-Fabio Moreno / PUERTAS ABIERTAS–
«¿Cómo es posible que el pueblo en Colombia vote en contra de un proceso de paz?», fue la pregunta que me hicieron mis colegas y conocidos aquí en Suecia. Como escribí en un artículo anterior, me las vi a gatas para poderles explicar lo que había pasado. El artículo lo titulé Tengo miedo. El artículo trataba de mi miedo a que el no al proceso de paz con las FARC, liderado por Álvaro Uribe, ganara en Colombia, que Donald Trump ganara las presidenciales en EE. UU. y que el sí al Brexit ganara. Ya todo esto ha pasado y ya estamos ahí. Entonces no pude explicar por qué la gente había votado al NO. Ahora ya tengo la hoja de respuestas para poderlo explicar y para poder anunciar por qué Álvaro Uribe, o su candidato que se llama Iván Dequé, perdón Duque, ganará o por lo menos pasará a la segunda vuelta en las elecciones del próximo domingo. Escribo Dequé porque, honestamente, antes de que Uribe lo lanzara como candidato presidencial yo no había oído hablar de ese señor, ni para bien ni para mal. Para mí era un completo desconocido como lo era probablemente para la mayoría de los colombianos. Pero como Uribe es Uribe, no hizo un secreto que el próximo presidente de Colombia sería el que dijera Uribe. Puso hasta pancartas para presumir de esto. Esto en cualquier otro país de América Latina o del mundo causaría risa o indignación.
Uribe puede decir lo mismo que Trump «puedo matar a alguien en el centro de Nueva York y la gente votará por mí». Álvaro Uribe no lo dirá jamás porque es un tema sensible. Demasiado cercano a la familia y a sus amigos. Su tío y hermano están en la cárcel por crímenes políticos abominables. La mayoría de su administración está en la cárcel o en el exilio. El propio líder (Duce) está enjuiciado por estos mismos crímenes, pero la gente lo sigue respaldando y le sigue votando. Eso es lo que voy a explicar aquí. ¿Cómo es posible?
Aparte de la manipulación electrónica y propagandística de la que Uribe / Zuluaga han demostrado ser unos maestros y de los manejos típicamente electoreros de compra de votos, financiación de Postobón y de los grandes capitales de Colombia, hay una base uribista. No son nada uribestias como los tontos tratan de descalificarlos. Todo lo contrario, son muy capaces y poderosos. El peor error es descalificarlos y no respetarlos para argumentar o para entenderlos.
El diario español El País ha publicado un artículo muy interesante que ha titulado «Las ideologías que marcan el voto en Colombia». De ahora en adelante voy a poder explicar aquí en Suecia cómo es posible que en Colombia haya habido una guerra, la más larga del hemisferio, y que la gente haya votado en contra de la paz y que ahora quiera votar por seguir la guerra. La razón, según la estadística, es porque la gente en Colombia quiere la guerra. Si le hacemos esa pregunta directamente a los colombianos responderían en un 90 % que no, que no quieren la guerra. La paz que quieren es, sin embargo, la paz de los vencidos o como mejor lo expresó un antecesor de Uribe, Laureano Gómez, «la paz de los sepulcros». De otra manera no se explica por qué la mayoría de los colombianos está en contra de los procesos de paz con las FARC y con el ELN.
Haciendo un paréntesis, es de admirar que las FARC hayan mantenido su palabra a pesar de todos los incumplimientos y del descalabro electoral que sufrieron. También le doy razón a Timochenco en citar a Uribe al hablar en la Comisión de la Verdad. Si solamente los actores guerrilleros van a reconocer sus delitos y acciones, ¿por qué la contraparte que todo el mundo conoce no lo hace? ¿O hay alguien en Colombia que dude de la implicación de Uribe y Postobón en el conflicto? Y lo que es aún más grave, en el posconflicto.
Los economistas declaran unánimemente que todas las rebajas de impuestos benefician más a los ricos. Mejor dicho, perjudican a los pobres. La razón es que los ricos ganan muchísimo más que los pobres y por tanto tienen que pagar un porcentaje de sus ganancias. Se trata de redistribuir la riqueza para ayudar a los sectores pobres a crear más riqueza a través de la educación, aumentar la seguridad, crear y mantener las infraestructuras. En Suecia toda la educación es gratis. La consigna electoral de los partidos de derecha es bajar los impuestos, la consigna de la izquierda –abiertamente– es subir los impuestos. Tenemos un Gobierno de izquierda, socialista, es decir que votamos para que nos suban los impuestos y en el debate, el tema de bajar impuestos no es muy popular porque todos sabemos que la consecuencia directa será la baja del servicio del estado de bienestar. Pero en Colombia, a la pregunta de mejorar la educación con alzas de impuestos, responde casi un 60 % de la población que no quiere.
Ni hablar de la pregunta sobre el aborto. Para no extenderme, el lema es «no al aborto, eso es problema de las mujeres».
Lamentablemente no tengo más estadísticas, reconozco que me encantan las estadísticas. Una cosa es clara. El candidato del que diga Uribe lee también las estadísticas y es consecuente con este pensamiento del extremismo conservador.
Por último presento otro cuadro que muestra la diferencia de Suecia con el resto del mundo, inclusive Colombia. Los dos temas son el laicismo y el racionalismo como fundamento de la sociedad y valores de autorrealización. La diferencia entre una sociedad basada en la razón entre Colombia y Suecia es mucho mayor en relación con los demás países de América Latina y casi del mundo. Atrás de nosotros están Qatar y Ghana.
Espero que hayan entendido, cómo es posible que Uribe gane las elecciones otra vez, o por lo menos pase a una segunda vuelta y cómo, si Petro va a una segunda vuelta va a ser machacado como Mockus contra otro que dijo Uribe: Santos.
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