, está formado por habitantes citadinos y rurales, solo que el territorio de la ciudad no es más que el 30 % del total, así que, más allá de los límites de la ciudad, hay que recorrer unos 100 kilómetros para llegar a sus límites hacia el noroeste. A los citadinos no parece interesarles lo que pase más allá de los límites del casco urbano.
Si los campesinos fueran más competitivos en la producción agropecuaria, que es su potencial, los beneficios serían para todo Cobán, incluyendo los citadinos, ya que la actividad productiva que atrae más «divisas» (dinero de afuera), por así decirlo, es la actividad agropecuaria, típicamente rural de Cobán.
Los elogiados —por los países pobres—, países ricos como Alemania, lo son por su nivel de competitividad; en otras palabras: son mejores que los otros países para producir; su mano de obra es más eficiente y de más altura ética, por lo consiguiente, sus productos son más prestigiados y de mejor calidad, lo que desplaza a los demás competidores.
Los países como el nuestro alaban la situación salarial de ese país en el que «cualquiera puede comprarse un «Meches»», pero lo que no saben es que para lograr esa opulencia, otros países menos competitivos han tenido que empobrecerse.
Por eso se hacen necesarias las instituciones como Intecap, para hacer que cada uno pueda tener más «saliva para poder tragar más pinol», pero analizando de manera coherente con la realidad laboral.
En Alta Verapáz hacen falta mecánicos automotrices de alta calidad técnica, ya que unos contados con los dedos de la mano son realmente confiables; técnicos en refrigeración industrial, técnicos en hidráulica, técnicos en automatización de sistemas industriales, técnicos en invernaderos, ya que tenemos las mejores tierras para producción de hortalizas, pero debido al exceso de humedad, se vuelve complicada la producción. También electricistas o ingenieros en electricidad o ingenieros industriales que emprendan proyectos que generen empleos, etcétera.
Antes de animar a los hijos a emprender una carrera universitaria, es necesario revisar el «mercado laboral» y considerar el caso de Chile y varios países desarrollados, incluido México: en los años 70, las universidades chilenas pasaron por un superávit de «profesionales» académicos, tanto que, muchos de ellos terminaron trabajando de pilotos de taxis o meseros, tal y como vemos a muchos profesionales en Guatemala, dedicados a poner pequeños negocios para subsistir.
Se dice que en México, arriba de 3 millones de «profesionales» viven en el umbral de la pobreza, debido a la sobreproducción de graduados universitarios.
En una ocasión, fui invitado a una prestigiosa universidad a dar una charla sobre «las perspectivas empresariales de la avicultura».
Entre lo que hablé, ingenuamente y sin mayores ambages, les sugerí a los nuevos graduandos que «ojalá salgan de aquí con un proyecto productivo bajo el brazo, en lugar de un resumé con la mira de buscar trabajo, porque la situación laboral allá afuera era difícil, en cambio, el déficit de productos que el mercado demandaba era alentador para emprender variado tipo de producción agropecuaria».
La reacción celosa de los catedráticos no se hizo esperar y uno de ellos tomó el micrófono para «animar» a los estudiantes para que «no dejaran de estudiar»; obviamente, como «licenciados» en esa rama, su ocupación no era la producción, ni su preocupación está en analizar las oportunidades laborales, sino enseñar la producción agropecuaria.
El círculo vicioso se perpetúa: muchos de los egresados de dicha carrera aspiran a conseguir trabajo como catedráticos universitarios, mas no a salir a producir.
Las mismas incoherencias se viven en la educación primaria: escuelas rurales que lo que menos enseñan a los niños es a cultivar la tierra; en lugar de ello, se preocupan por cumplir un pénsum obligatorio solo por llenar el requisito legal para pasar al siguiente grado. ¡¿Con qué propósito?! Aún no lo sé.
Al final, el sistema provoca que se vuelva una competencia por ver quién ostenta las mejores calificaciones, contenidos inútiles obligatorios de estudios y de ganar grados, mas en muy pocos casos se compite por quién sabe más en el campo operativo; en el campo de la realidad en la que el ciudadano compite por ser el mejor mecánico, médico, ingeniero, etcétera.
Un cartón universitario no produce nada por sí solo, pero parece que muchos aspirantes están menos preocupados de eso que de elevar su estatus social, consiguiendo el título de «ingeniero» o «licenciado».
Nunca las universidades fueron mejor negocio como ahora; es decir, las universidades privadas sí están teniendo éxito empresarial, mientras que de la población egresada, ¿cuántos de ellos tienen oportunidad de encontrar un empleo?
Es muy difícil analizar todo el espectro de profesiones existentes, y tampoco pretendo dejar algo escrito en piedra, sino abrir el debate para que los padres de familia puedan orientar mejor a sus hijos para evitarles la frustración de haberse quemado las pestañas 7 años y al final no encontrar trabajo o encontrarlo pero ganando un salario escasamente arriba del mínimo para un ingeniero.
Recientemente hablaba con un viejo amigo y le preguntaba:
—¿Qué carrera está estudiando tu hijo?
—Ingeniería forestal; ya casi se gradúa.
—¿Qué perspectivas tiene?
—Pues fíjate que emprendió una actividad de limpieza, jardinización y construcción y le está yendo muy bien.
«¿Por qué no estudió una carrera técnica de un año de duración, en administración de pequeñas empresas en el Intecap?», me dije.
Joselito Gómez Sánchez

Piloto aviador, criado y educado en el área rural de Cobán. Apasionado de la cultura, de la música y de la observación de los fenómenos relacionados con la política y el desarrollo humano sociocultural de mi país desde la perspectiva rural. Músico autodidáctico con especialización en guitarra clásica y canto, actualmente dedicado a la avicultura como actividad económica. Escritor aficionado, con especial interés en salud mental, aviación, relatos rurales y política.
Correo: joselitocoban@gmail.com
4 Commentarios
Estimado licenciado
Me parece que su punto de vista es empresarial. De acuerdo, muy bien, perfecto, ahora bien ahora en sus ejemplos usted hace referencia a un segmento de la población de clase media cuando visualiza carreras como ingeniería y técnicos, que bueno fuera que todos los guatemaltecos pertenecieran a ese nivel económico, sin embargo no es asi la realidad de los guatemaltecos, 6 de cada diez son pobres, en esas condiciones les es casi una epopeya el estudio básico, elemental, lo menciono porque no todos pueden acceder a estudios tecnicos menos universitarios, es de sentido común saber que si pudieran los guatemaltecos tecnificarse lo harían sin embargo no pueden, por eso no eligen carreras para al menos tener algo de valor agregado y esto se da a nivel universitario. Por otra parte quisiera expresar que dentro ese espectro de pobreza hay pobres, valga la redundancia, sin distingo de etnia, la pobreza no tiene raza ni etnia se da parejo, ver un segmento como parte de un todo creó que esparce esfuerzo. Únicamente y felicitaciones por su columna que la respeto, pero no la comparto en su totalidad.
Aprecio mucho sus comentarios; en la diversidad de opiniones hay riqueza. En el mismo escrito aclaro que no pretendo abarcar en mi somero análisis todas las carreras, porque cada una tiene diferentes características. Obviamente hago referencia a los estudiantes que tienen la capacidad—de una u otra manera—de optar a una carrera. Usted tiene razón: hay una gran población que no tiene acceso ni a carreras técnicas, sin embargo, hay una gran población que se está desgastando en estudiar una carrera «profesional», y no consigue trabajo.
Los centros educativos deben de preparar a los educandos a integrarse a la actividad productiva del ramo para el que se preparan y no quedarse solo en lo teórico sin aplicación práctica , la preparación debe generar productividad
Precisamente. Toda la actividad económica depende de la capacidad del alumno para producir eficientemente y con altos estándares. El mercado lo exige, por ende, también el empleador. Saludos sinceros.
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